Tegucigalpa (Proceso Digital) – En el año del bicentenario, el proyecto de las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDEs), vuelve a traer a colación el tema de la soberanía y del enclave, la identidad y los derechos humanos, así como el uso de los recursos naturales, al grado de asegurar que, a 200 años de la independencia, Honduras sigue sin lograr una identidad y parece dar vuelta en la figura de los enclaves, del bananero y minero en el siglo pasado, al de la ZEDEs en el presente siglo.
Pero el tema ha causado una reacción amplia en diferentes sectores del país, a la Iglesia Católica se han sumado, organizaciones civiles que han conformado un frente amplio contra las mismas y la academia, cuya voz ha sonado potente.
Aprobadas en el 2013, las Zede se convierten en el presente milenio en la más grave violación al Estado de Derecho que se ha registrado en la historia del país, afirma en un comunicado la estatal Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), al recordar que, desde la formación del estado liberal, se ha promovido la atracción de inversión extranjera como medio para facilitar el crecimiento económico y la integración del país al mundo.
Así, se aprobó la “Ley de Concesiones” de 1917 y las reformas a la “Ley de Migración” de 1929, entre otras, cuyas acciones a lo largo de la historia desembocaron en “funestos enclaves” que son un “claro ejemplo de la débil, inadecuada e ineficaz gestión que la clase política hondureña ha llevado a cabo a lo largo de la historia. Todo ello ha profundizado los desequilibrios sociales e impedido las adecuadas garantías que el Estado debe ofrecer para la seguridad pública, la justicia y el proceso de desarrollo”, cita en su posición contra las ZEDEs, la UNAH, que exhorta al congreso a su derogación, así como a la suscripción de un nuevo pacto social.
En el siglo pasado, en la historia de los enclaves hondureños destaca la época minera y luego el enclave bananero, último que valió el título al país de “república bananera”. Al igual que hoy, destacadas voces de la sociedad y la intelectualidad hondureña denunciaron y registraron la venta del país, donde los extranjeros pesaban sobre los locales y las élites políticas y económicas.
Un fantasma que no se va
Cuando el país empezaba a sacudirse ese peso de “república bananera”, buscaba su encuentro con la democracia al retorno formal de la misma a inicios de los años ochenta, la sombra del enclave iba y venía, sin terminar de concretarse, hasta ahora, a las puertas del bicentenario, y bajo el contexto del reclamo de los pueblos originarios por ser escuchados.
También bajo el paraguas de una multicrisis que lacera el país desde la última década, donde no solo los reclamos de los pueblos autóctonos han sido ignorados, también el de otros sectores vulnerables que conforman esa franja de pobreza, exclusión y desigualdad en el país.
En esta multicrisis destacan la fragilidad del Estado de Derecho, la impunidad, la corrupción galopante, la violación a los derechos humanos, el desempleo, la migración forzada interna y externa, los desplazados por el cambio climático, y la denegación de justicia en los casos de alto impacto ligados a la corrupción y la impunidad, entre otros factores que evidencian la vulnerabilidad total del país.
Sin embargo, el gobierno sostiene que las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico son la opción que “salvará” a Honduras en la época del milenio, que habrá una “derrama” de empleo sin precedentes y que ésta será “otra” Honduras, en el marco del bicentenario.
Actualmente, al menos cuatro ZEDEs han sido conformadas, pero a medida que se expande el debate, trascienden otros hechos: están blindadas por 50 años, tendrán su propia justicia—por decisión del poder judicial—y tendrán potestad para erigir su propia seguridad, entre otros aspectos. La marcha del enclave dentro del Estado está aceitada y de acuerdo con uno de sus defensores, el ex ministro de la presidencia Ebal Díaz, con la resolución de la Corte Suprema de darles jurisdicción especial, las ZEDEs son un “caso cerrado”.
¿Caso cerrado?
Pero las Naciones Unidas en Honduras, recuerdan que ese “cierre” no es fácil, al advertir que las ZEDEs podrían suponer serios riesgos para la garantía de los derechos humanos por parte del Estado de Honduras, y propone, al gobierno revisar la compatibilidad constitucional y legal de las ZEDEs .
En la actualidad, señala el ente mundial, el 35% del territorio hondureño, correspondiente a las zonas de baja densidad de población de los departamentos contiguos al Golfo de Fonseca (Pacifico) y el Mar Caribe, estaría quedando a disponibilidad del régimen especial de las ZEDEs. Es importante destacar que estas son zonas que se caracterizan por la alta densidad de población indígena y afrodescendiente, con antecedentes de conflictos territoriales.
Estas zonas que se verían afectadas son los departamentos de Valle, Choluteca, Cortés, Atlántida, Colón y Gracias a Dios. En estas franjas, las comunidades no han sido consultadas y algunas ni siquiera sabían de la existencia de estos enclaves en formación.
Para los expertos, esta venta de ilusiones solo viene a fragmentar aún más los problemas de identidad cultural, pues no refleja una idea clara del país y aleja a los ciudadanos de la construcción del “sueño hondureño”, ese que, apuesta a la igualdad, a la inclusión, a la solidaridad, a la equidad, a la visión de género. Al no existir una visión clara del país que se quiere, solo se fortalece el imaginario de la violencia y la conflictividad, aseguran.
El bicentenario, por ende, no se circunscribe solo a la conformación de comités de identidad para izar una bandera o efectuar representaciones culturales, el bicentenario es la coyuntura y oportunidad para impulsar la Honduras imaginada, la Honduras de la igualdad, afrontar la exclusión, la división del territorio y de la población, la discriminación de género y tantos otros males que son principios que no contempla la Constitución del país.
Los historiadores, la academia y la intelectualidad del país han advertido que las ZEDEs, lejos de cohesionar a la sociedad la debilitan, mientras las comunidades que empiezan a sentirse excluidas han comenzado a alzar su voz de protesta, saliendo a las calles, a pesar de la pandemia.
La Honduras del bicentenario se apresta así a conmemorar su independencia, marcada por esa historia que ha seguido a la Honduras de hoy, a la Honduras de siempre: la conflictividad social. (PD)