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Trump amenaza con enviar tropas a países latinoamericanos para destruir centros del narcotráfico

Por Alberto García Marrder
Para Proceso Digital, La tribuna y El País de Honduras.

El presidente estadounidense, Donald Trump, está sopesando un plan contra los clanes del narcotráfico que podría implicar tropas en países como Venezuela o México.

Según el diario “The New York Times”, Trump le ha pedido al Pentágono planes para utilizar fuerzas militares, por aire y mar, para destruir centros de narcotráfico, ahora considerados terroristas, como El Tren de Aragua en Venezuela y el Cártel de Sinaloa en México.

Según la cadena de televisión CNN, el Pentágono ha enviado ya a más de 4,000 “Marines” en una flota de cuatro destructores, dos cruceros y un submarino nuclear cerca de las costas de Venezuela en el Caribe.

De esta noticia, me ha llamado la atención que esa flota incluya lanchas de desembarco y me origina una pregunta vinculada: ¿Esta flotilla es “un show” de fuerza para meterle miedo a un dictador como Nicolás Maduro en Venezuela o va para más serio este asunto.

Y aún más serio, la ministra de Justicia de Estados Unidos, Pam Bondi, ha denunciado un “presunto” puente aéreo de tráfico ilegal de drogas entre Venezuela, Honduras y México hacia Estados Unidos.

“Hay un puente aéreo donde el régimen venezolano paga para tener libre acceso al espacio aéreo y sin ser detectado en Honduras, Guatemala y México”, dijo Bondi, sin presentar pruebas, durante una entrevista con la cadena Fox News.

Estas medidas podrían tener unas consecuencias desastrosas y hasta a ayudar al populismo nacionalista de un dictador como Maduro en Venezuela.

Maduro se sentirá inseguro y receloso ahora que Estados Unidos ha aumentado a 50 millones de dólares como recompensa por su detención. Y lo acusa de ser el jefe del grupo de los Soles, que mueve hacia Estados Unidos droga colombiana, especialmente la más temida, el fentanilo.

“Los días de Maduro están contados”, según escribe en el digital “The Hill”, Arturo Mcfields, periodista nicaragüense exiliado. Yo añadiría, días no, meses sí.

Y en México, la nueva presidenta Claudia Sheinbaum, ha declarado que soldados norteamericanos no son bienvenidos en su país. Y que una invasión acabaría con los acuerdos de cooperación que hay entre los dos países para frenar el tráfico de drogas e inmigrantes por la frontera que comparten, y que están funcionando bien.

Transportando drogas

Trump ha prometido dar más detalles pronto y en los países más afectados hay preocupación. Esta vez puede ir en serio.

La última vez que Estados Unidos invadió un país latino americano fue en 1989, cuando unos 20,000 “marines” desembarcaron en Panamá para capturar al dictador panameño general Manuel Antonio Noriega, acusado de narcotráfico y extorsión.

Entonces, yo era un corresponsal de una agencia española de noticias y presencié el grotesco acto de Noriega de esconderse en la Embajada-Delegación de la Santa Sede en Panamá, donde no podían entrar los soldados norteamericanos.

A estos se les ocurrió instalar unos gigantescos altoparlantes con música de rock, día y noche. Noriega no soportó el ruido y a los tres días, se entregó voluntariamente. Fue juzgado y condenado a 40  años de prisión. Regresó a Panamá para morir el 29 de mayo de 2017.

La “invasión” de Panamá fue ejecutada bajo el mandato del ex presidente George W.H. Bush. Pero ahora con Donald Trump en la Casa Blanca, este no dudará en hacer una cosa parecida contra Maduro, alegando “intereses de seguridad nacional” y su lucha contra el narcotráfico.

Maduro no se encuentra aislado como Noriega. Tiene, en teoría, el “apoyo y solidaridad” de Rusia, China e Irán y, últimamente, hasta de Honduras.

La presidenta de Honduras, la socialista Xiomara Castro, emitió un comunicado donde rechaza tajantemente las acusaciones de narcotráfico contra Maduro y expresa su apoyo al presidente venezolano.

La presidente de Honduras, Xiomara Castro defiende a Maduro de unas acusaciones de narcotráfico.

Una manera de expresar la opinión de su gobierno de izquierda y de su partido “Libre”, pero no del pueblo hondureño, que depende de las remesas que envían sus compatriotas desde Estados Unidos.

Y la “simpatía”  de Cuba y Nicaragua con Venezuela es un caso perdido. Entre dictaduras, va la solidaridad ideológica: y la consigna, para aguantar, más represión. Y Colombia que titubea, entre apoyar o  no al presidente “fantasma” que no reconoce su derrota electoral de julio de 2024.

Para rebajar la tensión entre Estados Unidos y México, la presidenta mexicana ha decidido extraditar al país fronterizo a 26 narcotraficantes para cumplir el resto de sus condenas, siempre y cuando no se incluya la pena de muerte.

Por ahora, Trump solo considera como “very friendly” (“muy amigables”) a dos líderes latinoamericanos, los demás los ignora: Javier Milei de Argentina y a Nayib Bukele de El Salvador. Los únicos a los que ha invitado a su mansión de Mar de Lago en Florida o a la Casa Blanca.

Trump está más interesado en Asia y pasa de largo por Europa y América Latina. Es el nuevo mundo geopolítico, pendiente de las extravagancias del inquilino de la Oficina Oval de la Casa Blanca, siempre rodeado de aduladores que le ríen las gracias.

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