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Haitianos que huyen de la “miseria inaceptable” que viven en su país son recibidos con látigos y grilletes en la frontera sur de Estados Unidos

Por Amy Goodman

Las imágenes que muestran el momento en que agentes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos montados a caballo azotan a migrantes haitianos mientras estos intentan cruzar el río Bravo hacia Texas en busca de asilo conmocionaron al mundo esta semana. Ante la llegada de unos 15.000 refugiados que se resguardaron debajo de un puente en la ciudad fronteriza de Del Río, en Texas, el presidente Biden respondió con una campaña de deportaciones masivas. El Gobierno de Biden fletó varios aviones con destino a Haití para deportar a una gran cantidad de ciudadanos haitianos, a pesar de la convulsión política que vive ese país tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse ocurrido en julio y el devastador terremoto del pasado 14 de agosto. Para ello, el presidente Biden invocó una política anti-inmigrantes implementada por el expresidente Donald Trump en virtud del Título 42 del Código de Regulaciones Federales de Estados Unidos, que dispone que las autoridades de inmigración expulsen del país a solicitantes de asilo sin el debido proceso, alegando motivos de salud pública a raíz de la pandemia.

“¿Qué diablos estamos haciendo?”, preguntó la congresista demócrata del estado de California Maxine Waters, acompañada por otros miembros del Bloque Negro del Congreso, durante una conferencia de prensa que se llevó a cabo el martes en la ciudad de Washington D.C. “Lo que hemos visto nos remonta a cientos de años atrás. Lo que presenciamos es peor que lo que pasó durante la época de la esclavitud: otra vez vaqueros azotando a personas negras —haitianas— con las riendas de sus caballos, empujándolas hacia el río, mientras se tropiezan y caen en el agua, cuando todo lo que están tratando de hacer es escapar de la violencia que viven en su país”.

Otras voces críticas se sumaron a la de la congresista Waters. El miércoles por la mañana, el enviado especial de Estados Unidos para Haití, Daniel Foote, renunció a su cargo. En su carta de renuncia, obtenida por la cadena PBS, Foote escribió:

“No puedo seguir vinculado a la inhumana y contraproductiva decisión de Estados Unidos de deportar a miles de refugiados e inmigrantes ilegales haitianos a Haití, un país donde los funcionarios estadounidenses están confinados en instalaciones de seguridad debido a los peligros que representan las bandas armadas que controlan la vida diaria. […] El enfoque de nuestra política para Haití sigue siendo profundamente erróneo y mis recomendaciones al respecto han sido ignoradas y descartadas”.

La dura carta de Foote continúa: “La población de Haití, sumida en la pobreza, rehén de la violencia, los secuestros, los robos y las masacres cometidas por pandillas armadas bajo un Gobierno corrupto que transa con ellas, simplemente no puede soportar el flujo forzado de miles de migrantes que regresan y que carecen de comida, refugio y dinero sin que eso provoque una nueva tragedia humana que podría ser evitada”. “El desmoronado Estado haitiano es incapaz de proporcionar seguridad o servicios básicos, y [la llegada de] más refugiados alimentará aún más la desesperación y el crimen. La migración a nuestras fronteras solo seguirá creciendo si sumamos más miseria inaceptable en Haití”, agrega el ex enviado especial a Haití en su carta de renuncia.

También han surgido reportes que señalan que las autoridades estadounidenses colocaron esposas en las manos y grilletes en los pies a algunos de los migrantes haitianos y que la cantidad de vuelos de deportación está aumentando a unos siete por día.

En 1492, Cristóbal Colón tocó tierra en la isla que bautizó con el nombre de “La Española” y, en nombre de España, sometió al pueblo indígena taíno a un brutal genocidio mientras extraía la mayor riqueza posible de esas tierras. España trajo personas esclavizadas de África para reemplazar a los indígenas que mataron. En 1697, Francia tomó el control de la mitad occidental de la isla, formando lo que luego se convertiría en Haití; mientras que la colonia española conocida como Santo Domingo, que luego sería República Dominicana, permaneció en la mitad oriental.

La violencia y la opresión continuaron, y Haití se convirtió en la colonia más rentable de Francia. Aproximadamente el 85% de la población de Haití estaba conformada por personas esclavizadas, y la tortura, los azotes y las ejecuciones se utilizaban como instrumentos habituales de control. Las revoluciones que surgían en otras partes del mundo no pasaron desapercibidas para los haitianos, entre ellas la exitosa rebelión que se desató contra los británicos en las 13 colonias que luego se transformarían en Estados Unidos, y la Revolución francesa ocurrida en 1789.

De hecho, los haitianos lucharon en la Revolución estadounidense. El Reino Unido ocupó la actual ciudad de Savannah, en el estado de Georgia, durante la Guerra de la Independencia y el Ejército Continental rebelde, al mando de George Washington, sitió la ciudad en 1779. Francia envió barcos y tropas para ayudar a los rebeldes, entre ellos unos 500 a 900 soldados de color reclutados en Haití. Los Chasseurs-Volontaires de Saint-Domingue, como se los llamaba, eran principalmente libertos haitianos de ascendencia africana. Muchos de esos combatientes haitianos murieron durante los enfrentamientos. En 2007, fue inaugurado en la ciudad de Savannah un monumento en honor a estos soldados haitianos.

Los haitianos esclavizados se levantaron contra sus opresores franceses en 1791. Lucharon contra el que entonces se consideraba el ejército más grande del planeta, comandado por Napoleón, pero salieron victoriosos y en 1804 fundaron Haití, la “primera república negra” del mundo. Estados Unidos se negó a reconocer a la nueva nación de Haití, temiendo que el exitoso levantamiento de esclavos inspirara revueltas similares en Estados Unidos.

En 1825, Haití se vio obligado a pagar reparaciones a Francia, lo que causó estragos en la economía haitiana durante más de 100 años. Desde la década de 1950, una seguidilla de dictaduras, golpes de Estado, asesinatos, intromisiones políticas y ocupaciones de Estados Unidos, así como también una serie de terremotos, huracanes y sequías, han convertido a Haití en la nación más pobre del hemisferio occidental.

Dada la magnitud y la duración del sufrimiento del pueblo haitiano, es sorprendente que solo 15.000 refugiados se hayan reunido bajo ese puente de Del Rio, en Texas. El Gobierno de Biden tiene la oportunidad de cambiar de dirección, de dejar a un lado los látigos y grilletes que los haitianos han soportado durante más de 500 años y cumplir con la promesa de una vida mejor para los pobres y expatriados simbolizada en ese imponente monumento que Francia le regaló a Estados Unidos: la Estatua de la Libertad.

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