Por: Otto martín Wolf
Casi lo último que faltaba, un expresidente acusado de soborno decidió terminar con sus días volándose la tapa de los sesos.
Alan García -quien fuera presidente de Perú dos veces- no encontró otra manera para escapar de la cárcel y la vergüenza; se suicidó en su casa de habitación mientras la policía le esperaba afuera.
No tiene como objeto este artículo determinar si fue buen o mal presidente, si sus obras respondieron a la gente que le eligió.
De lo que se trata es de jamás he comprendido la ambición, esa clase de ambición ilimitada que lleva a un hombre que fue elevado por la mayoría a la primera posición de su país, a aceptar dinero por hacer algo que, obviamente, va contra las leyes y la moral del mundo.
Lula de Mello y Dilma Rousseff -ex presidentes de Brasil- prefirieron la cárcel donde pasarán cerca de treinta años, sentencias combinadas de ambos.
En El Salvador son tres o cuatro ex presidentes los que enfrentan cargos o han sido sentenciados también por corrupción, soborno, desviación de caudales públicos o abuso de poder.
Igual en Guatemala, ya van también tres o cuatro expresidentes que terminan con sus huesos en la cárcel.
Costa Rica conoció el de tres (Figueres, Rodríguez y Calderón) y en Perú todos, absolutamente todos los expresidentes enfrentan cargos o se encuentran en prisión por delitos similares.
Lo mismo sucede con la expresidente de Argentina Cristina Kirchner, parece que se enriqueció más de la cuenta durante los ocho años que estuvo en el cargo. A pesar de su considerable caudal e influencia política es posible que también termine en prisión.
Me pregunto, de qué sirven los “honores” y el poder que muchos buscan durante años si, al final, terminan con sus huesos en la cárcel?
Podemos pensar que mientras buscan el poder son realmente sinceros y es sólo la altura la que termina mareándolos y haciéndoles confundir el camino del servicio público con el de enriquecimiento personal?
Y los parientes, lejanos y cercanos, que por ser hijos, primos, hermanos o cónyuges consiguen influencia, poder, dinero y también en muchos casos van a dar a la cárcel.
Vale la pena?
Por otra parte, hasta qué cantidad de dinero es suficiente como para que alguien se sienta satisfecho y ya no desee robar o recibir más? Nunca he tenido – ni ambicionado- esa clase de dinero pero me parece que se puede vivir igual con quinientos millones que con mil y más tranquilo aún sin tanto por qué preocuparse.
El expresidente de Uruguay José Mujica es un hombre sencillo, admirado por todos que vive con la tranquilidad que sólo se puede conseguir con la humildad espiritual quien tiene la conciencia limpia.
Quién será más feliz: Mujica o Lula da Silva?
De qué les sirvió a todos los Lulas de América el poder, la riqueza, los halagos y la fama si, al final, en una celda tres por tres con una hora al día para hacer ejercicio y tomar un poco de sol, ninguna cantidad de dinero tiene valor.
Pero, además, está la vergüenza de verse expuesto ante el mundo como un delincuente, alguien que llegó al poder sólo por egoísmo, vanidad y ambición y no por los ideales y el amor a su pueblo que dijo sentir.
Nadie que ame de verdad a su patria, a su pueblo, puede dejarse comprar. Nadie que de verdad ame a su patria puede permitir poner su ambición y cuenta de banco primero.
Son pocos los que de verdad entran limpios y aún menos los que salen más limpios después de haber pasado por el poder y la “gloria” de gobernar.
Servirán esas lecciones para los futuros gobernantes de Honduras y el mundo?
No lo creo, decía el dictador ruso Stalin que la ambición de poder sólo se cura con la muerte.
Y, de nuevo, esa ambición de poder tiene algo que ver con el bienestar del pueblo y el mejoramiento de la patria o detrás de ella se esconde el secreto deseo de recibir honores y, con la mano izquierda, dinero?
También sería conveniente determinar si quienes les ayudan y acompañan en la lucha por el poder lo hacen porque creen que “el hombre” puede ayudar al país o, como se ha comprobado muchas veces, también van detrás del beneficio personal.
Finalmente, no olvidemos que ahora a veces se deja la silla presidencial para ir a sentarse en el banco de los acusados.