Los buenos deseos fueron parte de los miles de hondureños que olvidaron sus penurias económicas para unirse a las fiestas, y pedir por un mejor año.
Fueron muchos los hondureños que hicieron gala de su ingenio para despedir el 2007.
Una de las formas más comunes fue la de la quema de monigotes representativos de los hechos más relevantes de la historia del país en los últimos 12 meses.
Para el caso, un monigote, lleno de pólvora, que representaba al presidente Manuel Zelaya subido en un avión caza F5 fue quemado a las 12 de la noche por habitantes de un barrio del sector sur de la capital hondureña.
Con ello recordaron una acción del mandatario quien sorprendió a los hondureños al volar uno de esos aparatos desde La Ceiba a Tegucigalpa, y tras lo cual comentó que no sabía si andaba “patas arriba o patas abajo”, frase que ha servido a muchos analistas para calificar su administración.
En otros sectores de la ciudad, los monigotes representaron la precaria situación económica de miles de hondureños, quienes, contrario a lo que dice el presidente Zelaya en sus discursos sobre la reducción de la pobreza, tienen que trabajar duro para llevar a sus hogares el sustento diario de sus familias.
A pesar de una prohibición de uso de pólvora en la ciudad, fueron varios los sectores en los que se escuchó la detonación de los petardos para saludar la llegada del nuevo año.
