Por Alberto García Marrder
Para Proceso Digital, La tribuna y El País de Honduras.
El asediado dictador venezolano, Nicolás Maduro, ha decidido la opción más difícil que tenía ante el acoso de Estados Unidos: RESISTIR y atrincherarse en su “búnker” subterráneo.
Lo fácil es haber huido como exiliado, pero las fuerzas marítimas norteamericanas que controlan las costas del Caribe cercanas a Venezuela, controlan también el espacio aéreo.
Y los países antes aliados (Cuba, Nicaragua, Rusia o Brasil) no le entusiasman la idea de tenerlo. Es ya un ex amigo muy “toxico”.
¿Qué es lo que tiene cada contendiente? Estados Unidos, en una supuesta guerra al narcotráfico tiene ocho navíos de guerra y un submarino nuclear. Y lanchones de desembarco anfibio con más de 10,000 “marines” en unos cien helicópteros. Y sobre todo, con la reciente orden secreta a la Agencia Central de Inteligencia de usar “operaciones encubiertas”, claramente para derrocar a Maduro.
¿Y Venezuela? Unas fuerzas armadas raquíticas y desmoralizadas, además de unos 90,000 milicianos voluntarios que en su vida jamás han tocado un fusil.
Y unos cuando cazas antiguos F-16 que en nada se comparan con los ultramodernos F-35 americanos.
El gobierno de Donald Trump insiste que su objetivo no es invadir Venezuela, sino hacer ataques específicos, con drones o misiles, a lugares del narcotráfico en territorio venezolano.
Consideran a Maduro como jefe del cartel de Los Soles, integrado por militares venezolanos, acusación que desmiente el presidente.
La impresionante flota que ha formado Estados Unidos en el Caribe no solo es para eliminar a cinco lanchas de supuestos narcotraficantes venezolanos o colombianos, que ya lo han hecho, sí lo son para algo mayor.
Además de Maduro, por el que ofrecen 50 millones de dólares, los americanos quieren también a Diosdado Cabello, el número dos del régimen y ministro de Interior, a Vladimir Padrino, ministro de Defensa y a los dos hermanitos Rodríguez, (Roberto , presidente de la Asamblea Nacional y a Deisy, vicepresidenta. Es decir, acabar con el chavismo.
Estos tambores de guerra vienen acompañados a los movimientos de la oposición venezolano, envalentonada por el reciente nombramiento como Premio Nobel de la Paz a su líder, María Corina Machado, que tendría que salir de su escondite en Caracas para viajar a recibirlo en Oslo.
Y tendría que venir desde Madrid, donde vive como exiliado, Edmundo González Urrutia, el verdadero ganador de las elecciones presidenciales de julio del 2024. Tendría que jurar como nuevo presidente de Venezuela, si es que el puesto está libre para entonces.
Por ahora, Maduro- que está localizado siempre por la CIA- se refugia en la llamada Casa de Los Pinos, en el cuartel de Fuerte Tiuna, cerca de Caracas. Y confía más en sus guardaespaldas cubanos que en venezolanos. Este es un búnker subterráneo de cuatro pisos, que fue construido para su predecesor Hugo Chávez, que lo usó muy poco.
Maduro vive atemorizado que un dron o un misil teledirigido le alcance, como ha sucedido en años anteriores con los líderes de Irak, Irán y Siria. Y, sobre todo, que militares venezolanos lo traicionen.
La alarmante situación venezolana tiene ya muchas ramificaciones internacionales. Deja al descubierto las vinculaciones del ex Presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, con el chavismo, los negocios del chavismo en la República Dominica y la incomodidad que deja a Cuba, que teme ser “la segunda Venezuela”.