Tegucigalpa (Texto/Jorge Sierra y Fotos/Juan Salgado) – La ignorancia de los sectores oficiales ha afectado profundamente la industria editorial. “La indiferencia mata más que la represión… Hay un deterioro cada vez mayor y esto el país o la sociedad hondureña lo va a pagar muy caro, advirtió la directora de la emblemática editorial Guaymuras, Isolda Arita Melzer.
– “Los encargados de hacer de este un mejor país con una educación más avanzada y con una sociedad más informada, no asumen la responsabilidad en lo absoluto y pasan de lejos”, lamentó.
– “Blanca Olmedo” es quizás la obra más vendida por su obligatoria lectura en el sistema educativo nacional.
– El requisito para imprimir un libro en Guaymuras es que la obra sea buena y que califique con los estándares de calidad.
– Al menos unos 500 escritores, entre nacionales y extranjeros, han publicado sus obras en esta casa editora. Actualmente cuentan con unos 90 mil libros sueltos.
Así expresó esta mujer que lleva poco más de tres décadas con su aventura de editar y darle vida a las obras de autores hondureños, pero también universales, al definir la falta de compromiso en torno al libro y lo que una buena lectura concita.
En Honduras hay al menos seis editoriales activas, y desde su instancia, la Cámara Hondureña del Libro, la lucha por promover la lectura y su importancia no han tenido eco. La deuda es profunda y peligrosa.
La pandemia ha mantenido inalterables los anaqueles de las librerías y editoriales. La gente que de por sí leía poco, ahora solo ha profundizado su estado excluyente en torno al libro.
Con algo de pesar porque ella ama el papel y distingue las sensaciones de tomar entre sus manos una obra, palparla, hojearla y releerla, sabe que la era digital les ha tocado la puerta y deberán dar el paso hacia la virtualidad. Un camino que a regañadientes ella ha emprendido en Guaymuras.
Proceso Digital se adentró en una conversación con Isolda Arita Melzer y ella, que ha batallado en la industria editorial en un país renuente y adverso a la cultura, siente, de todas maneras, un placer infinito por lo que hace, además de que es su trabajo, ella lo disfruta enormemente. También nos contó de sus vivencias y compartió detalles íntimos de su entorno.
“Mantener una editorial es quijotesco, uno lo que busca es la sobrevivencia. Para nosotros es suficiente ese equilibrio de poder seguir operando sin ganancias, y lo que se recupera es para hacer otro libro. Lo que buscamos es sostenibilidad”, dijo la directora de la Editorial Guaymuras.
Del periodismo y los DDHH a editora
Nacida el 23 de enero de 1955 en San Pedro Sula, desde los 18 años se trasladó a Tegucigalpa para estudiar la carrera de periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).
Luego laboró en la Comisión Centroamericana de Derechos Humanos en Costa Rica durante cuatro años y desde 1988 es la directora de Editorial Guaymuras.
Tuvo dos matrimonios que le dejaron tres hijas -Mariana (psicóloga), Laura (bióloga) y Sara (egresada de la Escuela Agrícola de El Zamorano); ahora disfruta de sus cuatro nietas, la última nacida recién en diciembre pasado.
Su llegada a la Editorial Guaymuras se produjo hace 33 años luego que regresó de Costa Rica de laborar con la Comisión Centroamericana de DDHH. En esa oportunidad el entonces director, Gilberto Ríos, tenía una mejor oferta laborar y le ofreció el cargo, mismo que ha desempeñado ininterrumpidamente desde finales del siglo pasado.
“Tuve el valor de asumir el reto porque realmente en ese momento, pese a ser periodista, no sabía nada de la industria editorial, aunque siempre fui una lectora, una aficionada a la lectura, pero no sabía nada del manejo de una editorial, así que llegué a aprender y bueno de alguna manera hemos logrado salir adelante”, rememoró.
Surgimiento de la editorial
A finales de la década de 1970, un equipo integrado por Gilberto Ríos, Allan Fajardo y Bert Beckman, un holandés que laboraba en el Instituto Hondureño de Desarrollo Rural (IHDER), se dio a la tarea de elaborar el proyecto.
La Editorial Guaymuras surgió en la etapa más dura de la Guerra Fría en 1980 mediante una iniciativa del IHDER, con gente que en ese momento estaba trabajando por la reforma agraria.
(VER) Historia de la Editorial Guaymuras
Fue así como la organización tenía que publicar un trabajo de investigación sobre los 84 meses de la reforma agraria en Honduras, pero no había donde imprimirlo. Por aquellos años Bert Beckman y otros personeros de la cooperación internacional, decidieron presentar el proyecto de la editorial a la agencia holandesa HIVOS.
“Se creó la Editorial Guaymuras como un aporte para Honduras, con el convenio que con el paso de los años debería ser autosostenible”, recordó Arita.
