
El sistema financiero hondureño ha demostrado ser estable y resiliente en los últimos años, con niveles manejables de préstamos en mora y una regulación que sostiene la confianza de los usuarios.
Sin embargo, persisten limitaciones que no pueden ignorarse: la inclusión financiera avanza con lentitud, la conectividad digital es insuficiente y los trámites bancarios aún resultan engorrosos para una gran parte de la población. Lejos de restar mérito a lo alcanzado, la reflexión que debemos hacer es cómo la banca hondureña puede servirse de la Inteligencia Artificial, con el apoyo de un gobierno digital moderno, para convertirse en un motor de oportunidades más amplio y equitativo.
Las cifras hablan por sí mismas. En 2019, último dato de estudio, apenas el 50.3 % de la población adulta contaba con una cuenta bancaria, y las mujeres seguían estando en clara desventaja: solo el 29 % tenía acceso a una cuenta frente al 49 % de los hombres. Aunque en 2023 se registró un crecimiento del 9.1 % en la participación femenina, alcanzando niveles de paridad, el uso de productos financieros como créditos o ahorros sigue siendo limitado entre ellas.
La brecha digital también se suma al desafío: apenas el 42 % de los hondureños utiliza internet, frente al 60 % promedio en Centroamérica y más del 70 % en América Latina y el Caribe. En 2019, la cifra era todavía más baja, con apenas 39.4 %, lo que refleja el atraso de la infraestructura tecnológica respecto a las necesidades de la población.
En este contexto, la Inteligencia Artificial abre un horizonte de transformación. La apertura de cuentas podría dejar de ser un trámite presencial y convertirse en un proceso rápido y seguro con validación biométrica y algoritmos inteligentes que reduzcan riesgos sin excluir a los sectores más vulnerables. Las remesas, que representan más del 25 % del PIB y que en su mayoría son retiradas en efectivo, podrían canalizarse hacia billeteras digitales que generen ahorro, crédito o inversión productiva. Este cambio tendría un impacto directo en las mujeres, que reciben cerca del 68 % de las remesas, pero que pocas veces logran convertir ese ingreso en inclusión financiera real.
La personalización es otra oportunidad que ofrece la Inteligencia Artificial. Con el uso de datos desagregados, la banca puede diseñar productos ajustados a las necesidades de distintos segmentos: microcréditos más accesibles para emprendedoras, programas de ahorro digital para jóvenes o seguros adaptados a las condiciones de las zonas rurales. Los asistentes virtuales y chatbots, apoyados en IA conversacional, pueden orientar a los clientes en sus decisiones, resolver trámites cotidianos y ofrecer educación financiera en lenguaje simple, fortaleciendo la confianza de los usuarios. Además, la cobertura en áreas rurales, donde la infraestructura bancaria es limitada y los agentes financieros se concentran en Cortés y Francisco Morazán, puede ampliarse con aplicaciones móviles inteligentes y agentes comunitarios equipados con herramientas digitales.
Nada de esto sustituye el rol de la regulación ni el compromiso del Estado. La tecnología es un instrumento, no un fin en sí mismo. Para que la Inteligencia Artificial sea una verdadera aliada del sistema financiero hondureño, se necesita un marco normativo claro, ético y flexible, que permita innovar sin comprometer la seguridad y la privacidad de los usuarios. El impulso de un gobierno digital coherente, que fomente la interoperabilidad y la colaboración entre bancos, fintechs y entidades públicas, será clave para aprovechar esta oportunidad.
La banca hondureña ya ha demostrado solidez. Ahora tiene ante sí el reto y la posibilidad de evolucionar hacia un modelo más cercano, inclusivo y justo. La Inteligencia Artificial no viene a reemplazar su papel, sino a fortalecerlo. Y es justo señalar que en la actual contienda electoral, el candidato presidencial del Partido Liberal, Salvador Nasralla, es el ú