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La devaluación del lempira pasa factura

Por Dagoberto Rodríguez

El lempira experimentó un deslizamiento de al menos 0.42 centavos frente al dólar en los últimos tres meses, una situación que se desprende del acuerdo alcanzado entre el gobierno de Honduras y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Este compromiso, que implica la devaluación de la moneda nacional como requisito para avanzar en la revisión del acuerdo económico con el organismo, ha generado una fuerte presión sobre los sectores más vulnerables de la población y plantea interrogantes sobre los beneficios reales de esta estrategia económica.

La depreciación del lempira, que pasó de 24.87 a 25.27 lempiras por dólar entre el 1 de agosto y el 27 de noviembre, tiene un efecto directo e inmediato en la vida cotidiana de los hondureños.

Por ejemplo, quienes necesiten adquirir 1,000 dólares, ya sea para negocios, pagos internacionales o cualquier otro propósito, ahora deberán desembolsar 420 lempiras más en comparación con tres meses atrás.

Esta situación se ve agravada en un contexto de bajos salarios, donde el ingreso promedio de la mayoría de la población apenas alcanza para cubrir necesidades básicas.

Adicionalmente, los economistas consideran que la depreciación repercute en el precio de productos importados, desde alimentos hasta combustibles, lo que impulsa la inflación y reduce aún más el poder adquisitivo de las familias.

El deslizamiento de la moneda ejerce presión sobre los costos de bienes de consumo esenciales y podría ser especialmente crítica en la temporada navideña, un periodo en el que históricamente se incrementa la demanda de divisas debido a las importaciones de bienes y productos de temporada.

De continuar esta tendencia, los economistas prevén que el deslizamiento del lempira frente al dólar oscilará entre 0.50 y 0.60 centavos para finales de este año, consolidando una depreciación que muchos consideran preocupante.

Si bien el gobierno justifica esta devaluación como una medida para mantener la competitividad en las exportaciones y garantizar la estabilidad macroeconómica, el impacto negativo en el poder adquisitivo y el aumento del costo de vida generan dudas sobre la efectividad de esta estrategia.

Más allá del acuerdo con el FMI, el deslizamiento del lempira pone de manifiesto problemas estructurales en la economía hondureña. La falta de diversificación económica y la dependencia excesiva de las importaciones debilitan la moneda nacional y aumentan la vulnerabilidad frente a fluctuaciones externas.

Asimismo, la insuficiencia en la generación de divisas a través de sectores clave como el turismo, las exportaciones y la inversión extranjera limita la capacidad del país para resistir presiones económicas externas.

Por otro lado, las reservas internacionales, que deberían actuar como un amortiguador frente a estas dinámicas, podrían no estar siendo utilizadas de manera efectiva para estabilizar la moneda, priorizando en cambio otros compromisos financieros.

Aunque la devaluación es justificada por el gobierno como una herramienta para favorecer a sectores exportadores, su impacto positivo en la economía es limitado debido a la débil infraestructura productiva del país.

La mayoría de los beneficios de una moneda más barata para exportar no alcanzan a compensar el daño que genera en los sectores más amplios de la población, especialmente los consumidores y las pequeñas empresas, que enfrentan costos más altos por bienes importados.

Además, la estrategia parece favorecer a ciertos grupos económicos, como grandes exportadores y conglomerados financieros, mientras que los ciudadanos comunes, que dependen de productos básicos importados, cargan con las consecuencias. Esto plantea un desafío ético y político para un gobierno que promete priorizar a los más vulnerables.

La depreciación sostenida del lempira podría ser un arma de doble filo. Si bien busca mantener ciertos equilibrios económicos, su implementación sin medidas complementarias de mitigación profundiza las desigualdades sociales y económicas.

El gobierno debe considerar urgentemente estrategias para reducir la dependencia de las importaciones, incentivar la producción nacional y estabilizar los precios básicos.

Asimismo, es crucial que las decisiones de política económica sean comunicadas de manera transparente, explicando los beneficios esperados y mostrando un compromiso claro con proteger a los sectores más afectados.

La estabilidad económica y el cumplimiento de los compromisos con el FMI no debe lograrse a costa del bienestar de las familias hondureñas, sino como un medio para construir un desarrollo equitativo y sostenible.

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