Por Alberto García Marrder
Especial para Proceso Digital, La Tribuna y El País de Honduras
Hace unos dos meses cometí el error de comparar los continos viajes de Marco Rubio (Secretario de Estado de Estados Unidos ) a los de un turista sin finalidad alguna.
Pues bien, en menos de 100 días del segundo mandato de Donald Trump, el ex senador de Florida, de origen cubano, se ha convertido en imprescindible en la Casa Blanca y el más valorado ministro. Y este artículo es para rectificar.
“Cuando tengo un problema, llamo a Marco y este lo resuelve”, comentó Trump, lleno de admiración, por el que hace unos ocho años (en 2016) le llamaba groseramente “Litle Marco” (El Pequeño Marco”, durante unas primarias presidenciales republicanas.
Y que ha hecho Rubio, para subir tan alto, a pesar de su corta estatura: complacer y elogiar a un narcisista como Trump y reiterar que cumple con sus directrices.

Y que ha pasado con las creencias del ex senador Rubio contra las dictaduras, la defensa de una migración controlada y un respeto a los derechos humanos?
Y que ha pasado con su pasado histórico de haber nacido en Miami en 1971 (por lo tanto americano de nacimiento) de padres cubanos exiliados en 1956, cuando Trump quiere eliminar “la nacionalidad por nacimiento”, derecho incluido en la Constitución.
Trump alega que muchas mexicanas, embarazadas, vienen a Estados Unidos, solo para tener un hijo americano por nacimiento.
Ya eso es papel mojado. Ahora Rubio defiende las deportaciones masivas de Trump de inmigrantes centroamericanos y la de poner buena cara a dictadores como el líder ruso, Vladimir Putin, en el conflicto de Ucrania.
No sé si es un cambio de convicciones. Pero si es un intento de complacer siempre a Trump, famoso por despedir fulminantemente a los Secretarios (ministros) que le lleven la contraria o los que no lo alaben suficientemente. Y para eso tiene un gabinete cuyo mérito es ser leal a él. Si son capaces, profesionalmente, es ya secundario.
(Ha nombrado a presentadores de la cadena de televisión ultra conservadora “Fox News”, su favorita) como ministros y sin experiencia en su cargo. Pero a Trump le gustaba como lo trataban. Entre ellos, está el Secretario de Defensa, Pete Heseth, un guapo de Fox, perdido en el inmenso Pentágono.
Además de Secretario de Estado (política exterior), Rubio tiene actualmente otros tres cargos: Jefe del Departamento de Ayuda al Exterior (AIDUS), Consejero de Defensa Nacional y encargado de los Archivos Nacionales.

Pero hay en todo este tinglado de Rubio una pregunta clave: ¿A que aspira realmente?
El diario “The Washinton Post” especula que Rubio podría tener otra vez aspiraciones presidenciales y presentarse como candidato a la Casa Blanca en las elecciones del 2028.
O hay otra posibilidad, a la que me apunto. Como Trump no puede presentarse –aunque él lo quiere- a un tercer mandato (según la Constitución), podría presentar una candidatura “fantasma” de Rubio o del vice presidente, el ultra conservador J. Vance. Y gobernar en realidad él.
Todo es posible en el mundo irreal de Donald Trump. Como la de forzar a sus congresistas republicanos (tiene una ligera mayoría en las dos cámaras) para reformar la Constitución.