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Libertad y Refundación, sus alianzas fallidas y sus acuerdos en construcción

Tegucigalpa (Especial Proceso Digital) – Diez meses en el poder han bastado para que el partido en el gobierno, Libertad y Refundación (Libre) viva la experiencia de culminar las alianzas que construyó para llegar al poder. En ese lapso este joven instituto político ha experimentado fricciones internas que no supera y ruptura de alianzas estratégicas como la del Partido Salvador de Honduras (PSH) y la del alcalde sampedrano, Roberto Contreras, quien terminó de tronar su armonía con su vicealcalde, Omar Menjívar. Esos desentendimientos tempranos obligan a replantearse cómo será el manejo de futuras alianzas políticas para la gobernanza y gobernabilidad del poder.

Libertad y Refundación sigue con la convicción que no necesita de alianzas políticas partidarias, que el triunfo es por lucha propia y que, por ser el partido en el poder, lo demás debe girar alrededor de sus propuestas, y se les debe acompañar sin ripostar. Así lo manifiestan en público y en sus redes sociales sus funcionarios, activistas y directivos partidarios.

De hecho, el asesor presidencial y esposo de la presidenta Castro, Manuel Zelaya ha manifestado que está autorizado para lograr acuerdos en torno a la elección de la Corte Suprema de Justicia, incluso con el Partido Nacional.

Cuando se alió con el PSH para sacar del poder al Partido Nacional y al gobierno de Juan Orlando Hernández, Libre hizo alarde de todo, firmó un acuerdo bicentenario para dar a ese partido la presidencia del Congreso Nacional, en la figura de Luís Redondo, si llegaba al poder, en un compromiso cuestionado por su roce con la legalidad. Ganaron y el pacto de la alianza se cumplió, pero ahí empezó el primer tropiezo: una facción de Libre se resistió, quiso imponer su visión y directiva en base a la mayoría de votos, ocasionando así la primera fractura intrapartidaria entre sus miembros. Esa facción, dijo tiempo después, que su actuar fue por órdenes de la coordinación de Libre que no quería cumplir el pacto al PSH.

La jueza Romero juramentó a la presidenta Castro ante la ausencia del titular del CN, según reza el acta oficial.

La presión social se centró hacia la figura de la recién electa presidenta Xiomara Castro, quien ganó contundentemente, gracias a la alianza y al voto independiente, y ella tomó la posición clara en torno al cumplimiento del pacto con PSH y acuerpó a la figura de Luís Redondo en la presidencia del Parlamento, e incluso líderó manifestaciones en los bajos de la Cámara de diputados para hacer sentir su peso, aunque Redondo no la juramentó el día dela toma de posesión, sino que lo hizo una jueza, como parte de las opciones que para este tipo de casos manifiesta la Constitución de la República. Castro Dejó entrever entonces, la duda sobre la legalidad en la cabeza del Legislativo y Luis Redondo asumió el poder en medio de una polémica.

Esa fricción a lo interno de Libre que empañó la asunción de la mandataria hondureña, fue, aparentemente, zanjada mediante la firma de un acuerdo interno. No obstante, una bancadita interna quedó instalada en Libre, y nuevamente ha denunciado que son objeto de marginamiento y están cuestionando el incumplimiento de compromisos. Esa pugna se hace visible a medida que se acercan la elección de la próxima corte de justicia y se manifiesta que, dentro de las negociaciones, Libre, aseguran fuentes de alto nivel partidario,  no descarta ceder a esa bancadita una de las magistraturas para que pongan su candidato y asegurar así una votación sólida partidaria el día de la elección.

El PSH y Libre rompieron la alianza que firmaron con el Acuerdo Bicentenario.

La ruptura con PSH

Si bien Libre pudo “enfriar” su división intrapartidaria, la historia con el PSH ha sido de acuerdos, desencuentros, hasta la ruptura. Una vez en el poder, el designado presidencial Salvador Nasralla, coordinador también del PSH, denunció que no ha vuelto a encontrarse ni reunirse con la presidenta Castro, ha cuestionado algunas de sus decisiones sobre el rumbo del país, y ha dicho es objeto de marginamiento e incumplimiento de acuerdos. 

