Tegucigalpa – El viaje del presidente Juan Orlando Hernández a Ecuador, a invitación de su par Rafael Correa, representa el paso de página para los gobiernos izquierdistas de Sudamérica de la crisis del 2009 y de su defensa ciega al exmandatario Manuel Zelaya Rosales.
- Atrás quedaron los años en que Sudamérica tutelaba a Manuel Zelaya y ahora solo lo ve como un jefe opositor más
Hernández fue invitado por Correa, el más férreo opositor a la normalización de relaciones con Honduras por la Unión de Naciones de Sudamérica (Unasur), para mantener un encuentro en Quito.
Fue el propio Correa quien informó de la invitación y del viaje del presidente hondureño a través de su cuenta de la red social Twitter, luego confirmada por la Presidencia de Honduras.
Aunque oficialmente el gobernante de Honduras viaja a Ecuador para sostener un encuentro privado y una reunión de trabajo con Correa, también se reunirá con funcionarios del servicio de recaudación de rentas internas, infraestructura social y seguridad social, para lo cual es acompañado por funcionarios de su administración vinculados a dichas áreas.
Mejora de relaciones
Pero lo más destacado del viaje de Hernández a Quito no son los encuentros y las reuniones de trabajo con el equipo gubernamental ecuatoriano, sino el simbolismo político que Sudamérica considera que Honduras ya pasó la crisis y la transición política, de manera que ya puede ser incorporada a las actividades normales de los vínculos entre los estados americanos.
Sudamérica, bajo el mando de Unasur y de sus gobiernos izquierdistas, habían encabezado la lucha para aislar y castigar a Honduras por la salida de Manuel Zelaya del poder el 2009 y a pesar de los esfuerzos del ahora exmandatario Porfirio Lobo Sosa por lograr una transición, todavía quedaron rescoldos de la crisis.
Tras las elecciones generales del 2013, en las que el partido Libre, fundado por el expresidente Zelaya y cuya candidata presidencial fue su esposa Xiomara Castro, hubo el último intento de mantener la crisis del 2009 vigente, al menos para el consumo externo, ya que alegaron fraude y nunca reconocieron su derrota, con la esperanza que sus antiguos aliados sudamericanos salieron en su auxilio.
A pesar de los intentos de Zelaya de atraer a su juego a sus aliados de la izquierda regional, sus gestiones no tuvieron resultados y sus denuncias nunca fueron escuchadas, ni tuvieron eco en las cancillerías y presidencias del continente.
Definitivamente, Manuel Zelaya debe acostumbrarse a ser únicamente un jefe de oposición en Honduras, pero no más la figura de un exmandatario sacado del poder por la vía de la fuerza, como gusto mostrar por varios años, en especial en el gobierno de Lobo.
Ahora Hernández tiene el camino libre para formular y ejecutar su política exterior sin condicionamientos, lo que le permitirá una mejoría en las relaciones en el continente.
El presidente hondureño por lo tanto debe tener la habilidad de fijar las metas de su política exterior en base a las necesidades de su administración y no debe preocuparse por las interferencias internas.
Tras su viaje a Ecuador, la prioridad de Hernández deben centrarse en Brasil y Chile, las dos economías más prósperas del sur y que mantienen cierta distancia diplomática, y eso que han sido gobernadas por signos ideológicos distintos, ya que el beneficio para el país sería mayor.
Brasil es una potencia agrícola, con tecnología que lidera a nivel mundial en muchas áreas. Su asistencia impulsaría mucho la actividad agrícola hondureña.
Por su lado Chile tiene en la minería y agricultura sus principales herramientas de crecimiento. Honduras todavía no ha podido desarrollar su sector minero en los niveles adecuados a su potencialidad, que generaría miles de empleos, así como cientos de millones de dólares en exportación y con ello garantizar la estabilidad cambiaria.
Por ello la importancia que el viaje a Ecuador signifique una ruptura con el pasado y sirva para ahondar más los vínculos con las naciones sudamericanas.