Cayo Hueso (Key West), Florida (EEUU) – La costa atlántica del estado de Florida es la tumba de decenas de galeones españoles hundidos con sus valiosos tesoros y de los restos de centenares de personas desde hace más de 300 años.
No es de extrañar los frecuentes hallazgos de valiosas piezas de oro y plata por parte de los “caza tesoros”, que usan ahora alta tecnología para rastrear el fondo del mar. Y eso, ante la aparente pasividad de España.
Flotas de galeones cargados hasta el tope por el peso de esos tesoros, salían del puerto de La Habana en dirección a España.
La plata y el oro (de lo que ahora es Perú) salían en navíos españoles desde el puerto del Callao, en el Pacífico, al de la Ciudad de Panamá. Luego en mulas cruzaba el istmo por un camino de piedra hasta el puerto de Portobelo, en el Atlántico. Otro galeón hacía el trayecto a La Habana, con parada en Cartagena de Indias (del entonces Virreinato de Nueva Granada), para recoger carga de las valiosas esmeraldas colombianas.
La plata (de lo que es ahora es México) llegaba a la capital cubana desde el puerto de Veracruz (Virreinato de Nueva España).
Una vez la carga completa, los galeones emprendían el largo viaje a España, bordeando la costa atlántica de la entonces “provincia de Florida”, para aprovechar el impulso de la corriente del Golfo (“Gulf Stream”), en dirección noreste.
Pero a lo largo de la costa de la península de Florida, poderosos e inesperados huracanes los llevaban al fondo del mar.
Los galeones españoles “Nuestra Señora de Atocha” y “Santa Margarita”, que navegaban junto a otros 26 en 1622, desde La Habana hacia España, fueron azotadas por un huracán en la costa cercana a Cayo Hueso.
Y se hundieron en el mar con un inmenso tesoro y cerca de mil tripulantes y pasajeros, que regresaban a España llenos de monedas de oro y plata. Además de la carga oficial.
El “caza tesoros” de mayor éxito ha sido el americano Mel Fisher, con un increíble botín, de oro, plata y esmeraldas.
Fisher, un aficionado al buceo de profundidades, montó su cuartel en Cayo Hueso, con su esposa, cuatro hijos mayores para buscar, primero, el tesoro del “Atocha”.
Después de 16 años de costosas exploraciones, el 20 de julio de 1985, dieron con los dos y no lejos de Cayo Hueso.
Lo que encontraron es el mayor tesoro jamás detectado antes en un navío hundido en el fondo del mar, valorado en más de 400 millones de dólares.
Pero Fisher pagó un precio personal y doloroso. Su hijo Dirk y su nuera, Ángel, murieron ahogados al naufragar una embarcación que participaba en la búsqueda de los tesoros.
Fisher y su equipo también encontró los tesoros de una flotilla de 12 navíos españoles, igualmente hundida por un huracán, en 1715, cerca de la costa de Fort Pierce y Vero Beach.
En ese lugar, vendieron muchas “parcelas subterráneas” a otras “caza-tesoros” o aficionados, para enfocarse en el “Atocha”.
Antes de encontrar el “Atocha”, Fisher ya sabía lo que transportaba. Para eso, años antes, había enviado a Sevilla (España), al historiador Eugene Lyon, para que investigara en el Archivo de las Indias todo lo relacionado con ese galeón y el posible lugar de hundimiento.
Este es un inventario provisional:
24 toneladas de plata en 1,038 lingotes.
1,800 pesos en monedas de plata.
592 lingotes de cobre.
16 toneladas de oro, en 125 barras y discos.
1,200 libras (544 kilogramos) de platería trabajada.
71 libras (32 kilogramos) de esmeraldas colombianas. Y una impresionante, sin cortar, de 77 quilates, en un cristal hexagonal, de un valor incalculable.
Y varias cadenas de oro que pesaban más de tres kilos, que a Fisher le gustaba colocar alrededor de su cuello en las fotos ante la prensa. Murió en 1998, por un cáncer.
Mel Fisher, el «caza-tesoros» que ha encontrado el mayor tesoro español jamás recuperado del fondo del mar. (Cortesía Mel Fishers Treasures). |
He visto parte de ese tesoro, muy limpio y deslumbrante, en el Museo Marítimo Mel Fisher, aquí en Cayo Hueso, junto a una tienda donde se venden más que todo monedas de oro y plata, muchas de ellas ya montada en forma de joyas. En precios que oscilan entre 800 a unos 28,000 dólares. Y, ojo, !abundan las réplicas!
Pero, para poder explotar comercialmente ese tesoro. Fisher tuvo que lidiar con el estado de la Florida que quería cobrar un 25 por ciento (unos 100 millones de dólares) de su valor, por haber sido encontrado en sus aguas soberanas.
Tras diez años de batallas legales, el Tribunal Supremo de Estados Unidos en Washington dictaminó, sorpresivamente, en contra de Florida y a favor de Fisher.
Últimamente se están encontrando, sin mucho esfuerzo, monedas de oro cerca de la costa este de Florida a poca profundidad. O, más increíble aún, debajo de las arenas de las playas.
Las corrientes y el oleaje están empujando esas monedas de las profundidades del mar hacia las costas.
Ese es el caso de Jonah Martínez, en 2015. Como capitán de una embarcación en Vero Beach, usó las hélices para esparcir la arena, apenas a ocho pies (2.45 metros) de profundidad para que su buceador, William Barlett, encontrara unas 350 piezas de oro. Estas están valoradas en 4.5 millones de dólares y pertenecen también al naufragio de la flotilla española de 1715.
El mismo Martínez, en marzo de este año y esta vez caminando en la playa de Wabasso Beach, se encontró, usando un detector de metales, 22 monedas españolas de plata, valoradas en unos 6,000 euros, que no piensa vender.
En Florida, ir a buscar tesoros en la playa, es ya un deporte favorito.