Tegucigalpa – En el marco del Día Internacional del Migrante que se conmemora el 18 de diciembre, la organización internacional Médicos Sin Fronteras (MSF), reportó un aumento en los flujos de migrantes en tránsito por Honduras durante los últimos meses.
Citando datos del Organismo de las Naciones Unidas para la Migración (OIM), la organización señala que entre enero y julio de 2021, por los cuatro puntos fronterizos (Trojes, Guasaule, Las Manos y Corinto), ingresaron al país más de 16 mil personas de nacionalidades de Haití, Cuba, Nicaragua, Venezuela y de países de África, de Asia y de Sudamérica, dirigiéndose hacia el norte el continente americano.
Ante tal situación, MSF comenzó desde septiembre a dar asistencia a los y las migrantes que pasan por la ciudad de Comayagüela con destino al norte del país, en su camino hacia Estados Unidos. Cada día, el equipo de nueve personas hace consultas médicas y de salud mental. También realiza actividades de promoción de la salud, así como una orientación social a más de 200 personas diarias, entre las que se encuentran muchas mujeres embarazadas y menores de edad.
Durante las consultas es posible constatar el alto grado de vulnerabilidad y el sufrimiento al que se enfrentan las personas migrantes.
A continuación Proceso Digital reproduce una entrevista publicada por la organización internacional realizada a Marilyn Fonseca y Jorge Castro, médicos y psicólogos de MSF.
¿Cuál es el diagnóstico más frecuente en estas personas y a qué se debe?
Las infecciones respiratorias altas y cuadros gastrointestinales son las afectaciones más frecuentes en nuestro consultorio. Se debe a que enfrentan diversos obstáculos como las condiciones climáticas adversas, poco acceso a alimentos y agua apta para el consumo. La mayoría de las veces pasan varios días en la selva y cuando salen de ella siguen avanzando, incluso de noche, sin ropa adecuada o caliente.
El grupo de mujeres embarazadas y niños es de mayor complejidad, ya que tienen mayor riesgo de sufrir afectaciones de salud y deben pasar por mayor esfuerzo físico. En la clínica se prioriza su atención. Especialmente las mujeres gestantes, ya que muchas no llevan un control prenatal, desconocen la condición de su bebé y no toman medicamentos esenciales para su embarazo.
¿Esta condición física en la que se encuentran las personas podría causar alguna secuela a largo plazo?
Sí, puede haber complicaciones debido a que no tienen muchos puntos de acceso a salud, sus enfermedades no son tratadas y puede haber secuelas. Las consecuencias tienen múltiples factores determinantes y pueden cambiar con el tiempo: heridas que se pueden agravar, infecciones que se extienden e incluso enfermedades que se vuelven crónicas o conllevan a casos que necesitan atención en hospitales con riesgo mayor de enfermedades de largo plazo.
¿Qué experiencia le ha marcado más en su intervención?
Me motiva la resiliencia que tienen muchos migrantes, el gran enfoque de mantener una ruta y una meta trazada. Estas personas siguen adelante con sus hijos, sus familias y amigos. El simple hecho de poder brindar un analgésico produce un cambio para que la persona pueda continuar su camino, que siga avanzando en su camino. Para mí el poder dar un poquito junto con MSF me llena de alegría.
Salud mental en la ruta
Jorge Castro (33) es un psicólogo con varios años de experiencia en el trabajo con poblaciones vulnerables. Ha estado con MSF en las intervenciones con sobrevivientes de violencia sexual en Tegucigalpa y hoy es uno de los profesionales que compone la clínica móvil para personas migrantes en Comayagüela.
¿Cómo es el acompañamiento psicológico que brinda MSF a personas migrantes?
La atención que se brinda en contexto migratorio es muy diferente a la que se brinda en otros proyectos con población local. Estamos hablando de personas que están movilizándose, que posiblemente sea la única atención que les vamos a dar. Por eso en la consulta la intención es brindar el mayor apoyo y la mayor cantidad de herramientas posibles en una sesión, estableciendo una relación terapéutica de escucha y crear las condiciones para que la persona pueda expresar sus necesidades y emociones. Después nos enfocamos en identificar y fortalecer los mecanismos de afrontamiento que le van a ayudar a seguir adelante.
¿Qué ha encontrado en las consultas con niños y niñas?
Generalmente son más resilientes que los adultos. De alguna manera la fantasía les permite interpretar de manera diferente las situaciones. El estado de alerta o emergencia en el que están no se manifiesta tanto a nivel emocional, pero es posible que esto ocurra cuando están en una situación en la que se sienten más seguros y estables. Estoy seguro de que van a aparecer muchas consecuencias emocionales que están como dormidas o en shock en ese momento.
¿Cuáles son los diagnósticos más frecuentes en las personas que ha atendido?
Los tres diagnósticos que hemos identificado con frecuencia son el trastorno de estrés postraumático, la depresión, la ansiedad y también es frecuente la reacción de estrés agudo. Así mismo hemos identificado que algunas personas tienen una o dos semanas de haber vivido el evento traumático y están experimentando muchos ‘flashbacks’ y evitan hablar de la situación.
¿Estos hechos violentos y traumáticos podrán ser superados en algún momento?
Algo bastante particular de la experiencia migratoria es que es menos probable que las personas que reciben una atención psicológica oportuna o un acompañamiento emocional generen una experiencia traumática a largo plazo. Eso es lo que intentamos lograr con las consultas médicas y psicológicas. Un reto que enfrentamos es que después de las consultas estas personas continúan en la ruta, y es posible que experimenten otras situaciones traumáticas que van a complejizar más las consecuencias a corto, mediano y largo plazo.
¿Qué experiencias le ha marcado más en su trabajo con estas personas?
O podría hablar solo de una. Todos los casos que he visto de manera grupal, en los pasillos, en la sala de espera y atención individual, todo siempre me genera algún tipo de impacto, en el sentido de que son personas que no han tomado la decisión en todos los casos de migrar porque sí, sino porque estaban viviendo condiciones muy difíciles en sus lugares de origen. Pero lo que me ha parecido más impactante es ver personas que han tenido que dejar a sus hijos menores en sus países de origen y han emprendido la ruta migratoria porque no podían conseguir un empleo, por la situación de violencia, por la persecución política y otras situaciones complejas.
¿Cómo se puede dar soporte emocional a una persona retornada o que piensa partir?
Creo que una habilidad que todas las personas podemos desarrollar es estar presente para escuchar. Quienes están en esta experiencia usualmente no hablan durante la ruta, y solo el prestar un oído atento puede ayudar de gran manera. Y también identificando las necesidades de esa persona, qué es lo que más le preocupa y qué servicios o redes de apoyo podemos ofrecerle. (RO)