Tegucigalpa – María Elena Bottazzi, la científica hondureña que busca la cura para el COVID-19 y una de las 100 mujeres más poderosas del 2020 según la revista Forbes, es sin duda una mujer con la que siempre la ciencia y sus aportes a la humanidad son temas de rigor.
– Será épico el momento cuando la prensa pueda anunciar que la pandemia finalizó, dijo Maria Elena Bottazzi.
– Recientemente la revista Forbes Centroamérica incluyó a la científica hondureña dentro de las 100 mujeres más poderosas del 2020.
Sin embargo, en una amena plática con Proceso Digital ella permitió conocer un poco más de la mujer que anhela con que la selección nacional de fútbol de Honduras regrese a una copa mundo y que anhela celebrar la navidad junto a su familia en Honduras.
“Mi esperanza es celebrar Navidad en Honduras así que apenas me den la oportunidad de comprar mi boleto lo voy a hacer, ya sé que están abriendo los aeropuertos, por el momento tengo mucho trabajo que hacer aquí, pero la esperanza es que de aquí a diciembre exista mayor flexibilidad y yo pueda ir a encontrarme en Honduras durante el periodo de Navidad y Año Nuevo”, afirmó durante la charla con este medio de comunicación.
En sus palabras se considera como una privilegiada que no cambiaría sus orígenes. Nacida en Italia y de padres hondureños recordó su infancia en la colonia Humuya en Tegucigalpa, capital de Honduras, donde vivió toda su infancia.
En Honduras, la Dra. Bottazzi es miembro de la Academia Nacional de Ciencias y miembro adjunto del Instituto de Investigación en Microbiología de la Escuela de Microbiología de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) y recibió el premio nacional de ciencias José Cecilio del Valle y el premio Gran Cruz del Congreso Nacional. Recientemente, fue galardonada con el Premio en Investigación por la Fundación Carlos Slim y en agosto de este 2020, Forbes LATAM la selecciono como una dentro de las 100 mujeres más poderosas de Centroamérica.
Niñez
Una infancia feliz al lado de su familia y en especial de su abuela, contó la Decana Asociada de la Escuela Nacional de Medicina Tropical, Profesora de Pediatría y Codirectora del Centro de Desarrollo de Vacunas en Baylor College of Medicine en Houston, Texas, Estados Unidos.
“Cuando llegué a Honduras tenía ocho años y viví en la colonia Humuya, ahí es donde vivía mi abuelita al principio, después nos mudamos a la colonia Florencia… recuerdo muy bien cuando íbamos al centro comercial a patinar, algo que seguramente no recordarán los jóvenes, esas eran las salidas”, externó.
Optimista frente a los avances de la ciencia en la lucha contra el virus SARS-CoV-2 que provoca la enfermedad de COVID-19, la científica hondureña conserva la esperanza que para el primer semestre del próximo año exista una respuesta concreta en una vacuna que otorgue inmunidad frente virus que ha provocado la pandemia.
Estudio
Aunque actualmente se concentra en buscar la cura para el COVID-19, rememoró que durante años ha dedicado su esfuerzo profesional para desarrollar vacunas para enfermedades desatendidas y parasitarias.
Con la humildad, sencillez y gran carisma que le caracterizan precisó que aún conserva las amistades de la escuela, colegio y por su puesto de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) donde obtuvo su licenciatura en Microbiología y Química Clínica.
Posteriormente obtuvo un doctorado en Inmunología Molecular y Patología Experimental de la Universidad de Florida y completó la capacitación postdoctoral en Biología Celular en la Universidad de Miami y Pensilvania. No obstante, es la formación en la UNAH la que consideró como “esencial” ya que profesores e intelectuales le ofrecieron su apoyo para forjar a la profesional que es hoy.
Con perfecto dominio de los idiomas inglés, italiano, español, portugués y medianamente el francés, dice sentirse orgullosa de sus raíces latinas y en especial de contar con la nacionalidad hondureña.
La profesional es una vacunóloga reconocida internacionalmente y una defensora de la salud mundial para las enfermedades tropicales desatendidas (ETD) y para las enfermedades emergentes y reemergentes y de importancia pandémica y de biodefensa.
