Washington, (EEUU) – Franklin D. Roosevelt está considerado como uno de los mejores presidentes de Estados Unidos, a pesar de haber ocultado que sufría de polio.
Sufrir de poliomielitis infantil en 1921, a la edad de 39 años, podría haber sido el fin de la carrera política de FDR (se le conocía por esas siglas). Pero Roosevelt supo superar el impedimento, físico y emocional, de sus piernas paralizadas y ganó cuatro elecciones presidenciales consecutivas, todo un record, jamás igualado.
Antes y después de ser presidente, la mayoría de los norteamericanos no sabían que FDR tenía polio, gracias a un silencio cómplice de la prensa. Cosa que no sucedería en estos tiempos.
A FDR le tomaron más de 35,000 fotos, pero solo existen dos en sillas de ruedas. Y la que aparece en la portada de este artículo es una de ellas. Fue tomada en 1941 por su prima Daisy Sukley, únicamente para uso familiar.
Después de lo actos oficiales y cuando salía de una manera muy discreta en su silla de ruedas, le gritaba a los periodistas y fotógrafos: “Chicos, nada de fotos, eh”,…y todos le obedecían.
Cuando pronunciaba discursos, se apoyaba en su hijo James, o en su fiel guarda espalda, el expolicía Gus Gennerich. O en su esposa, Eleonor Roosevelt, como en esta foto, además de la barandilla del último vagón de un tren, en el que recorría el país.
En sus cuatro periodos presidenciales (el cuarto fue solo de tres meses) en la Casa Blanca (1933-1945), le tocó la Gran Depresión en los años treinta (la peor crisis económica de este país) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Tocó la vida de la mayoría de los americanos en esos años. Y también la mía en los años cincuenta, cuando también estuve enfermo de poliomielitis.
Gracias al hospital que FDR fundó en Warm Springs, (Georgia), pude volver a caminar a los 13 años y al que acabo de visitar para recordar mi pasado. Y, además, para recuperar mi historial médico que me tenían ya preparado.
También visité la cercana «La Pequeña Casa Blanca» (“Little White House”), donde murió el 12 de abril de 1945 a la edad de 63 años y de una hemorragia cerebral.
Y vi de cerca, una vez más, la modesta cama donde murió, ya que esa casa presidencial es ahora un museo. Así como sus aparatos ortopédicos. Observen como casi llegaban a la cintura. FDR era alto, 6.2 pies (1.88 metros).
FDR tenía mucha dificultad para caminar, aun con los aparatos puestos, ya que los mecanismos articulados que daban movimiento a la rodilla, se atascaban con frecuencia.
Ese día su esposa, Eleonor Roosevelt, estaba en Washington. Si estaba el “amor eterno» del presidente, su amiga íntima Lucy Mercer, a quien el Servicio Secreto le pidió que desapareciera “lo más pronto posible”, junto a la pintora rusa Elizabeth Shoumatoff.
Ambas se fueron rápido en el Cadillac que habían llegado en la mañana, sin saber que FDR había muerto.
Shoumatoff estaba pintando un cuadro de pintura de agua al presidente que quedó incompleto. Y este también se exhibe en el museo.
FDR, cansado de estar posando para su retrato, pidió un descanso. Y poco después, Mercer y Shoumatoff vieron como su cabeza se iba hacia un lado, al sufrir una masiva hemorragia cerebral.
Eleonor Roosevelt se había enterado, años atrás, que su esposo mantenía una relación con su ex secretaria de protocolo (de ella). La Primera Dama le ofreció el divorcio, pero el presidente le prometió no verla más.
Evidentemente esa promesa no se cumplió y hasta su propia hija, Ana, le ayudaba a meter de contrabando a Lucy Mercer (como señora Johnson) en la Casa Blanca, cuando no estaba la Primera Dama. Eleonor nunca le perdonó a su hija esa traición.
Todos estos datos están bien detallados en el libro “Franklin and Lucy”, de Joseph E. Persico.
Después de llevar todo el peso la Segunda Guerra Mundial, Roosevelt no vivió, por cinco meses, para celebrar la rendición de la Alemania Nazi, el 14 de agosto de 1945. Y la de Japón, el 2 de septiembre de 1945.
El polio está prácticamente erradicado en el mundo, salvo en Afganistán, Nigeria y Pakistán. Gracias a las vacunas del Dr. Jonas Salk (1955) y de Albert Sabin (1961).