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Tinieblas

El universo, y todo lo que en él se encuentra, pervive gracias al flujo constante de energía. En palabras de uno de los hombres más sabios de nuestro tiempo, el checo Vaclav Smil, “sin transformación energética no hay nada”, y esto significa nada de nada; ni rotación en las galaxias, ni reacciones termonucleares estelares, ni vida vegetal o animal.

Los romanos lo definieron de forma histriónica: gutta cavat lapidem non vi, sed saepe cadendo: “una gota de agua no perfora la piedra por la fuerza sino por repetición”. La energía -cierra diciendo Smil, es la única moneda de cambio del cosmos.

Por ello no debería de extrañarnos que los países que han logrado ofrecer mayor prosperidad a su gente, son aquellos que exhiben un manejo ordenado en la forma de administrar la energía: Noruega, Japón, Nueva Zelandia e incluso algunas sociedades latinoamericanas como Costa Rica y Uruguay, muestran una transición energética inteligente que les augura bienestar en el corto plazo si continúan en la ruta.

No cabe duda, lo dice la ciencia: cada mejora en la gestión de los flujos de energía ha provocado avances en los mecanismos culturales que benefician a la sociedad humana. El respeto al estado de derecho y la gobernanza energética son, en estos momentos, los dos factores clave para el bienestar social.

En su informe de 2023 sobre el fomento a la transición energética, el Foro Económico Mundial (WEF), trae noticias alentadoras. De 120 países, 95 han mostrado avances en la última década y aunque solo 12 lo han hecho de forma sustancial, se puede colegir que el mundo va por el camino correcto.

No deja de ser esperanzador entonces, encontrar que estudios serios como éste, muestran que las cosas marchan bien en un tema tan sensible, al menos para una buena parte del planeta. En 2010 había 1,200 millones de personas en el mundo sin acceso a electricidad, una década después, el número se redujo a 800 millones. Las proyecciones más serias señalan que, de seguir así, para el 2050 todos los seres humanos contaremos con energía eléctrica.

Hay, sin embargo, algunos casos lapidarios y otros francamente patéticos. China y La India, por ejemplo, que juntos representan un tercio de la demanda mundial de energía, avanzaron en su transformación y mejora, aunque no lo suficiente. Honduras, Venezuela y Nicaragua, no solo no avanzan, sino que retroceden. ¡Los malos de siempre!

Ante un señalamiento tan abrumador ¿Quién puede dudar ahora del inminente peligro que corremos los hondureños por el simple hecho de ser súbditos de un estado tan poco responsable?

El batacazo lo dio, la semana pasada, una de las voces más creíbles del país en este tema: el ingeniero Arriaga Yacamán, dos veces gerente de la ENEE advirtió que la actual crisis de la empresa podría llevar al país a la quiebra. La admonición no es menor. El país podría estar al borde del colapso social de continuar en esta deriva. La solución no se ve, ni de lejos alcanzable.

Desde hace 30 años el país no pasaba por una situación tan preocupante. Sería injusto culpar de ellos a las actuales autoridades del sector. La corrupción inveterada con que se ha gerenciado la empresa, las pésimas decisiones tomadas por políticos inescrupulosos y estultos, sumado todo a la degradación ambiental y la falta de planificación, nos han traído hasta aquí.

Hay que agregar a este lúgubre contexto, que las últimas decisiones no son las mas oportunas. Declarar la energía eléctrica un “derecho humano”, como reza la última legislación aprobada al respecto, es bastante más que un desaguisado. La energía llevada al hogar a través de una planta generadora y un tendido es un bien transable y debe ser tratada como tal. Tiene un costo de oportunidad y, por tanto, hay que pagar por ella.

Lo anterior ha sido el gran error y por consiguiente es nuestro mayor riesgo de sobrevivencia como país. Ninguna sociedad que pretenda “baypasear” las leyes de la economía podrá avanzar en un mundo como el que nos toca enfrentar. No es un simple capricho o prejuicio ideológico sino el resultado de siglos de experiencia y observación racional.

Es terrible decirlo, pero solo nos resta hacer control de daños, aprender la lección y empezar a cambiar. No será fácil ni pronto, pero no hacerlo significa un futuro de tinieblas y al final nuestro fracaso total. Lo dijo Harari y no pareció equivocarse.

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