Como profesional en un país que no es el que le vio nacer, considera que los principales retos en torno a la ciencia son mantener el interés, obtener los fondos para hacerla y que sea hecha con alta calidad y rigor.
Con más de dos décadas de experiencia aplicando modelos gerenciales innovadores para el desarrollo de nuevas tecnologías, ella ha desarrollado programas para incrementar la capacidad humana en biotecnología de manera sostenible y ha realizado exitosamente la transición de varias vacunas para enfermedades tropicales (como ser las lombrices intestinales) y emergentes (como ser SARS, MERS y COVID-19) desde el laboratorio hacia ensayos clínicos.
Como líder mundial, ha recibido reconocimientos nacionales e internacionales de gran prestigio, tiene más de 150 artículos científicos y ha participado en más de 200 conferencias en todo el mundo.
Anécdota y familia
Con una sonrisa sincera recordó su mejor anécdota en la medicina para lo que se remontó a sus años de estudiante en la UNAH cuando realizó un año de tesis donde trabajó para desarrollar un método diagnóstico para la cisticercosis, una infección ocasionada por un parásito llamado Taenia solium, en otras palabras, es una solitaria del cerdo que produce quistes en diferentes zonas del cuerpo.
“Lo que tenía que hacer era ir al rastro en el camino hacia Talanga dónde yo obtenía los reactivos para después en el laboratorio realizar las técnicas diagnósticas y como no se tenían los mismos recursos de la actualidad, debía ir al rastro a buscar los cerdos contaminados, trabajar en el bioterio de la universidad, tenía que agarrar las ovejitas e inyectar a los ratoncitos, pero sin tener los recursos avanzados con los ya se cuenta en la actualidad”, recordó.
Básicamente la enseñanza de esta anécdota -dijo – es que se puede hacer mucho con pocos recursos, pero con una buena innovación e intelecto crítico.
En el ámbito familiar reveló que ha tenido que adaptarse al contacto virtual a través de la tecnología ya que a causa de la pandemia no ha podido viajar a Honduras, país que habría visitado como mínimo tres veces en los últimos seis meses, resaltó.
“Estamos muy unidos y tenemos nuestros zooms y tratamos de ayudarnos, siempre tenemos nuestra familia en Italia y alrededor del mundo… ese es uno de mis grandes orgullos que mi familia está unida y siempre estamos en contacto”, presumió.
Religión y viajes
Pertenece al mundo de la ciencia donde ocupa un lugar preponderante; es practicante de la religión católica en la cual encuentra balance en lo acelerado de su vida.
Practicar la disciplina del remo y compartir con sus amistades es lo que más disfruta en sus tiempos libres compartió la mundialmente conocida científica hondureña.
Lamentó que a causa de la pandemia no ha podido viajar y continuar acumulando experiencias en distintas culturas.
“Ya pedí la cuenta de cuántos países he viajado, pero he de decir que obviamente he visitado Latinoamérica, Asia, África, Europa, Medio Oriente y todos tienen una historia diferente en su cultura”, exteriorizó.
Sin embargo, añadió que aún le falta mucho por viajar, conocer y compartir de sus orígenes y mostrar su cultura al resto del mundo.
Fútbol
Más por herencia familiar es seguidora del equipo de fútbol Motagua, pero su verdadera pasión se manifiesta en la selección nacional de Honduras y aún más cuando esta participa en una Copa Mundial.
“Anhelo ver a la selección nacional de fútbol de Honduras en otro mundial… he tenido la oportunidad de conocer a varios jugadores cuando viajo en avión y estoy muy orgullosa y adelante selección”, apostilló.
Finalmente, consideró como épico el momento en el que los periodistas puedan anunciar al mundo que se finalizó la pandemia o por lo menos que se logró de manera contundente poderla controlar.
“De momento hay que modular la fantasía de crear drama con noticias que dan falsa expectativa al pueblo, pero vamos a llegar a ese momento épico que no recordemos la pandemia o solo la recordemos como un mal momento”, puntualizó María Elena Bottazzi, una científica de altos kilates, gran calidad humana, vinculada a sus raíces que hace recordar la posibilidad de tocar la gloria con trabajo, excelencia y sobre todo con integridad.