spot_img

Una forma de estar en el mundo

Javier Franco

A menos de tres días para el año nuevo, casi todos hacemos lo mismo. Miramos atrás, nos reprochamos lo que no logramos y nos prometemos hacerlo mejor. Aparecen las metas, los planes, las listas. Todo parece empezar el 1 de enero, como si cambiar la fecha fuera suficiente para ordenar lo que antes no funcionó.

Pero la experiencia dice otra cosa. La mayoría de esos propósitos se pierden en pocas semanas. No porque falte voluntad, sino porque se intenta cambiar desde la misma manera de pensar de siempre. Se exige más, se aprieta más, se acelera más, esperando que esta vez sí resulte.

Hay una verdad simple que muchas veces se ignora: las personas y las organizaciones mejoran cuando se toman el tiempo de entender qué está pasando y actúan con cuidado, no por impulso. Cuando ese paso se salta, el cambio se vuelve frágil, aunque la intención sea buena.

Esto se ve todos los días. Se intenta cambiar una conducta sin entender por qué apareció. Se toman decisiones sin mirar qué presiones hay detrás. Se cambia lo que se dice, pero no lo que realmente pesa. Por eso el resultado suele ser el mismo: entusiasmo al inicio y cansancio poco después.

Existe otra forma de actuar. No es llamativa ni rápida, pero suele funcionar mejor. Empieza por observar con honestidad qué está pasando: qué pesa, qué genera tensión, qué ya no funciona y qué todavía sostiene. En lugar de imponer grandes cambios, se hacen ajustes pequeños pero claros. En lugar de romper, se ordena. En lugar de reaccionar, se piensa.

Esto se nota especialmente en los momentos difíciles. Frente a una crisis, muchas personas, y también quienes dirigen empresas u organizaciones, sienten que deben hacer algo inmediato, aunque no sepan bien qué. Cortar, eliminar, forzar. Sin embargo, la experiencia muestra que primero conviene bajar la presión, luego estabilizar y solo después corregir lo que realmente está mal. Hacerlo al revés suele traer más problemas.

También pasa con las decisiones importantes. Decidir rápido puede dar sensación de control, pero no siempre da buenos resultados. Las decisiones que se sostienen en el tiempo suelen venir de observar con calma, de aceptar cambios graduales y de evitar giros bruscos. No es indecisión; es responsabilidad.

En el fondo, todo esto tiene que ver con algo poco común: saber cuándo intervenir y cuándo no. Entender que no todo se arregla haciendo más, sino haciendo mejor. Que a veces sostener es más importante que imponer.

Tal vez este nuevo año no necesite más metas ni más presión. Tal vez necesite una revisión más profunda. No solo preguntarse qué se quiere lograr, sino cómo se está eligiendo estar en el mundo.

Porque hay cambios que no empiezan con una lista ni con una fecha. Empiezan cuando se deja de imponer y se empieza a entender. Cuando se actúa con cuidado, no por impulso.

Y entonces la pregunta queda abierta: Este nuevo año, ¿vas a seguir empujándote para cambiar… o vas a cambiar la forma en que estás en el mundo para que el cambio sea posible?

spot_img
spot_imgspot_img

Lo + Nuevo

spot_imgspot_img