La editorial no tiene dueños y es gerenciada por una organización civil integrada por 12 hondureños incluyendo empleados que conforman la asamblea.
Una vez el proyecto tuvo vida, fue “Obra Escogida” de Ramón Rosa, con introducción, selección y notas de Marcos Carías, el primer libro publicado con el sello de la Editorial Guaymuras en 1980. Después de ello, ríos de tinta han corrido para contribuir con la cultura y educación de los hondureños.
Isolda, una mujer de trato agradable, sonrisa suave, sencilla en sus formas y transpirando transparencia, comentó que la Editorial Guaymuras, puso en ese entonces en circulación la obra de Lucila Gamero de Medina (Blanca Olmedo), que fue inicialmente publicada en México y retomada en Honduras por la editorial. Además, se han publicado obras de otros grandes escritores como Roberto Sosa, Ramón Amaya Amador, Marvin Barahona, Marcos Carías, Julio Escoto, Matías Funes, Helen Umaña, Leticia de Oyuela, entre muchos más.
Igualmente, esta casa editora ha tenido el honor de entregar a los lectores la poesía de Antonio José Rivas, Juan Ramón Saravia y José González; los ensayos de Ventura Ramos y Óscar Acosta; las investigaciones de Atanasio Herranz, Alcides Hernández, Linda Newson, Rina Villars, Mario Ardón, Darío Euraque, Isabel Pérez, Elizet Payne y muchos más. También ha posibilitado que el público conozca la obra de talentosos narradores como Ramón Amaya Amador, Jorge Medina García, Manuel de Jesús Pineda, Rony Bonilla, Alexis Machuca o Teófilo Trejo.
Reconoció que publicar una obra en Honduras es difícil porque es caro. “Hay que hacer una inversión alta porque los insumos son carísimos, por ejemplo, un libro de unas 200 páginas, edición sencilla en papel bond 20, con carátula bonita y si se imprimen 500 ejemplares, solo los costos podrían andar en 80 mil lempiras. Esa es una inversión que nosotros como editorial asumimos para publicar un libro y, lo pagamos todo con la esperanza que vamos a recuperar la inversión con las ventas”, explicó.
Entre las obras cumbre publicadas en la editorial sobresalen: “Pueblos Indígenas y Garífunas”, de Ramón Rivas; “Honduras en el Siglo XX”, de Marvin Barahona; “Tiburcio Carías, anatomía de una época”, de Mario Argueta; “Estudios sobre árabes, chinos y judíos en Honduras”, de Jorge Amaya; “Las Perras de Teofilito”, solo por mencionar algunos escritos.
Sin embargo, quizás la obra más vendida sea “Blanca Olmedo” por su obligatoria lectura en centros de enseñanza.
Desde su fundación hasta ahora se han publicado unos 890 títulos, algunos impresos con varias reediciones con segundas y hasta terceras impresiones.
Entre las temáticas más buscadas está la historia de Honduras, cuentas y novelas, así como la literatura infantil.
La imprenta se ubica a inmediaciones del Parque La Leona en Tegucigalpa y tiene una librería en la colonia Palmira, siempre en la capital hondureña.
El objetivo fundamental de la casa editora es dar a conocer la obra de hondureños con énfasis en ciencias sociales y literatura. La casa editora no cobra un solo centavo para la publicación de un libro e incluso si la obra es bien vendida, el autor puede recibir dinero y algún lote de ejemplares.
“Me pagan por hacer lo que me gusta”
Doña Isolda Arita calificó las tres décadas al frente de la editorial como “muy buenas, con periodos buenos y malos, pero sobre todo de mucha satisfacción. Al fin y al cabo, conseguí un trabajo donde me pagan por hacer lo que me gusta y lo que hubiera hecho hasta por afición”.
Isolda lee todo el tiempo, lee bastante. – “por trabajo y por placer… todo lo que aquí se imprime pasa por nuestras manos, sobre todo si lleva el sello de la editorial, somos muy minuciosos en cada una de las obras. Tienen que poseer la calidad requerida”, apostilla.
Subrayó que “todos estos años han sido enriquecedores porque me he dado cuenta de la gran riqueza que tiene la cultura hondureña, del gran talento de nuestros escritores y que muchas veces por falta de canales para la divulgación de sus trabajos o por la carencia de estímulos, son esfuerzos que se pierden. Yo sí creo que Honduras necesitaba una editorial como Guaymuras y la sigue necesitando porque nos hemos convertido en el canal difusor de las obras, no solo de literatura, sino también mucho énfasis en ciencias sociales, estudios antropológicos y otras ramas del conocimiento que tienen que ver con la identidad nacional”.
