Tegucigalpa (Proceso Digital) – Son las cuatro fuerzas políticas de mayor relevancia en el país, ellas las que dirán cuál será el rumbo de la política y sus partidos en este país centroamericano, por múltiples crisis y un gobierno abrumado. Son partidos políticos en cuyo estado actual no parecen ser capaces de contribuir con las ingentes realidades de Honduras.
Las elecciones de noviembre de 2021 reflejaron que el sistema político de partidos en Honduras descansa en cuatro fuerzas políticas, cuya máxima representación se encuentra en el Congreso Nacional. Estas fuerzas son el partido Libertad y Refundación (Libre), el Partido Nacional (PN), el Partido Liberal (PL) y el Partido Salvador de Honduras (PSH), de las que ninguna tiene una unidad sólida, la agonía, la fisura y la falta de identidad partidaria, son algunas de sus principales características.
Si bien desde el 2013, Honduras pasó de un bipartidismo a un multipartidismo, al grado que, en los comicios generales del 2021, participaron 14 partidos políticos, ello no ha sido garantía de pluralismo político, democrático, mucho menos modernización interna partidaria.
Las actuaciones del sistema político de partidos, desde el retorno a la democracia, está pasando factura a los partidos políticos hondureños, cuya credibilidad es del 9 %, según el Latinobarómetro 2021, la más baja en la región latinoamericana.
Los partidos políticos, lejos de entender las cifras de la democracia, siguen apostando al caudillismo, a los liderazgos gastados, y a ese viejo estilo de imponer “las reformas” a su conveniencia.
La agonía y división del bipartidismo
En los comicios de noviembre de 2021, el partido que pagó una de las facturas más caras fue el Partido Nacional, al sufrir una derrota, tras 12 años continuos en el poder caracterizados por un autoritarismo que llevó al hartazgo a los hondureños al castigarlos con su voto en las urnas.
La corrupción laceró al PN y las acusaciones de narcotráfico en contra del ex presidente Juan Orlando Hernández, que enfrenta un proceso de extradición, la condena a cadena perpetua de su hermano, Antonio “Tony” Hernández, por la misma causa, además de otros integrantes salpicados en el negocio de la droga, tiene al ahora principal partido de oposición, contra las cuerdas, sin credibilidad y sin liderazgo.
Cuando sus miembros representados en el Congreso Nacional intentan cuestionar una acción del Legislativo o del partido en el poder, sus propuestas y expresiones se estrellan con las respuestas furibundas de los legisladores en el poder de Libertad y Refundación, que les sacan en cara sus actuaciones cuando estuvieron en el poder y las acusaciones de corrupción y narcotráfico en contra de sus máximos líderes.
El Partido Nacional ha entrado así en una fase de agonía que podría llevarlo en el futuro cercano a vivir casi la extinción a la que está entrando el Partido Liberal, todo condicionado a la apertura a reales liderazgos que logren recuperar su ideario y doctrina.
El PL que junto al PN, fueron los abanderados del bipartidismo político en el país. Centenarios partidos que nunca creyeron que la parca les fuera a rozar.
En el nacionalismo, para evitar la catástrofe, algunos de sus líderes han conformado una comisión de notables para rescatar el partido y buscar nuevos líderes que agarren una bandera reivindicativa y de dignidad que les devuelva la credibilidad entre sus bases y el resto de la población. Hablan de revisar estatutos, doctrina y actuaciones, pero no será una misión fácil, porque las estructuras que llegaron a ese partido sin compromiso se aferran y la modernización y democratización interna llevará tiempo, dependerá de la voluntad real de cambio que encuentren y de los espacios de inclusión que abran la participación.
El Partido Liberal, cuyo desgaste y deterioro entró mucho antes que, en el PN, sus líderes siguen sin encontrar el camino de la unidad, la división interna los está llevando a la extinción, y ahí la doctrina partidaria y las gestas heroicas del pasado de ese partido, están siendo sustituidas por la conveniencia, los protagonismos y los beneficios personales.
Tres derrotas consecutivas no han podido hacer que los liberales levanten cabeza, al contrario, pierden curules en el Congreso Nacional y solo se mantienen vivos en los gobiernos locales, donde el liderazgo de los caciques si bien es fuerte, no logra que esa derrama se haga sentir a nivel de la elección presidencial o de diputados. El divorcio de los alcaldes con las autoridades partidarias e incluso con sus diputados, ha sido una denuncia bastante común en ese y otros partidos políticos.
