Tegucigalpa – El historiador hondureño Rubén Darío Paz presentó el libro “Honduras: sus manifestaciones culturales”, en el campus de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), campus Copán, occidente del país.
El académico explicó que el proyecto surge para llenar los vacíos existentes sobre el tema. A continuación la entrevista concedida por Paz para abordar el proyecto cultural:

¿Cómo surgió el proyecto de realizar un libro, para valorar los municipios de Honduras?
Surge en respuesta, a los vacíos existentes, siempre que queremos abordar el devenir de nuestros pueblos, nos encontramos no siempre con información acertada. Debo esclarecer que este libro sólo es otra aproximación para valorar, parte del desarrollo municipal. Es significativo, el hecho que una de las primeras instituciones administrativas que nos llegan de la vieja Europa, es el municipio y aún sigue vigente. Las primeras Villas se organizaron durante la primera mitad del siglo XVI, algunas estaban tan próximos a la costa caribe, que pronto perecieron. De estos nos queda Triunfo de la Cruz que posteriormente se trasladó al actual Tela, más Trujillo que para 1525 ya contaba con autoridades edilicias. A la fecha contamos con 298 municipios, de los cuales cada uno tiene sus propias características, históricas, geográficas y culturales.
¿Por qué el título de Honduras: sus manifestaciones culturales?
Más responde a un interés de la amplitud cultural que se manifiesta a lo largo y ancho del país, en distintas fechas encontramos pueblos de Honduras, llevando a cabo festividades en honor a su patrón, aldeas, caseríos festejando incluso santorales, que escasamente se repiten. Es evidente que todo este legado se manifiesta desde tres ejes culturales, el elemento indígena, la herencia africana y la impronta española, todo este sincretismo constituye un caldo de cultivo inimaginable. El proceso de mestizaje se manifiesta no sólo en rasgos físicos, sino en las distintas manifestaciones culturales a las que les seguimos dando vida, y sí hay algo significativo en nuestros pueblos conservan una variada gastronomía, les encanta el festejo pagano-religioso, procesiones, topes, rezos, bailes, ceremonias, la cohetería, e incluso el consumo de bebidas espirituosas.
¿Hacia dónde apunta con la publicación de este libro?
Se escribe con el ánimo de llegar a todos los públicos posibles, sin embargo, me interesa que el texto llegue a docentes de diferentes niveles, especialmente a estudiantes universitarios y sobre todo entes gubernamentales públicos o privados, comprometidos con difundir las potencialidades que tenemos como país. Insisto siempre en que debemos fortalecer lo nuestro y sentirnos orgullosos del acervo cultural, pero también es un imperativo divulgarlo, promoverlo y sacarle beneficios, es aquí donde las redes sociales podrían jugar un rol decisivo, pero resulta que estamos saturados de información vacía, que probablemente se haya hecho con buenas intenciones, pero terminan desinformando, significa que es preciso recurrir a fuentes fidedignas que sean producto de una investigación historiográfica como mínimo. Es aquí donde sería oportuno conjuntar esfuerzos para la realización de documentales, dirigidos desde la academia, con participación de varios ministerios, instituciones de desarrollo, organizaciones locales, más expertos de las distintas universidades del país.
¿Usted es un observador del desarrollo municipal y un apasionado de promover la herencia cultural, porque razones lo ha hecho?
Debo destacar el hecho de que mi formación profesional, de historiador, con estudios de antropología cultural, más el ejercicio fotográfico por más de dos décadas, conservar una memoria visual de los 298 municipios de Honduras. La fotografía, se convirtió para mí, en la mejor aliada de las disciplinas de estudio. Desde hace algunos años, decidí emprender un viaje por Honduras, por lo que recorrí con cámara y libreta en mano los 298 municipios. Experiencia formidable acercarme a sus monumentos históricos, accidentes geográficos, sitios turísticos, cementerios, calles, recursos naturales, prácticas culturales, rostros y lo más significativo interactuar con numerosos compatriotas. De igual forma es oportuno destacar las muestras de hospitalidad del hondureño a pesar de las dificultades que a diario enfrenta. Escuchar las distintas visiones respecto al país, junto a sus giros lingüísticos, resulta reconfortante.
¿Cómo se explica que Honduras es un mosaico cultural, pero ese acervo ha sido mal gestionado?
