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Sed y Justicia

Víctor Hugo Álvarez

Tegucigalpa.- En Honduras, más que en otros países, el aforismo romano de darle circo al pueblo cuando tiene hambre  está firmemente acentuado y se ha tornado en el concubino permanente  y eficaz de los últimos gobiernos que ha tenido el país.

Ese maridaje entre gobernantes y actitudes circenses, no requiere mayores explicaciones, pero si hay que citar alguna de ellas: Los medios de comunicación,  políticos, los autollamados dirigentes y líderes de la sociedad civil y hasta pastores y clérigos, por más de seis meses se enfrascaron en el tema de la elección de los nuevos miembros que integrarán la Corte Suprema de Justicia.

Es una efervescencia que raya con el paroxismo con una desfachatez inusitada entre los que se sienten impolutos y aquellos a quienes se les acusa tener más manchas que un dálmata. Con ese trasfondo se olvidaron de dos cosas: La primera que lo que el pueblo exige es una recta aplicación de la justicia, la población está cansada de tanta impunidad y de tanto sesgo en el trabajo de jueces y fiscales y el debate se centró en la escogencia de  los figurones y se opacó ese legítimo anhelo, cubriéndolo con toneladas de argumentos, acusaciones y contracusaciones escondiendo los intereses de siempre.

La segunda es que en medio de tanto cruce de opiniones, alabanzas y desprestigios queda soterrada la realidad y los desafíos a plazo inmediato que hay que asumir y dar una respuesta. Sigue el desangramiento, aumenta la pobreza, el desempleo y la exclusión pero más allá de estos problemas endémicos,  una fuerte amenaza se cierne sobre el país: La sequía.

Según la Organización Mundial de la Salud, este año más de un millón de hondureños serán víctimas de la sequía que conlleva  la baja producción de los alimentos básicos y, como consecuencia, la mal nutrición.

La cifra es alarmante ya que en el 2015 se informó de más de cien mil familias afectadas por esta situación producto de la intensidad del Fenómeno del Niño que se ensancha con el progresivo calentamiento global. Pero como vemos el pronóstico es más grave.

Los reportes sobre las consecuencias de la prolongada sequía, que según los meteorólogos se extenderá hasta mediados de junio,  avizoran una pérdida de   700 mil quintales en la producción azucarera.

La información la proporcionó  Mateo Yibrín, productor del rubro y agregó: “Se espera que vamos a caer en al menos unos 700 mil quintales, comparado a la producción del año pasado que fue de cerca de 12 millones de quintales”.

Obviamente esa disminución obedece a la sequía provocada por el fenómeno de El Niño y, en concepto de divisas,  va a significar más de 30 millones de dólares, abonado a la baja de precios en el mercado internacional por la caída del petróleo.

En el rubro de la camaricultura  la situación no puede ser más desalentadora. El impacto del extenso verano afectará con dureza a este sector y los productores han comenzado a prepararse ante  la elevada salinidad en el Golfo de Fonseca producto de la escasez de lluvias. Durante 2015 el volumen exportado fue de 51.2 millones de libras por un valor de 153 millones de dólares. En 2014 se exportaron 67.2 millones de libras por un valor de 243.6 millones de dólares, según registros del Banco Central de Honduras (BCH).

“Al comparar esas cifras se concluye que la caída en el volumen exportado fue de 16 millones de libras, o sea 23.8%, mientras que las divisas generadas se redujeron en 990.6 millones de dólares”.

El ejemplo de ambos rubros es patético, pero más alarmante es que la producción de maíz y frijol fueron diezmadas entre el 60 y el 80 por ciento por el fenómeno. Ambos productos son los cimientos de la alimentación de la empobrecida población hondureña.

Los efectos inmediatos de la sequía no sólo en el llamado corredor seco del país, sino en otros sectores de Intibucá, Gracias, Yoro y sectores de Olancho fueron graves en el 2015,  y no se avizora mejoría en el presente verano. Esto implica, hambre, mayor desempleo…miseria.

Pero hay algo que no parece haber valorado en su justa dimensión y es grave: Comayaguela y Tegucigalpa, que agrupan entre ambas ciudades alrededor de los ocho millones de habitantes, sufren desde hace año una escasez  de agua potable, no sólo en aquellas colonias y barrios que son surtidas por los acueductos,   sino en comunidades en donde no existe el sistema de agua potable, que son la mayoría, y el precio del líquido es más caro en esa poblaciones marginales y de escasos recursos. 

Grandes proyectos como los Laureles II, la ampliación de la Represa la Concepción y para el sur la Represa de Nacaome,  duermen engavetados debido a la indiferencia y al cálculo político. Muchas organizaciones no gubernamentales y Cáritas de Honduras se han empeñado en el cultivo de agua en las zonas más afectadas y el gobierno ha dado tibias respuestas ante la sequía, pero al paso que vamos la improvisación y el actuar mientras dura la crisis y después todo se olvida, acumula los problemas.

Se necesita decisión política y planificación para enfrentar estos fenómenos que serán recurrentes a medida que se agrave el calentamiento global. Es necesario abrir un diálogo sobre este tema, del cual surjan medidas concretas y que las mismas no sean manoseadas y sesgadas por los intereses  políticos sectarios.

Las discusiones bizantinas sobre quien controla o no la Corte, no abonan en nada a la búsqueda de soluciones al problema de la injusticia en el país, sólo lo agravan pues hay un pueblo sediento de la justicia que acabe con la impunidad y la criminalidad, pero más allá sediento del vital líquido y es justo y urgente solucionar este problema.

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