Nasralla quien desde su despacho de designado presidencial, atiende con el presupuesto asignado, obras sociales, ha sido objeto de enormes campañas de desprestigio por parte de funcionarios y activistas de Libre, hasta que su coordinador, el asesor presidencial y ex presidente de la república, Manuel Zelaya, dio por rota la alianza, alegando “irrespeto” de Nasralla hacia la presidenta Castro. Y desde uno de sus viajes en el extranjero, la gobernante hondureña dio un retuitee al anuncio de Manuel Zelaya, de romper la alianza.

Esa ruptura tuvo una detonante: la decisión de la bancada del PSH de oponerse a la aprobación, a rajatabla, de un proyecto de ley sobre el Consejo Nacional de Defensa y Seguridad, por no ser consensuado y por contener elementos que darían una concentración de poder total a la figura presidencial y a un desconocido secretario ejecutivo con poderes por encima de la misma gobernante, según los expertos.

La bancada del PSH se mantiene firme con su líder Salvador Nasralla.

Hasta antes de ese evento, el PSH venía acompañando las iniciativas propuestas desde el Ejecutivo, incluyendo una polémica amnistía política que pasó una fuerte factura de cuestionamiento social a ese partido que se autodenomina abanderado en la lucha contra la corrupción. La amnistía política fue calificada por la ciudadanía y entes anticorrupción como un nuevo pacto de impunidad.

Pero el Partido Salvador de Honduras siguió su agenda de acompañamiento a la propuesta bicentenaria y de refundación, hasta que sucedió lo del proyecto de ley del Consejo Nacional de Defensa y Seguridad y luego otro vinculado a una ley de mesas ciudadanas que tiene, como fondo, desarticular el movimiento ciudadano anticorrupción, entre ellos el CNA. El PSH a partir de ahí ha venido manteniendo posiciones independientes y aunque el presidente del Congreso, Luis Redondo, es de ese partido, éste se ha distanciado de sus miembros, se ha recostado en Libre. Y de cara a la elección de la próxima corte de justicia, la recomposición de la alianza entre Libre y PSH sigue siendo incierta. Libre considera que no los necesita, mientras PSH recobra gradualmente las simpatías que había perdido dentro de la ciudadanía.

El rompimiento con Contreras

La otra alianza que Libertad y Refundación no pudo sostener en estos diez meses, ha sido la del alcalde sampedrano, Roberto Contreras, a quien Libre dio la candidatura municipal para sacar del poder al entonces edil, Armando Calidonio, del Partido Nacional. El candidato de Libre, era Omar Menjívar, un reconocido ex fiscal, fiel militante de Libertad y Refundación, quien al ceder su candidatura pasó a convertirse en el vicealcalde en un triunfo contundente en la principal ciudad industrial del país.

Contreras y Menjívar tuvieron sus primeros roces iniciando la gestión municipal, cuando el vicealcalde empezó a distribuirse los mejores puestos en la comuna, atando al alcalde Contreras; y se hizo el primer pacto de unidad, mismo que meses después demostró que era solo de fachada política, porque la división nunca cerró, y Contreras denunció lo insólito: que le querían dar un “golpe municipal” fraguado por su vicealcalde y el titular de la Uferco, Luis Javier Santos.

Menjívar y Contreras mantienen un pugilato verbal.

Los años de gobierno municipal en San Pedro Sula no serán fáciles ni para el alcalde ni para Libre, en medio de las demandas sampedranas por empleo, reactivación de la economía, obras de mitigación ante desastres naturales, entre otras.

De esta forma, otra de las alianzas de Libre terminaba fracasando. El vicealcalde Menjívar ha negado esas acusaciones y dice que en la alcaldía sampedrana lo que se busca es desarticular viejas bandas de presuntas redes de corrupción que han venido otorgando de forma amañada los contratos de licitación. Menjívar insinuó que el alcalde Contreras no estaba en sus cabales, que era muy temperamental y miraba fantasmas donde no los había, que sufría de paranoia.

Libertad y Refundación va perdiendo así dos alianzas estratégicas políticas que le ayudaron a alcanzar el poder, mientras a lo interno tampoco termina de zanjar sus diferencias con la facción disidente, factores que pueden complicar su conducción del poder siendo gobierno y siendo partido. Diez meses de gobierno son un indicador para que Libre visualice cómo conducirá la relación del gobierno del bicentenario y las alianzas que piense construir o reconstruir, sabiendo los aliados, que no es un partido que basa sus acuerdos en principios de cumplimiento; las sorpresas siempre seguirán su carta oculta. (PD)

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