Algunas cosas se han hecho bien, en otras ocasiones hemos perdido oportunidades de mostrarnos, incluso de conservar sitios patrimoniales, cascos urbanos enteros, algunos edificios destruidos por la indiferencia estatal, otros por falta de conciencia ciudadana. Sabemos que las demandas son altas, y el presupuesto al IHAH es limitado, pero en respuesta habría que gestionar con diferentes organismos extranjeros un apoyo constante. Hemos aplaudido, algunos logros, Comayagua con apoyo internacional y gestión edilicia comprometida, sigue conservando un casco histórico, tanto que ahora es un destino fabuloso para el turístico religioso. Algunas iglesias, fortalezas y sitios arqueológicos han sido puestos en valor desde proyectos ejemplares de restauración. Otros sitios como la iglesia del viejo Celilac, Yamala, Luquigue, los cementerios de Corquín, El Porvenir, el del Barrio Inglés en La Ceiba, Atlántida se caen en pedazos. Lo ideal sería articular con las alcaldías municipales. Nos hace falta un Plan de Nación, digo planificar a veinte años, para gestionar nuestros municipios en diferentes ejes, y con ello alcanzar mayor compromiso ciudadano.
¿Por qué no hemos valorado el hecho de ser un país multicultural?
En efecto, nos ha costado mucho, asimilar que somos un país multicultural y digo esto porque desde el Estado, ha habido una indiferencia hacia las comunidades culturalmente diferenciadas. Sino pues veamos, los bajos índices de desarrollo en la Moskitia o en la Montaña de La Flor a escasos kilómetros de la ciudad capital. Es pertinente acentuar el hecho de la multiculturalidad del país, en ese sentido podemos afirmar, que es un error venir abordando desde la escuela básica e incluso desde las universidades, el tema de la identidad nacional, como un todo. Países cercanos a nosotros han logrado consolidar instituciones para proteger las comunidades indígenas, y sobre todo para fortalecer los idiomas locales, dotándoles de textos escolares en su idioma materno. Un Ministerio para los Pueblos Culturalmente diferenciados, debería implementarse.

¿Usted viene realizando algunos aportes significativos en materia cultural desde hace muchos años?
Valoró que lo mejor que me ha sucedido es estar vinculado a dos instituciones públicas prestigiosas en el país, la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán, ambos espacios donde he podido divulgar lo que hago, e incluso generar espacios para que colegas y amigos también puedan visualizar sus publicaciones. Siempre he considerado que mis aportes son modestos, quizás lo más importante sea el hecho de generar propuestas, la constancia y más el deseo de compartir. Bajo lo anterior es que estuve vinculado con Diario El Heraldo y La Tribuna, donde por muchos años me facilitaron espacios, para publicar reportajes sobre nuestros pueblos en secciones y suplementos culturales. Posteriormente he realizado series en formato digital, que, por dicha además de gustar, se han convertido en páginas coleccionables, y que ahora han quedado permanentes en Universidades e institutos de Educación Media. Algunas series como Crónicas de Bicentenario, se convirtieron en libro, y otras están en proceso.
¿Según sus criterios, que elementos sería oportuno resaltar de Honduras, en su libro?
Honduras, es un país fascinante, desde su abrupta geografía, y como dijera el poeta Acosta, por “su forma irregular la hace más bella, porque dan deseos de formarla, de hacerla…” sus peliagudas toponimias de procedencia indefinida invitan al estudio, también a la fantasía como sucede en el interior de nuestros pueblos, donde siempre revelan el nombre de sus lugares, recurriendo a la imaginación o hilvanando anécdotas improbables. Disfruto ir y venir sobre el mapa hondureño, es el rostro de la patria, me fascinan la pluralidad de nombres que se encuentran, tanto que, para facilitar la comprensión de sus municipios, he procurado agruparlos en distintas categorías; indígenas, santorales, geográficos, (compuestos, indígena-santoral), incluso algunos como fitotoponimia, o esos nombres que provienen de apellidos. En Honduras los nombres indígenas son tan sonoros como abundantes, para muestra; Curaren, Alubaren, Danlí, Oropolí, Morocelí, Guajiquiro, Guata, Jano, Gualala, Chinda, Ilama, Ajuterique, Lauterique, Erandique, Lepaterique, Ojojona, Piraera, Lepaera, Gualaco, Sulaco, Atima, Balfate, Sonaguera, Yoro, Catacamas, Juticalpa, Cucuyagua, Mapulaca, Cololaca, Talanga y Tatumbla entre otros.
Como para dejar constancia de la presencia de las órdenes religiosas, por más de tres siglos, encontramos municipios con el nombre de, San Antonio, San Juan, San Francisco, San Miguelito, San Marcos, San Jorge, San Andrés, San Sebastián, San Fernando, San Lucas, San Pedro, San Manuel, San José y San Luis. También se encuentran advocaciones de vírgenes, como Santa Elena, Santa María, Santa Ana, Santa Rita, Santa Bárbara, Santa Rosa, Concepción, Magdalena y Santa Lucía. Entre los nombres de municipios, compuestos se encuentran, San José de Colinas, Santa Ana de Yusguare, Santiago de Puringla, San Francisco de Coray. La fitotoponimia (nombre de plantas), como municipio no son frecuentes, pero tenemos; Limón, La Lima, Naranjito, Cedros, Macuelizo, Azacualpa y El Níspero. Algunos nombres de pueblos provienen de apellidos como, Trujillo, Valladolid y Cortés entre otros. Contamos además con elementos que designan el relieve, como Arada, Las Vegas y Colinas en Santa Bárbara, Ojos de Agua y Las Lajas en Comayagua, Vado Ancho y Potrerillos en El Paraíso, Arenal en Yoro para mencionar algunos.
