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El ataque sigiloso

Por: Julio Raudales

Dice la voz popular que las desgracias no vienen solas y en verdad, el dicho no ha sido ajeno a la realidad de Honduras, a propósito del acontecer en los últimos meses. 

Hace unas pocas semanas la economía nacional sufrió un duro revés, debido al anuncio hecho por la transnacional “Chiquita Brand”, el mayor consorcio distribuidor de frutas tropicales en el mundo, de cerrar sus operaciones aduaneras y portuarias en el país.

Es mi deber aclarar que no se trata del cierre de operaciones de la firma que, en términos prácticos lleva mas de cien años en el país y que fue en su momento, la responsable principal de que Honduras llegara a estar en el “top 3” como productor mundial de bananos. 

Es menester recordar, además que, a cambio del asenso en el ranking bananero global, los temibles CEO de la empresa se llevaron de encuentro durante décadas presidentes, instituciones y hasta gobernanza. ¡En fin! la historia es rica en vergonzosas anécdotas que no tengo espacio para mencionar ahora. 

En efecto, el aviso hace constar que las fincas y la producción general de la empresa en el país se mantiene activa, pese a la reducción que la misma ha experimentado en los últimos 50 años. 

Lo que en realidad llama la atención, es que, en sus argumentos para dejar de utilizar los servicios aduaneros y portuarios, la empresa deja entrever los elevados costos y poca facilidad logística que la infraestructura de servicios ofrece a las exportaciones.

Esto sin duda, choca con el discurso oficial que, durante los últimos seis años, ha centrado sus esfuerzos en la atracción de inversión mediante un “agresivo” programa de facilitación administrativa, mejora en la imagen del país, inversión en infraestructura y reversión en los procesos gerenciales mediante concesión de servicios a oferentes privados o en alianzas público-privadas. 

¿Qué ha pasado entonces? ¿Por qué si se ha puesto tanto esmero en la generación de inversión privada con miras a incentivar el empleo y para ello se han facilitado recursos, tiempo y esfuerzos, vengan ahora empresas tan arraigadas en el país como “Chiquita Brand” a denostar la calidad de la logística del país y nos pongan por debajo de los competidores vecinos, ¿con menos ventajas comparativas como Puerto Barrios?

La respuesta no es tan simple; obedece a múltiples causas entre las que confluyen las estrictamente económicas, pero también históricas, políticas y culturales. Estos cuatro factores y otros mas, atacan sigilosamente las posibilidades del país y hay que revertirlas.

Veamos lo primero. Honduras posee una estructura económica sumamente endeble en prácticamente todas sus variables. Su fuerza laboral posee una productividad bajísima, debido a su escasez de capital humano, ligada fundamentalmente a la mala calidad de la educación en el país. 

La escolaridad de la fuerza de trabajo (8 años) la mas baja de Centroamérica. Un esquema de formación profesional prácticamente inexistente, cooptado por un sindicato atrabiliario y; una educación superior con retos abundantes y cobertura aun baja.

Por su parte, el capital permanece anquilosado, confinado en la espera de que gobiernos generosos les garanticen mercados cautivos y granjerías fiscales como principal fuente de competitividad. El Coeficiente ICOR, que mide la calidad de la productividad del factor, está entre los mas bajos del planeta. Por mas que gobierno y sector privado inviertan, el esfuerzo será siempre inútil si no se hacen esfuerzos por generar una verdadera competencia.

El tercer factor: la propiedad es de las peor administradas en la región: “En Honduras, lo único que tienes seguro es que vas a perder tu dinero” decía el cónsul de un país del G7, para describir lo que les decía a sus conciudadanos que pretendieron alguna vez invertir aquí. Es muy triste, pero es evidente que, mientras no haya cambios evidentes en la administración de los derechos de propiedad, no habrá forma de dar confianza.

La historia, cultura y sobre todo la gobernanza, apuntalan y profundizan las limitantes económicas. Sería exhaustivo referirme a cada uno de ellos ahora, pero es evidente que todo ello, aún lo económico está sujeto a la variable política. Es absolutamente necesario tomar este elemento como la “punta de la madeja” para resolver el problema.

La coyuntura crítica, para utilizar un concepto acuñado por Shumpeter, que vivimos en estos meses de pandemia, nos abren una oportunidad única para permitir un cambio de rumbo, un golpe de timón que le de una oportunidad a la población, que tanto lo merece; pero hay que actuar con inteligencia y sobre todo, con responsabilidad.

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