La India inició la liberalización de su economía a principios de la década de 1990 con un 36 por ciento de pobres «oficiales» y redujo ese porcentaje al 28,6 en 2000 y al 27,5 en 2005, un ritmo que convierte en quimera el cumplimiento del «objetivo del milenio» de la ONU de 2000 que pretendía reducir la pobreza a la mitad para 2015.
«La verdadera razón de la pobreza está en que las políticas públicas no están orientadas a una buena gobernación ni están formuladas apropiadamente. No se genera trabajo, no hay atención sanitaria, ni educación», explicó a Efe el sociólogo Dipankar Gupta.
En el siglo XIX, la India llegó a poseer el 16 por ciento de la riqueza mundial, pero el país no logró conectarse a la revolución industrial.
Tampoco ayudó a la reducción de la pobreza la política de los años posteriores a la independencia (1947), que sujetó a la industria privada con un complejo sistema de licencias y abocó al país a un crecimiento menor que el de los «tigres asiáticos».
Pese al fuerte crecimiento del PIB y las últimas dos décadas de liberalización, la mayoría de los indios siguen atados al campo, un sector de magro crecimiento y peso económico decreciente.
La agricultura ocupa a dos tercios de la población, pero sólo genera el 17,8 por ciento del PIB. Según el Banco Mundial, precisa reformas y no es «ni económica ni ambientalmente sostenible».
«La agricultura nunca podrá crecer al mismo ritmo que los demás sectores. La solución para nuestro crecimiento pasa por mover a los trabajadores desde los sectores agrícolas hacia los demás», aseguró a Efe el ex presidente del Consejo Económico de la India Suresh Tendulkar.
En las zonas rurales, donde viven el 75 por ciento de los pobres, sigue además vigente el sistema de castas, una estructura que aboca a los peor situados en él a ocuparse en las tareas que nadie más quiere y bajo condiciones ímprobas.
Sin embargo, los analistas indios confían en que el desarrollo manufacturero y de los servicios llevarán aparejada una progresiva migración a las ciudades y, de rebote, la pérdida de significado de este jerárquico sistema, para algunos causa última de la pobreza del país.
«El sistema de castas se ha colapsado. Los terratenientes ya no ocupan la posición que tenían y ya no pueden movilizar como antes a la población. La casta no desaparecerá, pero continuará sólo como un fenómeno de identidad y amor propio», predijo Gupta.
Por prometedor que sea su futuro, la India sigue sufriendo graves carencias en el plano del desarrollo humano: el 15,5 por ciento de los indios no vive más de 40 años, una de cada tres personas no saben leer y el 47 por ciento de los niños están malnutridos.
Un informe de ActionAid difundido hoy con ocasión del Día Mundial de la Alimentación revela que el país ha añadido 30 millones de personas a sus filas de hambrientos desde mediados de la década de 1990.
«El lado oscuro del crecimiento económico indio ha sido que los grupos sociales excluidos han sido más marginalizados», constató el director de ActionAid India, Babu Matthew, según la agencia IANS.
Y todo ello pese a la aprobación de leyes y programas para combatir la pobreza cuya «implementación sigue siendo un reto masivo en ausencia de reconocimiento de los derechos de los pobres», según el responsable de Derecho a la Alimentación de esta ONG, Amar Joyti Nayak.
En opinión de Gupta, los esfuerzos del Estado desde la independencia -subsidios alimentarios, control de precios, mejoras de técnicas agrícolas, medidas educativas- sí repercutieron en el fin de las grandes hambrunas, pero es hora de dar el siguiente paso.
«El Estado -concluyó- debe ejercer su liderazgo para fomentar un cambio de modelo, invertir en salud, en educación. No habrá cambios si las elites indias se preocupan sólo de sí mismas. Los pobres no lucharán si ven que puedan perder la subvención de combustible».