El enviado de EEUU para Oriente Medio, George Mitchell, de visita por la región para tratar de relanzar el estancado proceso de paz entre israelíes y palestinos, intentará arrancar el lunes al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, un compromiso para que declare el cese de la edificación en las colonias.
Pero hasta que se alcance, la gota que ha colmado la paciencia de los palestinos fue el anuncio esta misma semana de que Israel piensa completar la edificación de 2.500 viviendas en Cisjordania, a las que se sumarán otras 455 nuevas.
En la trastienda no se oculta la intención de satisfacer a los colonos, así como al sector más reacio a la moratoria en el Gobierno israelí, antes de dar el «sí quiero» a Washington, que, según el argot oficial, llevará el nombre de «paralización temporal» de la construcción en los asentamientos de Cisjordania.
Pero a los palestinos las terminologías y «triquiñuelas» que emplee el Gobierno israelí no les conmueven, pues sobre las colinas de Cisjordania y en torno a Jerusalén las excavadoras y hormigoneras siguen implacables su trabajo en las colonias.
Es el caso de Har Guiló, fundado en 1972 sobre terrenos pertenecientes a la población palestina de Beit Yala, en el distrito cisjordano de Belén y a un tiro de piedra de la vecina Jerusalén.
Israel ha dado carta blanca para que se construyan 149 nuevas viviendas en este enclave -donde más unidades se han aprobado de toda Cisjordania en la última expansión- y residencia de 500 colonos.
«El Gobierno israelí aprueba la edificación de más unidades en los asentamientos para aumentar su demografía, continuar el proceso de judaización de Cisjordania e impedir la viabilidad de un Estado palestino en el futuro», lamenta Zughbi Zughbi, miembro del consejo municipal de Belén y director de la ONG «Wiam» (Centro Palestino para la Resolución de Conflictos).
A las puertas de una de las entradas al enclave se puede observar el muro de separación bordeándolo y serpenteando por las tierras de cultivo palestinas de la vecina Beit Yala.
Desde la colina donde se ubica se divisan otros dos históricos asentamientos: el de Guiló -considerado por Israel barrio de Jerusalén y levantado poco después de 1967- y el de Har Homá, que comenzó a construirse bajo autorización de Netanyahu en pleno proceso de paz de Oslo (1993-2000).
En todo el distrito de Belén residen 180.000 palestinos, y 80.000 israelíes en 22 asentamientos, sólo una muestra de lo que sucede en el resto del territorio cisjordano.
Los colonos judíos insisten en que los proyectos en construcción responden a las necesidades de lo que denominan «crecimiento natural de la población» en los asentamientos.
El presidente del Consejo de Asentamientos Judíos (Yesha), Daniel Dayán, cifra en 2.500 el número de parejas en las colonias que se casan al año y necesitan una nueva vivienda en Samaria y Judea, nombres bíblicos de Cisjordania.
Pero a Zughbi no le convencen estos argumentos: «Lo que vemos aquí no es realmente el crecimiento de la población, sino de los edificios. Un asentamiento donde residen 500 personas quieren expandirlo para albergar a 3.000, unas seis veces el número actual; que me digan dónde la población aumenta de esta manera».
A sus espaldas, una grúa se afana en bañar de concreto (hormigón) varias vigas de madera, que en poco tiempo serán las paredes de un nuevo chalet del asentamiento, con vistas al minarete de la mezquita de la vecina aldea palestina de Walaye.
