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¿Para qué debería servir una reforma educativa?

Dr. Ignacio Alonzo

Esta semana pasada, tuve la oportunidad de asistir a una conferencia brindada por el Dr Paulino Carnicero Duque, catedrático de la Universidad de Barcelona, España, gestionada por la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán. Justo, hablaba de la importancia de la formación inicial de docentes, no obstante, hacía énfasis en el papel de los profesores en la implementación de una reforma educativa. Entre otras cosas remarcó que hay una multiplicidad de implicaciones a todo nivel de las exigencias y compromisos gubernamentales, magisteriales e institucionales de lo que es una reforma educativa. Sin duda que una reforma educativa toca todos los aspectos de la vida nacional. Mientras no haya un manifiesto compromiso, dedicación y transparencia de lo que tenemos y lo que no se tiene. Una reforma debe obedecer a la profundas necesidades, vacíos y demandas de la sociedad latinoamericana, particularmente la hondureña.

Los procesos de reforma educativa, debe ser hoy más que nunca una tarea cotidiana. En el Siglo XX, se hacían las reformas y se producían profesionales por montones, estilo maquila. Hoy en el Siglo XXI, se han convertido en una práctica constante ya que los cambios violentos súper acelerados y la proliferación del conocimiento y la información no conocen fronteras. Lo anterior, nos expone ante tanta necesidad y demandas que tienen los sistemas educativos en los países del Sur, como en los más desarrollados.

Es inverosímil creer que las reformas educativas las podemos hacer desde la pobre formación de los docentes, como bien dice el informe Mckensey, son los docentes los que inician los procesos de reformas con responsabilidad. Si y solo si, deben participar de la construcción de planes y programas de estudios, aquellos que tienen las competencias, habilidades, capacidades científicas y prácticas para hacer las mejores contribuciones y sobre todo, tener una prospectiva clara de lo que la sociedad demanda hoy, mañana y pasado mañana.

Los nuevos retos a que se exponen los países de mundo de hoy son cada vez más difíciles de enfrentar. El crecimiento de las personas y sus aspiraciones, el desarrollo de la ciudadanía, los anhelos de las nuevas generaciones, abrirse a la ciudadanía, crear y transferir conocimiento, formación a lo largo de la vida y los énfasis en los procesos de lo que se enseña y se aprende. Hay una verdad que si bien es cierto, es que, hay que formar para la vida, entendiéndose que para la vida significa que hay miles o millones de jóvenes que han estudiado en la universidad algo que pensaron que sería su patrimonio intelectual y profesional en el cual se formaron, no obstante, con el tiempo se dieron cuenta que deben trabajar de otra cosa para lograr su subsistencia.

La mejora de la calidad y eficacia en lo que estamos haciendo desde una reforma de los planes de estudios, si solo se está pensando en códigos y nombres de espacios pedagógicos o cambio de nombres y estos no responden a verdaderos diagnósticos, careciendo de una mirada holistica y sistémica a efecto de no estar diseñando o rediseñando planes que ya no cumplen ni con la calidad y mucho menos con la eficacia. ¿En qué estamos pensando cuando diseñamos un plan de estudios para una determinada carrera universitaria? ¿Quienes estarían interesados en ingresar a una carrera universitaria que solo pueda ocupar profesionales que en términos de cinco o diez años, los campos de trabajo ya no existan?

Finalmente, para que una reforma educativa tenga éxito, se debe fortalecer la formación docente o lo que se conoce en otras latitudes como mejorar la profesionalidad. Es determinante para lograr una transformación de la educación de un país, el llamar a la capacitación permanente a los docentes. En el caso de Honduras, en donde los profesores sólo se preocupan por obtener una licenciatura para obtener una plaza en el sistema gubernamental, y con esto, consiguen un aumento que se le llama calificación académica que equivale, a más o menos unos 4,500 lempiras. Un estímulo y mejora a la vez de la educación en nuestro País, podría ser hacer un convenio con la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán y la Secretaría de Educación, a efecto de que los docentes puedan acceder a Maestrías, y que estas sean reconocidas en mejoras salariales. Los docentes podrían acceder a las diferentes didácticas para mejorar dos aspectos: Mejorar las metodologías de enseñanza y alcanzar mejores conocimientos en sus disciplinas para enseñar a los estudiantes en los diferentes niveles desde Prebasica. Un maestro que es reconocido y estimulado con remuneraciones económicas, sumándole la vocación, entrega y compromiso desde las aulas y demás entornos sociales, no cabe duda, que se elevarían los niveles de motivación y entusiasmo lo que vendría en una mejora para la educación.

Si una reforma educativa, no tiene como objetivo fundamental sacar de la ignorancia, pobreza y calamidad de vida a los millones de estudiantes beneficiarios, no vale la pena el esfuerzo ni la inversión. Si una reforma educativa no tiene como propósito la implementación de políticas educativas que puedan direccionar los proyectos educativos, solo se estaría haciendo lo mismo de lo mismo y como resultado final se tendría una gran masa de niños y jóvenes en América Latina y particularmente en Honduras rezagados, postergados y sin ninguna esperanza de competir en este mundo de hoy y de mañana. Las reformas educativas llegaron presididas de un pesimismo y suicidio pedagógico,
comenzando la década de los 90 irrumpió un optimismo, no obstante, después de 35 años, han cambiado tanto las cosas, y lo que los organismos internacionales es decir el Banco Mundial recomendó, es y debe ser súper revisado a efecto de enfrentar desde otras ópticas y a la vez, se deben examinar los modelos acuñados e implementados, para ver si realmente son pertinentes. Si una reforma no promueve las competencias y el constructivismo, tramos de la pedagogía crítica, enfoque crítico, inteligencias múltiples, los siete saberes de E. Morin, es decir, no monopolizar o circunscribirse a un espacio limitado de educar, sino diversificar el modelo. Es decir que los diseños curriculares deben ir dirigidos a que los estudiantes aprendan haciendo, aprendan a vivir, aprendan a ser, aprendan a aprender. Urge entonces, elaborar políticas educativas, volver realidad la reforma educativa acorde a las necesidades y demandas de una sociedad que experimenta la Cuarta Revolución.

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