El Partido Liberal también paga la factura de haberse convertido, especialmente desde sus butacas legislativas, en una especie de bisagra que co gobernó con los nacionalistas y que ahora hace un giro para acomodarse al nuevo poder político.
En sus estructuras direccionales, algunos de sus miembros relevantes también han sido tocados por el narcotráfico y otras formas de crimen organizado. Los tribunales de Estados Unidos les han empezado a pasar factura.
Así, los tiempos del Partido Liberal parecen agotarse, las disputas internas entre los viejos caudillos y los nuevos liderazgos están destrozando a ese instituto político, y el paso a los liderazgos jóvenes sigue siendo a cuentagotas. Da la impresión de que los caciques partidarios prefieren que el partido muera o sea absorbido por otro, antes que levantar su doctrina y montarse en las demandas de transparencia y credibilidad que demanda la ciudadanía. Su oposición en el Parlamento sigue en deuda ciudadana.
Libre y su primera fisura
Libertad y Refundación, el partido en el poder, no escapa tampoco a las presiones internas de poder. Tuvo su primera fisura antes de asumir el poder del país, con la crisis desatada por las dos directivas en el Congreso Nacional.
La facción que lideró Jorge Cálix y una veintena de parlamentarios, fue quizá lo más inesperado que se dio en ese partido y ello evidenció que en Libre la unidad partidaria se fracturó, y aunque se suscribió un acuerdo para dirimir el conflicto, los expulsados fueron reincorporados, pero la herida no ha sido sanada.
Muchos de los disidentes de Libre han sido migrados a puestos en el gobierno, otros en comisiones legislativas que habían solicitado con antelación, y algunos más, colocando a sus activistas y parentela en puestos del engranaje gubernamental. Pero en el Congreso Nacional, muchos diputados de la disidencia de Libre cuestionan que les marginan, que sus compañeros no los ven igual.
Con una contundente victoria de la presidenta Xiomara Castro en las urnas, Libre si muestra a lo interno inconformidades y ansias que se extienden y diluyen la unidad que parecían mantener en la oposición.
Igualmente, a menos de 100 días en el poder, ya empiezan a sentir el drenaje del gobierno que les ha tocado asumir en medio de una difícil herencia y la falta de coherencia entre lo propuesto en campaña y su accionar, pero, sobre todo, de un contexto global inhóspito, marcado por la crisis entre Rusia y Ucrania y sus consecuencias especialmente en la economía global.
Además, algunos de los parlamentarios de la facción de Jorge Cálix, han cuestionado las discusiones del Congreso, demandan mayor agilidad en las propuestas, al sentir que están “patinando” en hechos intrascendentes. La unidad en la bancada y a lo interno de Libre no está sellada, y es probable que a lo largo del tiempo afloren nuevas diferencias.
El PSH sin identidad
Finalmente, el Partido Salvador de Honduras (PSH), el más joven de los partidos políticos, su alianza con Libre, le ha impedido actuar con identidad propia, su líder, Salvador Nasralla, designado presidencial, se ha ido desvaneciendo, al menos en la agenda mediática.
En el Parlamento, la bancada busca amortiguar el golpe provocado por la aprobación del polémico decreto de amnistía política, anunciaron que interpondrían una reconsideración, pero los beneficiados de ese decreto ya están saliendo de sus encierros, y otros a la espera de los beneficios.
Posteriormente la inactiva de reconsiderar el p royecto se disolvió y los propios creadores de la acción se encargaron de borrarla de la agenda pública y mucho más en el accionar de la Cámara.
El PSH luce atrapado por Libre, su identidad partidaria no parece encontrarse, pues las banderas que le llevaron a generar simpatías junto a Libre como el “anti JOH” ya no se justifican y en materia de lucha anticorrupción las promesas que hicieron deben empezar a cumplirse.
La bancada de PSH parece tratar de blindar la fragilidad con que se ha dado el nombramiento de la presidencia del Congreso Nacional, señalada a estas alturas como carente de legalidad por el proceso en que ocurrió. La credibilidad de sus integrantes no parece trasladarse a la fuerza del PSH, como partido, pues uno de sus cuadros más beligerantes como Pedro Barquero, luce ahora absorbido por el engranaje gubernamental y se desconoce quiénes son los impulsores de una orquesta partidaria llamada PSH.(PD)