La entrevistada citó que en el país hay una media docena de editoriales activas, incluida la universitaria que es pública. “Pese a que hemos trabajado en la Cámara Hondureña del Libro que la idea es promover la industria editorial y hacer que tenga la presencia que se merece en la sociedad hondureña, una de mis grandes frustraciones es la ignorancia de los sectores oficiales que manifiestan su indiferencia que cae en la irresponsabilidad frente al libro y la lectura”, aseveró.
Reflexionó que la indiferencia mata más que la represión, “hay un deterioro cada vez mayor y esto el país o la sociedad hondureña lo va a pagar muy caro.
Ejemplificó que en la Alemania Nazi cuando quemaban libros, lo que se provocaba era incentivar a los lectores que leyeran a escondidas, “pero en Honduras simplemente el libro no importa, no existe, no hay ningún estímulo”.
Recordó que hace unos años la Secretaría de Educación adquiría literatura para niños, pero en estos momentos por la pandemia eso se redujo a nada.
Un estudio realizado en Honduras allá por el 2003 daba cuenta que el hondureño no leía ni un libro al año y en la actualidad esa cifra es más escalofriante aunada a la esclavitud ciudadana ante el teléfono móvil.
A criterio de Arita, jamás se compara la sensación de leer en libro en físico a hacerlo en forma virtual. “Estudios realizados en Europa arrojan que el grado de captación de conocimientos entre ambas formas no admiten discusión, siempre será mejor leerlo en físico, tocándolo”, expresó.
Pese a lo anterior, la Editorial Guaymuras está en ese paso de entrar al mercado virtual de las obras. Las miles de obras existentes pasarán a formato digital. “Yo me he resistido a eso porque creo que es matar el libro impreso y éste creo que hay que preservarlo hasta donde sea”, apuntó.
Situación difícil con altos inventarios
Reveló que la pandemia de COVID-19 ha venido a afectar el desempeño de la Editorial Guaymuras al grado de vivir un drama porque desde 2020 las bodegas están intactas con la misma cantidad en los inventarios que no se han movido.
Actualmente hay un inventario de 90 mil libros sueltos con un catálogo de oferta viva de 300 títulos. El precio podría oscilar entre 150 a 200 lempiras en promedio por unidad.
Caso contrario a lo ocurrido en México, España, EE. UU., Argentina y México, donde las ventas de libros se incrementaron hasta un 80 por ciento durante la pandemia, en Honduras la industria editorial ha sufrido un fuerte revés.
“Al no vender, no podemos recuperar recursos y por lo tanto se nos imposibilita hacer más libros. Lastimosamente para el gobierno no existimos”, clamó.
La pandemia -acentuó- lo que nos ha demostrado es lo patético de la realidad cultural del país. Al no haber clases se traduce en cero ventas, es decir, que el hondureño no es capaz de comprarse un libro para leer por satisfacción propia o crecimiento personal.
Lamentó la eliminación de la Secretaría de Cultura, que era un aliado importante en la difusión de algunas obras literarias y programas de fomento a la lectura.
Arita reveló que han podido subsistir tras la pandemia, de puro milagro, gracias a clientes fieles a quienes les venden servicios en estos momentos difíciles.
Anécdotas
Relató que la obra que más satisfacción personal le ha provocado es “Las Perras de Teofilito”, pero uno que la marcó fue el clásico “El Principito”.
Igualmente, narró que el escritor Roberto Sosa siempre fue muy minucioso con sus obras y si había que detener la impresión de un libro por una coma, tranquilamente lo hacía.
“Una vez un libro de él estaba en imprenta y llegó porque había que cambiar una letra. Tuvimos que retirar el libro de la imprenta y volver a meter la nueva plancha con la corrección que pedía”, contó.
(VER) “Leer nos cambia la vida”, una cruzada por la transformación
Calificó como fabulosos los esfuerzos de USAID y la Fundación para la Educación Ricardo Ernesto Maduro (Ferema) por el impulso al programa “Leer nos cambia la vida”.
“Estos esfuerzos los saludamos con mucho optimismo y es curioso que no sea la Secretaría de Educación quien esté en eso. Nos parece fabuloso”, subrayó.
Isolda Arita concluyó la agradable conversación con el siguiente mensaje: “Recomiendo a la gente que se acerque a los libros y descubra todo lo que hay dentro, hay mundos distintos que nos ayudan a distraernos de la cotidianidad dura. Los que hemos encontrado, a los que nos gusta la lectura, nos hemos dado cuenta de que es un mecanismo de evasión ideal, barato, tranquilo, que no hace daño a la salud y que no intoxica. Leer nos hace más creativos, nos hace pensar mejor y nos aporta herramientas para vivir en este mundo tan difícil. Acerquen a sus niños a la lectura, no tienen idea el vínculo afectivo que se crea a través de la lectura”. (JS)