Guarulhos (Brasil) – El éxito de la gimnasta brasileña Rebeca Andrade en los Juegos de París, donde ha recogido cuatro medallas, ha llenado las academias del país sudamericano de cientos de niñas ávidas por aprender a hacer las piruetas taquicárdicas de su ídolo.
En ningún lugar es más evidente esa explosión de interés que en el gimnasio municipal donde Andrade comenzó su formación en la ciudad de Guarulhos, en la región metropolitana de São Paulo.
Cada día, la academia Bonifácio Cardoso recibe decenas de llamadas telefónicas de madres y padres que buscan inscribir a sus hijas, pero ya es tarde. Las 425 plazas abiertas hace una semana se agotaron en menos de dos días.
“Lo siento, tendrán que volver en febrero”, dice una y otra vez, a las puertas del gimnasio, el vigilante.
Acompañada de sus padres, Sofía Conde, una niña alta y delgada de 13 años, pone cara de decepción por los meses de espera que le quedan por delante.
“Siempre tuve ganas, pero ahora vine por los Juegos. Vi el oro de Rebeca en suelo…”, cuenta.
Dentro del gimnasio, las 13 integrantes del equipo de competición, vestidas con maillots de color violeta salpicados de lentejuelas, han empezado sus estiramientos bajo la atenta mirada de Mônica Barroso, la profesora de 52 años que introdujo a Andrade al deporte.
“Estuvo maravillosa, impecable”, dice Barroso, encantada con la actuación durante los Juegos de su antigua alumna, única seria amenaza al reinado de la estadounidense Simone Biles.
La profesora aún recuerda cuando la tía de Andrade, que trabajaba en la cocina del gimnasio, le pidió “echarle un vistazo” a su sobrina de cinco años para ver si valía.
Con un cuerpo enjuto y definido, piernas y brazos fuertes, Barroso no dudó en aceptarla: “Aprendió muy rápido, subía mucho más que el resto, aunque también era muy distraída. Le gustaba bailar, hacer bromas…”.
Tras cinco años en la academia de Guarulhos, Andrade se mudó a la ciudad de Curitiba y luego a Río de Janeiro, pero un mural de varios metros de altura en una de las paredes de su primer gimnasio recuerda dónde la atleta aprendió a volar.
Bajo el timón de Andrade, la deportista olímpica más galardonada de la historia de Brasil, la gimnasia del país sudamericano subió por primera vez al podio por equipos en París, con un bronce inimaginable hace unos años.
“Vamos a crecer, porque es un país grande con muchos gimnastas, pero hay que invertir más en el equipamiento porque los aparatos son muy caros”, asegura Barroso.
Posible cuna de futuras olímpicas, la prioridad inmediata de los profesores del centro es preparar a las niñas para el campeonato nacional que se celebra dentro de un mes.
En esas está María Kriegel, de 14 años, que practica los mortales hacia atrás sobre los exiguos 10 centímetros de anchura de la barra de equilibrio.
Desde hace cinco años, la adolescente entrena cuatro horas diarias con descanso solo el domingo y sueña con algún día ser capaz de hacer un Cheng, el difícil salto con dos piruetas en el aire que le dio a Andrade la plata.
“Todos la vimos y nos animó mucho… El gimnasio está explotando de tantas niñas que hay”. JS