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El regreso del tráfico humano

Jp Carías Chaverri

La reciente tragedia de migrantes encontrados muertos en los Estados Unidos tristemente visibiliza el hecho de que uno de los negocios más lucrativo del mundo, el tráfico ilegal de personas, está de vuelta, tras la pausa forzada por el Coronavirus. El portal de datos sobre migración indica que “las estimaciones con un supuesto de crecimiento cero en el número de migrantes entre el 1 de marzo y el 1 de julio de 2020 sugieren una disminución de casi 2 millones de migrantes internacionales a nivel mundial… (DAES, 2020).”

Esta tragedia desnuda también la verdad de que los países desarrollados muestran una doble moral frente al migrante, de no te quiero, pero te necesito. Los migrantes sostienen un estilo de vida, porque las economías de confort de estos países necesitarían que las parejas criaran muchos más hijos de los que tienen para sostener estas estructuras. Y cualquier madre y padre, con el mínimo de responsabilidad, sabe que la crianza de los hijos e hijas es el trabajo, si bien el más gratificante, a la vez es el más difícil e interminable.

Así que, aunque no dejan de ser medidas positivas, el hecho que los progresistas otorguen facilidades a población de origen migrante que ha sido discriminada por administraciones conservadoras, como los Dreamers, no es necesariamente un acto desinteresado. Muchos entienden que sus economías los necesitan y tratan de mantener un frágil equilibrio, entre la mano de obra que requieren y la migración que es manejable.

Porque, aunque la teoría de “el gran remplazo” es propia de la extrema derecha es algo que no deja de calarles a muchos, en una u otra forma, sobre todo cuando más y más se enfrentan a entornos donde son minoría (en un bus de trasporte público de Nueva York o Montreal, usted podrá escuchar cuatro o cinco lenguas al mismo tiempo, y ninguna es inglés o francés, y en La Florida puede ser común que la cajera solo le entienda en español).

Es visible entonces que a la vez se implementan políticas para reducir la inmigración ilegal, que tiene curiosas contradicciones: los ilegales en Estados Unidos, tienen derechos restringidos, pero pueden optar en varios Estados a un permiso de conducir (que es necesario para que trabajen) y deben además de pagar impuestos, cosa ridícula, si al final resulta que son deportados.

Al mismo tiempo surgen populistas cercanos al fascismo fundamentalista (puede ser que influenciados por la teoría del remplazo) que se empeñan en levantar restricciones a los migrantes, inclusive legales, porque dicen que no se integran debidamente a la cultura local, mientras las empresas en Norteamérica sufren una penuria de mano de obra que restringe sus operaciones, algo crítico sobre todo si se considera que varios centros de análisis empiezan a advertir sobre una posible estanflación, es decir, una tormenta perfecta en la que hay inflación, estancamiento y desempleo. 

En este contexto, los retos que deja el Coronavirus, que se resiste a partir, ponen a los políticos al mando, en los países desarrollados y los que están en desarrollo, difíciles pruebas y su lentitud de pensamiento provoca más y más contradicciones.

Estos tiempos demandan estadistas y muchos aquí y allá se quedan cortos y cortas en sus capacidades. Por ejemplo, la cantidad de los migrantes ilegales en los centros de detención en diferentes lugares de Norte América va en franco crecimiento, y en los aeropuertos hay una crisis operacional porque no hay quien físicamente bajé las maletas de los aviones.

Al mismo tiempo, las restricciones para trabajar en determinados sectores, aunque se han reducido, se mantienen, tratando de dejar los mejores trabajos a los locales. Por ejemplo, doctores, dentistas y enfermeras migrantes luchan y luchan para ganar un puesto y son sistemáticamente discriminados. La Pandemia desnudó esto con dureza en la provincia de Quebec, cuando el sistema no tuvo capacidad para atender a los pacientes de la tercera edad aquejados por Covid-19, y en los ancianatos este racismo (no hay otro nombre) se pagó con muertos.

De igual forma, es inmensamente triste, pero es fácil prever que la historia del “camión de la muerte” en Texas se repetirá muchas veces, porque con la reducción del Coronavirus el detestable tráfico humano volverá con una cadena de suministro agobiada por la desesperación, esta vez, no sólo desde el sur, sino también desde el norte.

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