El Dividendo Demográfico

José S. Azcona

Los efectos de la transición demográfica no se reflejan de forma inmediata en todas sus manifestaciones. La población que llega a la mayoría de edad actualmente nació hace casi dos décadas, y su ritmo de crecimiento refleja los patrones que estaban vigentes en ese momento.

Por tanto, la población económicamente activa potencial continuará creciendo a un ritmo que se acerca a un 4% anual. 

Si vemos el crecimiento económico reflejado en el Producto Interno Bruto, este anda cerca de este número (entre 3.5%-4% en los últimos años). Engañosamente, nos parece que el ingreso por habitante va en aumento, al restar el porcentaje de crecimiento poblacional (1.6%) de este valor. Esto resulta en que el ingreso por habitante crezca alrededor de un 2% anual, que no es un crecimiento suficiente para salir de la pobreza.  

Midiéndolo contra el crecimiento de la población adulta (18 años y más) se esfuma la mayor parte de este tenue logro. Este crece a un ritmo fijado por la tasa de natalidad de hace 18 años (año 2000) que era de un 2.6%. Por tanto, este 2% anual de incremento del producto per cápita se reduce a un 1% de crecimiento por persona en edad laboral, que refleja el verdadero aumento en la productividad de la economía. Este crecimiento es exiguo al considerar la mejora en el nivel educativo (el analfabetismo en jóvenes es mínimo), avances en las telecomunicaciones (que tienen un fuerte impacto en mejorar la eficiencia de las actividades económicas), infraestructura física, motorización de la sociedad y otras.

El crecimiento sería muy reducido si fuera repartido por igual, algo que no ocurre en la realidad. Considerando que la productividad en ciertos sectores de la economía sí está aumentando por las razones del párrafo anterior, estamos condenando a una mayor proporción de las personas jóvenes al desempleo. Esto se manifiesta en el aumento de la proporción de jóvenes que no estudian ni trabajan.

Existen dos frentes por donde se puede atacar este problema: lograr dar oportunidades a los jóvenes en sus condiciones actuales, y lograr mejorar sus herramientas y las de la sociedad para lograr una mayor productividad. El primero es absorber lo existente, y el segundo se trata de enriquecer a futuro. En ambos casos, hay ámbito para la acción publica, empresarial, familiar, educativa e individual.

Para enfrentar lo primero, debemos ver esta explosión de población joven menos como un problema y más como una oportunidad. Se hace atractivo el país para actividades que requieran cantidades considerables de personas con algunas habilidades y educación, aunque no tengan ciertos conocimientos específicos. Debemos ser más agresivos en promover la inversión en actividades industriales (apoyado además por los incrementos en los costos de nuestros rivales asiáticos) y de servicios remotos (para lo cual tenemos una población educada y con una fuerte inclinación cultural a ser bilingüe) dirigidos a la exportación. La actividad agrícola se debe continuar expandiendo buscando nuevas formas de integrar a los jóvenes con un nivel mayor de educación, ya que las formas tradicionales de conseguir trabajadores resultan cada vez menos efectivas. Lo mismo ocurre con otros tipos de trabajo que han requerido escasa o ninguna educación: se deben ir adaptando al mayor nivel educativo de la población, con un trato y condiciones que reflejen los avances en los tiempos, dejando atrás los prejuicios.

Para confrontar lo segundo, nuestro mayor aliado es la mejora en el sistema educativo. Una vez lograda la cobertura, la mejora en calidad es lo único que hace que podamos tener mejor productividad. La calidad no es solo de tipo escolástica o formal, sino debe incorporar habilidades mas útiles para servir en el mercado laboral. Además, los sectores económicos deber enfocarse más en que se transmitan conocimientos y certifiquen personas en las áreas que se requieran. Un sistema de aprendices, prácticas profesionales, y otros similares deben ayudarnos a lograr el resultado. Esto debe ir acompañado de ayudar a desencadenar el enorme potencial de los jóvenes, acompañándolos a integrarse al mundo y escuchando sus propuestas, ya que tienen conocimientos nuevos y energía con características insospechadas.

Esta es una oportunidad única y valiosa, la de esta explosión de juventud con el nivel educativo y cultural más alto que se ha logrado en la historia de Honduras. Igualmente, puede ser una pérdida lamentable. De toda la sociedad dependerá el poder darles las herramientas y equiparnos para enfrentar este reto. Cada adulto, en la condición que esté, puede ayudar a dar sentido, conocimiento y oportunidad a una persona joven (o muchas) contribuyendo así a nuestro futuro común.

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