Transcurrían los comienzos del siglo dieciocho. En el Corpus, Choluteca, se gestaba una lucha heroica de los esclavos negros que, azotados por el opresor español, habían sustituido a los diezmados indios en el oprobioso trabajo de minería en esa antigua población.
El líder de la revuelta llamado Butuko o Butuco, enfrentó desde lo alto de la profunda y vertical bocamina a los administradores españoles que osadamente habían descendido por el estrecho túnel.
Relata la historia de la época que los jefes de la mina llegaron a sofocar la revuelta y que en ese momento se encontraban en una posición desventajosa, ya que Butuko estaba en poder de una enorme piedra redonda.
Los esclavistas cambiaron sus amenazas por frases de admiración al líder negro. Butuko no escuchó los cantos de sirena y soltó la piedra que aplastó a los españoles.
Luego los negros mineros esclavos de El Corpus, marcharon hacia Tegucigalpa a expresar su rechazo al histórico maltrato.
Nadie sabe si los cuerpos de los ibéricos fueron retirados o enterrados en otro sitio.
Los recientes sucesos han dado paso a expresiones de tecnócratas y represores que se apresuran a decir que hay mil minas ilegales y que FUSINA los debe expulsar lo más pronto posible.
Está ausente la solidaridad y el análisis de la pobreza de la zona. No está en las reflexiones de los burócratas que, simulando todo, han llegado a El Corpus.
Los abogados del gobierno quieren que se organicen para luego expropiarlos y entregar la mina Cuculmeca y otras, a compañías canadienses y americanas y que se vuelva al sometimiento.