Siguiendo la historia de integración llegamos al esfuerzo del mercado común centroamericano de la década de 1960. Este era un proyecto modelado en la Comunidad Económica Europea. Para este tiempo, las identidades nacionales estaban ya completamente desarrolladas y la integración se volvía asociativa. Esta se basaba en la premisa de que el incremento en el comercio traería más crecimiento económico y daría impulso a un proceso de acercamiento futuro en otras áreas.
Se lograron muchos de los objetivos en la década de 1960, aunque se aducía que había daños económicos causados por competencia entre economías dispares y movimientos migratorios desbalanceados. Estos causaron un golpe considerable en la guerra de 1969 entre Honduras y El Salvador, causada primeramente por estos fenómenos (además del interés miope e irresponsable de los gobiernos de promover tensiones con el vecino para aumentar su popularidad).
Luego vinieron las conmociones civiles y guerras ideológicas a finales de la década de 1970. Esto causó dificultades existenciales a los países y una reducción sustancial del comercio y relación regional. La emergencia era existencial, y generó de un compromiso político serio (liderado e implementado por los centroamericanos) de un proceso de paz. Este proceso se llevó a cabo sin el beneplácito, y a veces con la oposición directa, de las superpotencias patronas. La nuestra fue la única región (aparte de Europa) que logró cerrar el capítulo de la guerra fría con un proceso propio. Este era un momento de optimismo y sirvió de espacio para volver a impulsar el proceso de integración.
La deficiencia de este nuevo proceso fue de que (al igual que a los del siglo XIX) era eminentemente político. Como la experiencia europea nos demuestra, lo que valida cualquier proceso de integración moderno son sus resultados y usos prácticos. Ese impulso logró dar algunos resultados limitados, pero su fuerza se extinguió. Se constituyó un Parlamento Centroamericano, pero nadie le cedió facultades legislativas, y lo mismo ocurrió con otros órganos de integración. Con el paso del tiempo esto fue siendo visto como un derroche improductivo de recursos.
Para poder comenzar el proceso de nuevo, habrá que enfocarse en las necesidades prácticas primero, con enfoque en simplificar y hacer más atractivas las operaciones de todo tipo dentro de la región. Es importante que no se politicen los procesos (primariamente haciendo que los gobernantes no obtengan capital político del proceso), ya que los beneficios para ellos son a corto plazo y el daño a la legitimidad es enorme. Habrá que eliminar todo lo que no esté dando frutos, ya que hay organismos de integración que son «elefantes blancos» y su existencia envenena la opinión pública. Las acciones se deben tomar multilateralmente y usando los mecanismos existentes, sin constituir nuevas entidades burocráticas.
Las acciones deben ser eminentemente prácticas y dirigidas primariamente a reducir barreras, por lo que en este caso particular debe primar un espíritu de liberalización. Las medidas pueden incluir dar derechos laborales y migratorios a todos los centroamericanos en los distintos países, incluyendo dar por válidas las credenciales profesionales sin necesidad de acreditación.
Se pueden tomar acciones en los campos aduaneros y de migración: avanzar en la uniformidad aduanera, con las aduanas en el ingreso haciendo la internación legal a cualquier territorio dentro de la unión. Se puede unificar el sistema consular al exterior, creando una política y emisión de visado único para la región (es decir una visa única tipo Schengen de entrada a la región, con una política única de libre ingreso lo más liberal posible) y acceso a servicios consulares. Se debe definir una plataforma única de control migratorio desde el exterior que cubra únicamente la entrada y salida del espacio regional. Como resultado de lo anterior, también volver obsoletas las aduanas terrestres y aéreas y los controles migratorios entre los países.
Enfocarse en estas dos áreas sería de gran utilidad práctica y podría servir de base para procesos posteriores. El proceso de integración ha sido errático y lleno de ilusiones; debemos llevarlo al futuro con enfoque y realismo.