Este es el título de un interesante volumen escrito por Rómulo E. Durón y publicado en 1904. En este recoge la historia política y descripción de la región centro sur de Honduras durante el periodo 1817-21, en el que don Narciso Mallol fue Alcalde Mayor (gobernador) de la Provincia de Tegucigalpa. A diferencia de nuestra imagen convencional de la historia colonial, este fue un periodo de efervescencia y progreso considerable.
Un funcionario peninsular de mucha diligencia y capacidad recibió este nombramiento sabiendo que sería la culminación de su carrera, dedicándole toda su energía y capacidad. Aunque tomó posesión estando ya enfermo (requiriendo convalecencias periódicas) y no dedicó esfuerzos a cultivar relaciones con la oligarquía criolla ni popularidad con las masas, logró dejar una huella de progreso y orden.
El estado estaba constituido de una forma semi feudal. Las poblaciones estaban definidas por razas o cultura, y agrupadas como comunidades para tener una representación jurídica. Los indígenas estaban a la base de un sistema de castas desigual e injusto, aunque a inicios del siglo XIX se habían decretado múltiples reformas quitando tributos, obligando a respetar las tierras ejidales y eliminando los castigos físicos.
La obra más visible que dejó fue el puente conocido después como “Mallol”. No existe una obra de infraestructura construida en Honduras antes del fragmento del ferrocarril interoceánico (en la década de 1870) de igual magnitud. La falta de obras similares demuestra el atraso y la marginalidad del país en estos tiempos, y acentúa más el mérito de quienes lo hicieron trascender. El puente se inició en 1817 basado en un estudio ya existente, y “a los tres meses y dos días de haberse echado la primera piedra al cimiento, se concluyeron los ocho bastiones de que el puente se componía” (enero-marzo 1818). Durante la administración de Mallol, se concluyeron los arcos y se habilitó el paso provisional, pero el río “se llevó el 23 de octubre de 1823, los dos arcos que daban a la parte de Comayagüela, y se emprendió la reconstrucción, cuidando de añadir dos arcos hacia este pueblo”.
Financiarlo requirió recursos públicos, donaciones privadas (obtenidas bajo varios niveles de coerción), trabajos forzados de comunidades y de privados de libertad. “Se veían las iniquidades mayores. Un asunto civil se volvía criminal. Se veían hombres con cadenas, con ración y sin sueldo trabajando en la obra, y el que no tenía cadena no tenía ración ni tenía sueldo.” La controversia que acompañó al proyecto está bien documentada, lo que refleja una capacidad ejecutiva eficiente y también una comunidad diversa y vibrante.
Importante también fue la labor en educación y organización política. Se abrió de forma permanente la primera escuela de letras de Tegucigalpa y se expandieron las escuelas informales en varias villas y pueblos, con énfasis especial a incluir a la población indígena en la educación primaria. Se constituyó la alcaldía de Comayagüela con su propio cabildo, ya que anteriormente no gozaba de autonomía, y se fortalecieron las autoridades locales en varias regiones.
Durante el periodo revolucionario, la invasión napoleónica y la guerra de independencia española (1789-1815), hubo un deterioro de las condiciones de gobierno en el imperio. Al finalizar, el gobierno tuvo un fuerte impulso para reactivar la producción minera, la introducción de cultivos nuevos, hacer reformas legales y restaurar la administración civil en el territorio con la idea de que se desarrollara como parte del estado español.
La administración colonial, por las dificultades de comunicaciones (podía tomar más de un año que una carta recibiera contestación desde Honduras a España, y 45 días a Guatemala) y el instinto de centralización, no era funcional, por lo que difícilmente se lograría el cometido. Aun la restauración de la constitución de Cádiz en 1820 fue insuficiente para dar una opción funcional de gobierno a tanta distancia, aun sin el ejemplo revolucionario dado en distintas partes del continente.
Un régimen colonial eficiente iba a ser menos tolerado que uno sin exigencias, y no se tenía una cultura de responsabilidad propia que lo supliera.
Políticamente, lo que vino después representó un avance y representaba una lógica conclusión. Pero el conflicto civil, la desaparición de un estado fuerte y la pérdida de funcionarios preparados que mandaba la corona coartó la capacidad de creación y el impulso de crecimiento por mucho tiempo. Mallol murió el 6 de marzo de 1821 y la población no lo lloró, pero su puente sigue con nosotros al igual que su visión de un futuro de progreso.
Libro en PDF gratuito:
http://www.cervantesvirtual.com/obra/la-provincia-de-tegucigalpa-bajo-el-gobierno-de-mallol-1817-1821-estudio-historico-953150/