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Cero base, cero sustancia

ulioJulio Raudales

Hace casi cuatro años, cuando las campanas de la catedral de Tegucigalpa sonaron anunciando la llegada del 2022, los hondureños nos abrazamos esperanzados. La celebración del bicentenario de nuestra emancipación de España no solo era un onomástico. Para muchos, el triunfo de Libre en las elecciones de noviembre de 2021, marcaba el fin de la pesadilla bipartidista de los últimos cien años. Los fuegos artificiales, los bailes y la comida navideña invitaban en aquel momento a renacer, a luchar para mejorar nuestra maltrecha historia.

Es muy triste reconocer que hemos sido burlados. ¡Peor cosa!  Llegar a la conclusión de que quien nos roba sistemáticamente, quien pone en precario nuestro bienestar y el de los nuestros, es precisamernte quien tiene el deber de cuidar de nuestros intereses, de garantizar nuestra vida, libertad y la búsqueda de la felicidad.

¡Que lástima que hoy, a las puertas de una nueva elección, las cosas continúen igual o peor. El gobierno se sigue atragantando nuestros recursos sin visos de mejora; la pobreza campea en los hogares donde mujeres y hombres continuan esperando una oportunidad para salir por sí mismos de su miseria mientras sus niñas y niños, sus jóvenes persisten en la desesperanza y la orfandad de buenos servicios educativos y de salud. 

Todo sigue igual que antes. Nada cambia. Para el caso, el viernes pasado, el joven Secretario de Finanzas y su equipo salieron como cada año, a darnos una noticia redundante: Se aprobó en Consejo de Ministros y se enviará al Congreso Nacional, el anteproyecto de Presupuesto de Ingresos y Gastos de la Administración General.

Como siempre, los anunciantes pretenden dar a la noticia un tono exultante que ya no engaña a nadie. Nos quieren vender la idea de que a mayor intención de gasto, mejor será nuestra vida y sueltan con impiedad la noticia de que serán casi quinientos mil millones de lempiras los que esqulmarán a la gente para proseguir con su deriva de hijo pródigo. ¿Cómo pretenden que nos alegremos con ese guarismo?

Los expertos en cifras piensan que, de gastarse este dinero, la ciudadanía verá como las instituciones públicas absorberán casi la mitad de lo que los hondureños produzcamos el próximo año. La pregunta es: ¿Vale la pena que la gente le confíe al gobierno tanto dinero a fin de que estos recursos sirvan para mejorar su bienestar?

Nos prometieron cambiar la metoodología de elaboración para tener un Presupuesto Base Cero. ¿Entenderán lo que eso significa?

Es complejo responder. Desde el punto de vista de los resultados obtenidos a lo largo de las últimas dos décadas, es evidente que no. De repente sería mejor cerrar un montón de Secretarías de Estado cuyo desempeño es mas bien discreto y reducir la carga impositiva que ya es un agobio para la gente. ¿O acaso cree usted que se caería la producción de alimentos o las exportaciones agrícolas si cerraran la Secretaría de Agricultura y Ganadería o la de Desarrollo Económico?

Y es que el problema con el fisco es que su accionar no es autónomo. Lo que el gobierno haga o deje de hacer con ese dinero, tiene un efecto directo en el devenir del país para bien o para mal. Así que es muy importante que nos mantengamos alerta acerca de lo que pasará con esos miles de millones que las distintas instancias públicas se gastarán el próximo año.

Nos dicen que la inversión son 100 mil millones, según ellos, una quinta parte del total a gastarse. Sabemos que no es así, que lo que ellos denominan inversión son puros “regalitos” en bonos para mantener a la gente contenta. No lo lograrán. La verdadera inversión es otra cosa y ellos lo saben bien.

Persiste el fisco en mantener una carga en gasto corriente demasiado ominosa. Solo en sueldos, salarios y otros gastos personales, los hondureños pagaremos mas de 48 mil millones de lempiras, cuatro veces el gasto de inversión. Otra vez la pregunta: 

¿Vale la pena sacrificar nuestros impuestos para mantener una planilla tan grande?

¡En fin! Parece que las necesidades son muchas y el sacrificio que significa para la ciudadanía la carga tributaria es también muy grande. Son pocos los países que exigen a su población la mitad de su producto para financiar el gobierno. Suecia, Dinamarca, Finlandia… ah ¡y también Honduras!

Si queremos que valga la pena un sacrificio semejante, es necesario pensar en qué hacer para que el gasto público tenga sentido en términos de la calidad de vida de quienes lo financiamos. 

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