Madrid – Un año ha pasado desde que el rey emérito de España Juan Carlos I decidiera abandonar de manera temporal el país por el revuelo causado por las noticias sobre sus presuntos negocios irregulares en el extranjero y, aunque no hay indicios de cuándo regresaría, su deseo es hacerlo en cuanto se den las circunstancias.
«Tiene unas ganas locas de volver», apuntan a EFE fuentes de su entorno para destacar su anhelo de poner fin a su estancia en Abu Dabi, la capital de Emiratos Árabes Unidos.
Fue el 3 de agosto del 2020 cuando emprendió en secreto el viaje desde Vigo (Pontevedra, noroeste español) en un avión privado.
Horas después, la Casa Real española publicó la carta enviada a su hijo, el rey Felipe VI, en la que le comunicaba su «meditada decisión» de trasladarse «en estos momentos fuera de España» ante la repercusión publica de «ciertos acontecimientos pasados» de su vida privada. A las dos semanas, se revelaba su paradero en el país árabe.
Según las fuentes, el rey emérito, de 83 años, se encuentra «tranquilo» y esperanzado de poder retornar a España, donde reinó durante 39 años, hasta que abdicó en su hijo, en junio de 2014.
La fiscalía lo investiga
La principal, desde junio de 2020, se centra en el cobro de 65 millones de euros (77 millones de dólares) por presuntas comisiones en las obras del tren de alta velocidad Medina-La Meca (Arabia Saudí), adjudicadas a un consorcio español.
A esta se unen otra sobre donaciones no declaradas y una tercera de posibles fondos en paraísos fiscales.
La Hacienda española incoó, además, una inspección sobre las dos regularizaciones fiscales cumplimentadas por Juan Carlos I, en especial por la de 4.3 millones de euros (unos 5 millones de dólares) de febrero pasado por el pago de viajes y gastos personales por su primo Álvaro de Orleans, y saldada con donaciones de empresarios amigos suyos.
El Gobierno español ha reiterado que puede volver cuando quiera a España, al no tener ninguna causa abierta, si bien el rey emérito asume que es necesario contar con el beneplácito de Felipe VI.
Con las investigaciones de la Fiscalía en marcha, la Casa Real ha guardado silencio estos meses sobre el rey emérito y las circunstancias en las que reside en Abu Dabi.
Tampoco ha hablado de su marcha Felipe VI, que renunció en marzo de 2020 a la herencia que personalmente le pudiera corresponder de su padre.
En su discurso de la Navidad pasada, lanzó un mensaje indirecto cuando defendió que «los principios éticos obligan a todos sin excepciones y están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares».
El último frente que se le ha abierto al rey emérito es la demanda presentada por la que fuera su amiga íntima, la empresaria alemana Corinna Larsen, ante el Tribunal Superior británico en la que lo acusa, junto a los servicios secretos españoles, de acosarla desde 2012, cuando su relación empezó a deteriorarse.
Su vida en Abu Dabi
A su llegada a Abu Dabi, se alojó en un hotel de lujo y meses después se trasladó a una villa de la isla de Nurai, dotada con todas las comodidades, para preservar más su intimidad.
Está acompañado por tres ayudantes, cuyos gastos costea Patrimonio Nacional de España a petición de la Casa del Rey por su condición de exjefe del Estado.
Juan Carlos hace ejercicio físico diario, lo que, según su entorno, le ha permitido bajar de peso para no ver empeorada su ya maltrecha movilidad (ha sido operado varias veces) y mantenerse saludable.
«De ánimo y de agilidad mental está como siempre o mejor», añaden las fuentes.
También está vacunado de la COVID-19 desde febrero y ha pasado varias revisiones médicas después de ser operado del corazón en agosto de 2019.
En Abu Dabi, lo han visitado varias veces sus hijas, Elena y Cristina, y también algunos allegados, como el antiguo jefe de los servicios secretos Félix Sanz Roldán.
El 15 de febrero se publicaron dos fotografías, una con el príncipe heredero de Abu Dabi, Mohammed bin Zayed al Nahyan, y otra con una familia emiratí, con las que se trataron de neutralizar los rumores sobre su mal estado físico. (ag)