¿Cuéntenos un poco como fue la elaboración del libro Honduras: sus manifestaciones culturales?
Para la realizar este libro, se ha recurrido a distintas fuentes, sobre todo a los trabajos monográficos que siguen siendo válidos, aunque sobre varios municipios no se ha escrito nada. Se hace un acercamiento al devenir histórico de muchos pueblos, y se consultó información impresa, archivos civiles y eclesiásticos, más los relatos locales, en nuestros pueblos, siempre encontramos personas que conocen mucho el bagaje histórico-cultural de su comunidad. Sabemos que en Honduras faltan trabajos de investigación sobre nuestros pueblos, mismos que deberían patrocinarse con fondos municipales e instituciones privadas, donde prevalezca la rigurosidad académica, sería un proyecto de rescate cultural e inversión con visión de país, que tanto nos ha faltado. La Asociación de Municipios de Honduras, pienso no ha surtido las expectativas para lo que fue creada, muchos proyectos se pierden en el marasmo burocrático, la politiquería barata, no ve más allá de la figuración partidaria y lógicamente esto ya es de larga data. Sería oportuno fortalecer las Mancomunidades, que en países como España sí han dado resultado.
¿En su libro se describen algunas festividades o eventos presentes en el imaginario hondureño?
Por razones de espacio de mencionan de manera sucinta ciertas festividades, y se valora la participación de personas que a lo largo de su existencia han sido encargados de darle vida a las prácticas tradicionales, de organizar ferias patronales, festivales, desfiles, procesiones de semana santa, posadas, rezos y novenarios. Apreciamos a quienes organizan el rey feo, un guancasco, el baile de los diablitos, los viejos del ocho, el baile de las damas, el baile de las tiras, una parranda, el tzikin, el paseo de casiano, el tambaku, el sihkru-tara, la danza de moros y cristianos, quienes escriben un testamento de judas, o las señoras referentes que, desde su talento, preparan las comidas y bebidas para diversas festividades. En cada uno de los artículos que aquí se presentan, se hacen valoraciones geográficas, se describen monumentos históricos, se valoran festividades tradicionales, se proponen lugares potencialmente turísticos. Mi gran interés es apuntar hacia el fortalecimiento del municipio como factor de desarrollo en todos los sentidos, porque el poder local fortalece la Nación.
¿En el Honduras: ¿sus manifestaciones culturales, se incluye el componente étnico?
Sin duda que es un elemento que no ha pasado desapercibido, en parte porque un porcentaje de la conformación poblacional hondureña pertenece o está vinculado a un grupo culturalmente diferenciado, aunque hace falta una política estatal inclusiva, donde se conozca, se valore y se gestione desde el interior de nuestros pueblos. No debemos olvidar que la sociedad hondureña es altamente mestiza, componente éste que escasamente se ha abordado desde la academia. Por razones de espacio no logré abordar algunos pueblos y ciudades de sumo interés que hubiese querido, pero espero a futuro abordarlos en un segundo tomo.
¿Coméntenos sobre algunas características del libro Honduras: sus manifestaciones culturales?
Este libro ha sido diseñado en un formato horizontal y alcanza 520 páginas, se podrán apreciar más de 200 fotografías de mi país. Igual quiero dejar constancia de mi agradecimiento al maestro Carlos Lanza, quien gentilmente me escribió la contraportada, igual estoy agradecido con Águeda Chávez, Marlín Ayala, Linda María Cortez, Pedro Odair Sauceda, Eliú Leonardo Mejía Acevedo, Juan Ramón Martínez, José Antonio Funes, Jorge Federico Travieso, Daniela Lozano y Rony Amaya. Este libro es dedicado a tres connotados profesionales y amigos, Carlos Héctor Sabillón, Julio Navarro y Mario Ardón Mejía. Puedo concluir que Honduras sigue siendo ese mosaico cultural, que nos convoca a valorar un pasado repleto de sorpresas, a conocer su amplio patrimonio tangible e intangible, y es necesario implementar políticas para darle vida a las distintas manifestaciones, dispersas a lo largo y ancho de nuestra geografía.
Conversatorio sobre el Libro Honduras: sus manifestaciones.







