París – En la segunda mitad del siglo XVII, Luis, el hijo de Luis XIV de Francia (el Rey Sol) y María Teresa de Austria, hija de Felipe IV de España, encarnaba promesas de paz para Europa. Apodado ‘el Gran Delfín’, su padre lo preparó para ser el heredero ideal, pero a pesar de engendrar reyes, él nunca subió al trono.
Su destino truncado es el centro de una nueva exposición temporal este otoño en el Palacio de Versalles, titulada ‘El Gran Delfín. Hijo de rey, padre de rey y jamás rey’, que se podrá visitar desde este miércoles y hasta el 15 de febrero de 2026.
Reúne unas 250 obras llegadas sobre todo desde múltiples rincones de Francia y desde España -algunas trasladadas directamente desde el Palacio de la Zarzuela, donde tiene su despacho el actual rey español, Felipe VI, que es descendiente directo del Gran Delfín- para rescatar a esta figura en muchos sentidos olvidada por la historia.
Desde su infancia, Luis de Francia fue educado para convertirse en «el príncipe ideal», señaló este lunes Lionel Arsac, conservador del patrimonio en el Palacio de Versalles y comisario de esta exposición, cuyo subtítulo hace referencia a una conocida frase del duque de Saint-Simon, Louis de Rouvroy, autor de las célebres ‘Memorias’ de la corte de Versalles.
Es una muestra a la vez «histórica y de bellas artes», destacó Arsac al presentarla a la prensa, ya que combina el estudio cronológico de esta figura de importancia capital y su retrato como un niño rodeado de exquisitos objetos de aprendizaje y como adulto interesado por el arte.
Y es que Luis de Francia estaba lejos, según las investigaciones de este experto, de la caracterización de hombre «apático» y carente de buen gusto que ofreció de él precisamente el duque de Saint-Simon, a pesar de que esa leyenda negra haya perdurado en el tiempo.
Infante de la paz
Su nacimiento en 1661 fue motivo de celebraciones por dos motivos: a nivel interno, un heredero era signo de que el reino de Francia tendría estabilidad y, a nivel continental, era un seguro para mantener la paz entre Francia y España.
Por eso, la exposición se abre precisamente con un tapiz de la Manufactura Real de los Gobelinos que ilustra la entrevista de Felipe IV de España y de Luis XIV de Francia en la isla de los Faisanes en 1659, donde firmaron el Tratado de los Pirineos que puso fin a la guerra de los Treinta Años.
La muestra se articula en tres ejes temporales (hijo de rey, padre de rey y jamás rey) y el primero de ellos ilustra a Luis de Francia, también llamado Monseñor, como un heredero que fue formado a conciencia para ser el mayor líder de la Europa de su tiempo.
Clases de historia de Francia, de religión y de heráldica fueron algunas de las nociones que ocuparon su tiempo, asistido por decenas de maestros, antes de pasar a una formación más adulta basada en la ciencia, lo que preconizaba el cambio de paradigma que se consolidaría el siglo siguiente con la Ilustración.
Padre de rey
Casado con María Ana Victoria de Baviera a partir de 1680, el Gran Delfín tuvo tres hijos: Luis, duque de Borgoña; Felipe, duque de Anjou y posteriormente Felipe V de España; y Carlos, duque de Berry.
La ascensión del duque de Anjou en España, que abrió en ese país la dinastía borbónica que perdura hasta nuestros días, fue un «golpe de suerte», explicó el comisario de la muestra, aunque no estuvo exenta de debate en la corte ya que el Rey Sol sabía que aceptar el testamento del español Carlos II, fallecido sin descendencia, implicaría una guerra de sucesión devastadora para Europa.
Uno de los hijos de Luis de Francia logró inesperadamente así lo que él nunca pudo alcanzar, portar la corona, ya que murió de viruela con 49 años (1711), cuando aún reinaba su padre.
Su hijo mayor, el duque de Borgoña (el Pequeño Delfín), tampoco cumplió su destino real debido a un brote de sarampión que aniquiló a buena parte de su familia, con lo que la sucesión borbónica francesa quedó en manos de su hijo menor, el futuro Luis XV, que subió al trono con solo 5 años.
«Fue una auténtica hecatombe (…) Este destino tan bien trazado fue completamente destruido por la enfermedad», señaló Arsac.
Tras la muerte del Gran Delfín, su herencia se repartió entre Francia y España, motivo por el que esta exposición se nutre de numerosos fondos prestados con gran «entusiasmo», según el comisario, por instituciones como el Museo del Prado o Patrimonio Nacional. EFE