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La oficina Oval de Trump en la Casa Blanca y la que yo recuerdo cuando fui a entrevistar a Ronald Reagan

Por Alberto García Marrder 
Especial para Proceso Digital, La Tribuna y El País de Honduras

Antes de sentarse en el sillón del escritorio Resolute de la Oficina Oval de la Casa Blanca, Donald Trump la había amueblado a su gusto y para hacer desaparecer cualquier vestigio dejado por su predecesor en la presidencia, Joe Biden. 

Incluido un botón secreto, que Biden había mandado a quitar del escritorio, para pedir Trump su bebida preferida: La “Diet Coke”, la Coca Cola de dieta. 

García Marrder entrevista al presidente Ronald Reagan.

Conozco muy bien esa Oficina Oval, que efectivamente es oval y donde se toman decisiones que afectan al mundo. En 1985, fui a entrevistar al ex presidente Ronald Reagan, acompañado de la periodista francesa Anne Leroux, que era mi segunda en la oficina de la Agencia española de noticias EFE en Washington. 

Reagan y yo nos sentamos en dos sillones de los visitantes y Anne en un sofá, en el lado opuesto del famoso escritorio, regalo de la reina Victoria de Inglaterra en 1880 y construido con madera de roble, de los restos del buque británico”Resolute”, hundido en el Ártico en 1854. 

Entrar a la Oficina Oval impresiona a cualquiera, menos a Trump que ya estuvo en la Casa Blanca en su primer mandato (2017-2021). Mandó a poner esta vez unas fotos familiares, en una mesa cercana y se hizo acompañar de líderes importantes, como un busto de Winston Churchill y del líder de los derechos civiles, Martin Luther King. Y como siempre, cuadros de los héroes George Washington y Abraham Lincoln 

Y en el primer día de su segunda presidencia (el de la “revancha”) comenzó a firmar –con un marcador- cien  órdenes ejecutivas que ponen patas arriba a Estados Unidos y al mundo. Es un Trump arrogante y soberbio, que dice que ha recibido con su arrolladora victoria electoral del 5 de noviembre, un mandato del pueblo americano de hacer de Estados Unidos, “un gran país”. 

Eso incluye, para Trump, recuperar el Canal de Panamá (“Lo construimos y no debimos regalarlo”), comprar Groenlandia a los daneses y bautizar el Golfo de México como “Golfo de América”. 

Pueden parecer algunas extravagancias del nuevo presidente, pero hay que tomarlas en serio. Pero, en el caso del Canal de Panamá o Groenlandia, ha dicho que no descarta el uso de la fuerza.  Y ya lo hizo Estados Unidos cuando invadió Panamá en 1989, para derrocar al dictador, el general  Manuel Antonio Noriega. 

Donald Trump atiende la prensa.

¿Puede este precedente implicar que haría lo mismo Trump para derrocar a dos crueles dictadores latinoamericanos, como Nicolás Maduro en Venezuela o Daniel Ortega en Nicaragua? 

No es una prioridad para el nuevo presidente (más pendiente de las deportaciones masivas de inmigrantes ilegales, aranceles a México, Putin o China), pero si va a forzar una salida con nuevas y drásticas sanciones que harán temblar a Maduro y a Ortega y a su esposa, la “Hombre fuerte” de Nicaragua, Rosario Murillo. Y a Cuba, tras más de 60 años del fracaso de la revolución castrista.   

¿Y tendrá Trump un contra-peso estos cuatro años? 

Por ahora no. Controla las dos cámara del Congreso, un Tribunal Supremo “simpatizante” y una prensa “callada” y “acojonada” por futuras demandas por supuestas difamaciones. 

Está de moda compararlo a un emperador romano, pero se  quedan cortos en esa comparación. Si supera en el poder y órdenes, a todo un Nerón !!!

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