San José – El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega (1945), cumple este martes 80 años de edad delegando paulatinamente el poder a su esposa y ahora copresidenta, Rosario Murillo, de 74 años, y a sus hijos, principalmente a Laureano Ortega Murillo, encargado de las relaciones con China y Rusia y considerado como el ‘delfín’ por sectores de la oposición.
El hombre que ha ostentado más tiempo el poder en Nicaragua, 30 años, llega a su aniversario distanciado o enfrentado con los antiguos comandantes de la revolución que aún sobreviven y con los que dirigió el primer Gobierno sandinista (1979-1990), así como con destacados exguerrilleros que fueron claves en el derrocamiento de la dictadura de Anastasio Somoza Debayle y a los que ahora acusa de «traidores».
Además, con esporádicas apariciones en la escena pública, sin viajar a otros países -excepto a Cuba y Venezuela-, con constantes guiños a China y Rusia, con su retórica antiestadounidense, y desde hace años sin recorrer ni visitar los 153 municipios nicaragüenses, solo el de Managua y bajo un extremo despliegue policial.
Para celebrar su cumpleaños, Murillo -a quien designó copresidenta a través de una reforma constitucional- ordenó circular la etiqueta «#TodosSomosDaniel», una frase que Ortega lanzó durante el acto del 46 aniversario del triunfo de la revolución, el pasado 19 de julio, que, para algunos comentaristas, se trató de un mensaje de despedida o el inicio de la sucesión del poder en su familia.
La transición del ‘orteguismo’ al ‘murillismo’
Para el analista político nicaragüense desnacionalizado Óscar René Vargas, en Nicaragua se ha iniciado la transición del ‘orteguismo’ al ‘murillismo’.
Según Vargas, que compartió un análisis, la política de Ortega-Murillo es «buscar cómo asegurar la sucesión familiar» a cualquier costo.
De acuerdo con un análisis del Centro de Estudios Transdisciplinarios de Centroamérica (Cetcam), en Nicaragua ya se ha afianzado «una nueva dictadura familiar».
Nicaragua «se ha convertido en una dinastía de familia con una copresidencia (Ortega y Murillo), donde básicamente han tratado de eliminar, por ejemplo, la iglesia Católica, todo lo religioso y todo lo que pueda amenazar el poder a ese régimen», comentó el secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, el pasado 4 de febrero, durante su visita a Costa Rica.
Para entonces, había entrado en vigor la reforma constitucional que pasó a Murillo de vicepresidenta a copresidenta, que aseguró «la continuidad en el poder de la familia Ortega-Murillo», sostuvo en su análisis el Cetcam, un centro de pensamiento integrado por investigadores centroamericanos de distintas disciplinas, con sede en Costa Rica.
Esas enmiendas no solo aseguraron la herencia del poder a la familia Ortega Murillo, sino que modificaron «tanto el régimen político como al Estado, dando lugar a la institucionalización de un Estado totalitario y completamente subordinado a la voluntad de la pareja dictatorial», advirtió ese centro de pensamiento.
«La Constitución inventada por Ortega y Murillo refleja de manera evidente la paranoia y angustia por la sucesión dinástica, por eso han deformado al Estado para convertirlo en un instrumento familiar, concentrando aún más el poder en las dos cabezas de la dictadura», señala ese informe.
Reformas constitucionales y purgas internas
La designación de Murillo como copresidenta coincidió con las caídas del excomandante Bayardo Arce y la del general en retiro Álvaro Baltodano, dos antiguos asesores de Ortega y que ahora son investigados por corrupción, así como otras figuras del sandinismo histórico que pueden hacer sombra a la familia en el poder, comentó a EFE Vargas, un antiguo asesor del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
La tesis de Vargas, que fue uno de los 222 presos políticos nicaragüenses desterrados a Estados Unidos en febrero de 2023 y despojado de su nacionalidad, es que la ruptura en los anillos del poder y las purgas internas forman parte de la transición del ‘orteguismo’ al ‘murillismo’ o a una «sucesión dinástica».
No solo Murillo ejerce más poder ahora, también sus hijos. El encargado de las relaciones con los principales aliados de la Nicaragua de Ortega, China y Rusia, es Laureano Facundo.
El hijo mayor de la pareja presidencial, Daniel Edmundo, es ahora el coordinador del Consejo de Comunicación y Ciudadanía, el cargo que tuvo su madre. Maurice, otro de los hijos, es el encargado de los deportes; y Camila, además de asistente de Murillo, está a cargo de la moda y el emprendurismo.
Murillo y sus hijos hablan en nombre de Ortega, siguiendo con el guión y eslogan: «Todos somos Daniel».
«Hoy ambos hacen hasta lo impensado para asegurarse que cuando Daniel Ortega falte, nadie pueda rebelarse u oponerse al poder dinástico de Rosario Murillo. Ambos han ido progresivamente despejando el camino», valoró en un escrito la activista nicaragüense exiliada Haydée Castillo, para quien Ortega y Murillo han desaparecido al FSLN como un partido político institucionalizado, hasta convertirlo en una empresa familiar. JS









