
En nuestro sistema de decisiones, quien sostiene a los gobiernos pagando impuestos tributarios o no y toda carga que se le ocurra a los gobernantes no necesariamente para propósitos del bien común, solo toma la palabra una vez cada cuatro años. Si se equivoca, debe esperar con estoicismo y paciencia el calvario de su error.
En el lapso de 4 años Juan Pueblo envió mensajes claros de su cansancio frente a la intolerancia de los gobernantes. Los favorecidos en 2021 asumieron la postura de “elegidos” y su lectura equivocada les hizo pensar que habían recibido un cheque en blanco, no para igualar los desmanes previos si no para superarlos. Hoy, si alcanzan la mitad de votos que obtuvieron a nivel presidencial hace 4 años, que se consideren dichosos.
Los presupuestos que en cuatro años ascendieron L.1.6 billones, se diluyeron en obras cosméticas en los 3 niveles teniendo el Congreso Nacional el peor desempeño y el ejecutivo el mayor saqueo de la historia de Honduras.
Se escamotearon los recursos a nivel local de las alcaldías que según la ley desde hace más de 10 años debe ser el 11% de los ingresos tributarios y en su lugar las transferencias se utilizaron para exigir intercambios de alineamiento y hasta humillaciones como le ocurrió al alcalde de La Campa cuando llegó a requerir fondos para un camino de tierra en su municipio.
El más serio deterioro lo sufrieron los operadores de justicia, las Fuerzas Armadas que obtuvo su autonomía en 1957 y en general la mayoría de las entidades descentralizadas. Incluso, algunas organizaciones sin fines de lucro que reciben magros apoyos gubernamentales no escaparon al chantaje y la extorsión del poder ejecutivo siendo perseguidas y hasta intervenidas. Casi nada escapó al poder absoluto centralizado en el ejecutivo a través de un “agente ex oficio”, que resultó ser el poder verdadero.
La incoherencia del partido LIBRE entre su oferta política; su pueril defensa de los intereses del pueblo y su manejo deficiente de la cosa pública, alimentó el desencanto de la mayoría de los 1.7 millones de votantes a su favor en 2021. Su desmedido autoritarismo y su devoción notoria por cumplirle a camaradas ideológicos externos que no hicieron nada para reciprocarle, mientras perdíamos inversión, empleos, exportaciones, mercados y socios comerciales que consistentemente han comprado nuestros bienes. Encima, resultó inusitada la obsesión por introducir una ley que deroga incentivos fiscales y establece nuevas cargas principalmente al grupo que mayor apoyo aporta al país; las remesas de sus emigrantes.
La inflación encubierta en una base que data de 1999, aplicada a productos de una canasta básica obsoleta para un segmento desfasado de población no representativo de ingresos, no se revela en las cifras oficiales, pero si se percibe en los ingresos cada día más menguados. Políticas económicas desacertadas en cuanto a tasas de interés y tipo de cambio, también han impulsado el costo de vida con mayor impacto negativo en las clases baja y media de la población hondureña.
Juan Pueblo se cansó. No está dispuesto a tolerar gobiernos abusivos, autoritarios, irrespetuosos de la ley y de sus ciudadanos, apartados de la vía pública por individuos con privilegios que solo corresponden al Presidente de la República.
El ganador del esperado conteo pendiente de votos, debe de otorgar una lectura apropiada al mensaje de Juan Pueblo. Puede ser la última oportunidad de los mandantes a sus mandatarios que una vez en el poder, se tornan en verdugos de sus propios compatriotas. Su voz ignorada puede ser sustituida por cualquier otro instrumento más disuasivo.
En mal llamadas “democracias socialistas” o no, el principio de pesos y contrapesos desarrollados por Locke y Montesquieu, ha retornado al poder absoluto de los monarcas que precisamente se trata de evitar. Ese equilibrio debe retomarse, para que el bien común prevalezca.






