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Fallece Arsenio Iglesias, el técnico del Superdepor

A Coruña (España) – Arsenio Iglesias, el técnico del Superdepor, ha fallecido este viernes a los 92 años.

El ‘zorro’ de Arteixo, apodo por su astucia y por su localidad natal en A Coruña, llevaba varios años con problemas de salud que se agravaron.

Arsenio dio al Deportivo la Copa del Rey de 1995 tras lograr el ascenso desde Segunda División; también pasó por el banquillo del Real Madrid, entre otros muchos equipos en los que militó como jugador y entrenador.

Leyenda y sabiduría popular

Leyenda en los banquillos, especialmente del que ocupó en el Deportivo, pero también referente de la sabiduría popular aplicada al fútbol, Arsenio Iglesias, que falleció este viernes a los 92 años, protagonizó éxitos balompédicos en paralelo a peculiares reflexiones ante los medios de comunicación que quedarán grabadas en muchas generaciones, principalmente de los aficionados blanquiazules.

‘Os Diplomáticos de Monte Alto’, un grupo musical de A Coruña, le dedicó la canción Manda Tralla (Oda a Arsenio), en la que decían, en gallego, que «no hay Depor sin Arsenio ni Arsenio sin Deportivo». El ‘zorro’ de Arteixo, ‘bruxo’ (brujo) para otros, es leyenda del conjunto gallego.

Arsenio, que nació en la nochebuena de 1930, destacó con el Superdepor, a principios de los noventa. Allí lideró la transición de un equipo humilde a otro que podía pelear con el Real Madrid o el Barcelona, que perdió una Liga en el último minuto y conquistó una Copa del Rey de 1995, el título con el que puso el broche a su carrera en el equipo coruñés, al que ya había defendido como futbolista.

Triunfó y fue respaldado por Riazor, pero también hubo momentos en los que se le señaló. En ese escenario leyó pancartas como esta: «Arsenio propóntelo y vete». Luego se transformó en un gran: «Arsenio, un de nós» (uno de nosotros), tras conquistar la Copa. La misma que le recibió en el homenaje que el Deportivo le brindó en mayo de 2016, en un partido con el Real Madrid, en el que le impusieron la insignia de oro y brillantes del club, la máxima distinción.

Pudo jugar en el Real Madrid, pero Helenio Herrera le convenció para marcharse a Sevilla, aunque acabó en el banquillo blanco a mediados de los noventa, en su última etapa en el fútbol profesional, para suplir a Jorge Valdano y lidiar con un vestuario que no se lo puso fácil.

Como técnico, se preocupaba por la alimentación de sus jugadores, desde el desayuno a la cena. Era muy estricto y rígido desde la comida hasta el paseo.

Sus jugadores eran «os nenos» (los niños), especialmente los más jóvenes. El vestuario, algo familiar. Muchos a los que entrenó le recuerdan como un padre.

Sus ruedas de prensa se convirtieron en germen de frases para el recuerdo. A veces comenzaban con un: «Arsenio, ¿qué?». Y él daba rienda suelta a su sabiduría.

Entre las sentencias más recordadas, la de la «gallina en piel» o el «estoy muy exigido». Aunque en realidad era de uno de los jugadores que tuvo, el peruano William Huapaya, que se la dijo a Arsenio cuando este le pidió un esfuerzo más.

Fue otro diálogo el que más veces resuena en el Deportivo, el que mantuvo con Martín Lasarte después de salvar una promoción con el Betis. «¡Cuánto sufrimos, Martín!».

También tenía intuición. En 1994, el deportivismo estaba preparado para celebrar el título de Liga. Pero el ‘zorro’ advirtió: «Ojo a la fiesta, que te la quitan de los fuciños» (hocico). Y el Deportivo no la celebró. La fiesta fue del Barcelona a pesar de tener un penalti a favor en los instantes finales del partido que cerraba el campeonato con el Valencia en Riazor.

Su rueda de prensa posterior marcó época. «Siento una gran tristeza por esas gentes de la calle, pensaba que podíamos desilusionarlos porque podía pasar esto, porque no es la primera vez me pasa, que le pasa a las gentes», reflexionó aquella noche dramática para el deportivismo, aunque con un pronóstico erróneo: «(La Liga) una vez en la vida podríamos haberla conseguido y no pudo ser». El Depor la logró en el 2000, aunque ya sin Arsenio, y con Javier Irureta ya en el banquillo.

Su «qué duda cabe» fue la frase que más le acompañó. Incluso se convirtió en cántico de masas en un Riazor que ahora llora su muerte y le da el último adiós. «Mucho que decir y poco que contar», como él decía. No cabe duda de que se ha ido una leyenda.

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