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Las sociedades utópicas como crítica política y social

José S. Azcona

La creación de mundos o sociedades imaginarias ha servido a lo largo de la historia para cumplir varias funciones interesantes de análisis y comentario de la situación en que se vive. Esto no abarca la fantasía pura ni el escapismo superficial, cuyo fin es entretener y distraer la mente. No comprende la historia alternativa ni conjeturas que tengan poca relación con el presente. Es más bien una herramienta sutil y versátil que ha permitido crear espejos de la realidad, advertencias, o visiones aspiracionales. 

El uso de estas figuras ha permitido hacer crítica de temas prohibidos y evitar la persecución del inquisidor o la policía. Al plasmar la acción en un espacio paralelo, se reducen las presiones de conformar con los dogmas establecidos y permiten mucha más libertad de creación. La narrativa también contribuye a la universalidad, ya que una narrativa enmarcada en ciertas condiciones específicas de cultura, tiempo o entorno, puede ser menos relacionable para lectores futuros que una realidad alternativa.

Este genero lo podemos distinguir en tres tipos: utopía, distopía, o paralelo. En el primer caso, se describe un ideal contrapuesto a nuestras deficiencias, y este ideal debe de ser alcanzable o al menos comprensible. Su objeto primario es criticar elementos concretos de la realidad en la que vive quien escribe. La República de Platón pretende confrontar las deficiencias en la organización social de las ciudades griegas del siglo IV a. C. y la irracionalidad en su gobierno. La Utopía de Tomás Moro critica desde una óptica humanista los abusos y las injusticias de la Europa del siglo XVI. Ambas, al hacer referencia a delicados temas religiosos o de gobierno, se definen como ficciones, permitiendo al libro ser divulgado al no ser una amenaza al poder.

Las distopías se caracterizan más que por describir una realidad actual, sino también por advertir lo que puede pasar si esta no es sujeto de una reforma.  Generalmente cumplen la función de advertir de un peligro cuando este solo es latente.  Un Mundo Feliz (Brave New World) de Aldous Huxley, y Nosotros de Yevgeny Zamyatin, representaban una advertencia de los peligros de la eficiente sociedad industrial llevada a sus extremos lógicos. 1984 de George Orwell hacía una advertencia sobre el poder concentrado latente en la sociedad moderna combinado con los peligros de la tecnología de las comunicaciones. 

Un paralelo pretende ser una parodia o comentario de la realidad tal como es, muchas veces exagerando o aislando componentes para hacerlos más notorios. La realidad tiene demasiados componentes que confunden la atención y dificultan el análisis. Un ejemplo es la serie de libros La Costumbre del Poder de Luis Spota, donde reproduce el México de la década de 1970. Otro, más cercano, es El Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias, basado en la figura del dictador Manuel Estrada Cabrera. En ambos casos, el mensaje va más allá de describir estas dos realidades y nos lleva a ver elementos que son más universales y permanentes.

Los Viajes de Gulliver de Jonathan Swift es interesante porque en sus cuatro mundos imaginarios abarca estos tres componentes. Dos de ellos son paralelos (el de los pequeños y los grandes), uno es utópico (el de los caballos) y otro es distópico (el de la isla). Sus vívidos paisajes que captan la imaginación de los niños contienen un profundo análisis de las realidades británicas de inicios del siglo XVIII.

Estos libros, y otros similares, son importantes para entender las aspiraciones y pensamientos de la humanidad a lo largo del tiempo. La creación de mundos alternos puede servir de espejo para ver más claramente el nuestro, entenderlo y tratar de mejorarlo.

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