En solemnidad de San Miguel Arcángel, Iglesia critica “cultura de la muerte” en Honduras

Tegucigalpa – Este domingo 29 de septiembre se celebra en la Iglesia Católica la solemnidad de San Miguel Arcángel, patrón de Tegucigalpa, capital de Honduras, que también festeja 441 años de fundación.

– San Miguel en hebreo significa “¿Quién como Dios?” y es uno de los principales ángeles. Su nombre era el grito de guerra en la batalla liberada en el cielo contra el enemigo y sus seguidores.

En ese orden en la homilía ofrecida por el párroco de la Catedral Metropolitana San Miguel Arcángel de Tegucigalpa, Juan Calos Martínez, criticó la “cultura de la muerte” que se suscita en el país centroamericano.

“Esto es lo que el siervo de Dios, Juan Pablo II, calificó como la cultura de la muerte y se está dando entre nosotros. La consolidación del crimen, el robo y la mentira contradice la ley de Dios”, reflexionó el párroco.

Al respecto instó a pedir la intervención de San Miguel Arcángel y siempre como ciudadanos optar por la vida.

“Como creyentes y ciudadanos tenemos que optar por la vida, por toda vida, debemos unirnos para erradicar la violencia”, acentuó.

Recordó que San Miguel Arcángel es el patrono de la arquidiócesis de Tegucigalpa y hoy la iglesia se alegra por este recuerdo que la liturgia permite renovar cada 29 de septiembre.

“San Miguel es protector de los fieles y así como en el Antiguo Testamento se le recomendó el cuidado del pueblo elegido, ahora le corresponde velar por el nuevo pueblo de Dios, que es la Iglesia”, razonó.

Finalmente sostuvo que “siempre es Cristo el único Señor y Salvador”.

A continuación Proceso Digital reproduce la lectura del día tomada del santo evangelio según san Lucas (16,19-31):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:

«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día.

Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.

Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.

Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.

Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:

“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.

Pero Abrahán le dijo:

«Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.

Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.

Él dijo:

“Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.

Abrahán le dice:

“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”. Pero él le dijo:

“No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.

Abrahán le dijo:

«Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».

 

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