Paso Hondo (Honduras) – La alfarería de Honduras se ha visto afectada por la pandemia de la COVID-19, no obstante en el sur del país, principalmente las mujeres mayores, siguen elaborando con sus manos gallos multicolores de barro pequeños, medianos y grandes, que son parte del paisaje en la Carretera Panamericana.
«Antes los gallos estaban a la orilla de la carretera porque habíamos bastantes trabajadores que fabricábamos estas cosas, ahora no, porque muchos ya murieron y casi no hay quien los produzca», dijo a Efe Julia Manzanares, una alfarera de 60 años en la aldea Paso Hondo, municipio de Goascorán, en el departamento de Valle, fronterizo con El Salvador.
Hasta hace unos pocos años, los alfareros, en su mayoría mujeres, tenían expuestos al aire libre sus aves multicolores, incluso algunas en negro y otros con el color natural del barro.
Las muestras eran como galerías de arte de paso que adornaban con sus colores un tramo de la Carretera Panamericana, que une fronteras de Honduras con El Salvador y Nicaragua.
Ahora, por seguridad y mayor protección de las artesanías de barro, que incluyen otras figuras como conejos, palomas, vasijas para conservar agua fresca, floreros o jarrones, aunque siempre predominando los gallos multicolores, algunos de hasta un metro desde su base hasta su cresta, están bajo techo.
El color base y que más destaca en los gallos del sur de Honduras, particularmente en pueblos de Valle, es el rojo.
Los jóvenes de ahora prefieren otras cosas a la Alfarería
Julia, de piel trigueña, indicó que pudo criar a sus cuatro hijos, dos mujeres y dos hombres, gracias a la elaboración de gallos y otras obras de barro, pero que ninguno de ellos se interesó en aprender a hacerlos.
«Yo me levantaba a las tres de la mañana a hacer las tortillas para darles de comer a ellos y después ponerme a amasar el barro», relató Julia, quien estuvo casada dos veces.
Añadió que empezó a elaborar «estos gallitos» desde que era niña, de unos catorce años, y que lo aprendió de su madre, que fue alfarera.
En sus mejores tiempos de mucha energía, Julia dice que «hacía cuatro gallos en dos días», pero con los años ha ido «perdiendo fuerzas» y ahora al mes puede llegar a hacer unas dos docenas, de los pequeños, que coloca en unos de los tres pabellones de artesanos de todo Honduras en el pintoresco pueblo de Valle de Ángeles, situado a 20 kilómetros de Tegucigalpa, la capital hondureña.
«Los jóvenes ya no quieren trabajar estas cosas, que ya casi no se venden, buscan hacer otras cosas, pero uno ya está ambientado a su lugar, en su casita, y por eso sigo trabajando en esto, aunque sea poco», expresó la artesana, que tiene su puesto de ventas bajo techo, con una cerca de alambre ciclón para que los conductores de vehículos pueden ver sus obras.
Con su trabajo, Julia le dio estudios a sus hijos, de los que solamente una, según su relato, le ayuda a amasar el barro y a pintar. El resto del proceso que lleva cada pieza, no sabe hacerlo.
Costes para hacer las obras se han elevado
En opinión de Julia, muchos alfareros se han retirado de la actividad porque ahora ha aumentado el coste del barro y la leña, lo mismo que las pinturas de aceite que se utilizan.
«Antes hallábamos leña donde quiera, ahora ya no hay, tenemos que comprarla cara, el barro también se compra», indicó la alfarera.
Además, a veces tienen pérdidas porque se les quiebran las piezas en el mismo sitio donde las hacen, o cuando las llevan a Valle de Ángeles, por lo general en transporte público.
Para elaborar los gallos y demás piezas, Julia comienza colando el barro, después lo moja, lo amasa y lo deja reposar un día.
Luego les da la forma, a lo que sigue un proceso de pulido con una piedra fina y el cocido en un horno, también de barro, que Julia heredó de su madre.
Después sigue el pintado, para lo que utiliza, como pinceles, plumas de gallina, definiendo los dibujos, y marcando puntos de colores como parte de los adornos, con la yema de un dedo.
La pandemia merma la producción de los artesanos
A raíz de la pandemia de la COVID-19 que desde marzo de 2020 se comenzó a expandir en Honduras, hubo un confinamiento total durante más de cinco meses, lo que ha afectado a todos los sectores productivos del país.
La administradora de los pabellones de Valle de Ángeles, Lidia Mendoza, dijo a Efe que los alfareros «antes de la pandemia traían bastante producto, pero que por la pandemia dejaron de surtir».
Sobre la elaboración de gallos, indicó que son obras que solamente son elaborados en el sur del país, y en la cultura lenca, en el occidente, cuya característica es que sus múltiples objetos son pintados en blanco y negro.
Agregó que los pabellones, que fueron inaugurados en 1979, ofrecen al público obras diversas de unos 240 artesanos de todo el país.
Los gallos que elabora Julia Manzanares, igual que los de la cultura lenca, tienen mucha demanda, y cuando un cliente quiere uno grande, se le notifica al alfarero para que lo haga, porque en los pabellones solamente tienen pequeños y medianos.
Mendoza dijo que hay muchos clientes que no valoran la mano de obra de los artesanos y siempre quieren todo barato, olvidando el tiempo que lleva elaborar una pieza, ya sea en barro, madera, fibra o piel.
En los pabellones permanentes de Valle de Ángeles los turistas pueden adquirir artesanías de barro, madera, metal, fibras y cuero, entre otros materiales.
La pandemia de COVID-19 obligó a mantener cerrados durante siete meses los pabellones de los artesanos, que abrieron hasta el 4 de diciembre, en principio solamente el sábado y domingo, luego por tres días, hasta la apertura permanente.
Sin embargo, los pobladores de Valle de Ángeles, que viven del turismo, temen de que el pueblo vuelva a ser cerrado por la alta incidencia de casos de COVID-19 registrados en ese y otros sitios cercanos, según informes de las autoridades sanitarias.
Un nuevo cierre de Valle de Ángeles «sería fatal para su economía y su gente», subrayó Mendoza, quien dijo además que los pabellones de los artesanos están cumpliendo rigurosamente con las medidas de bioseguridad, lo que pudo Efe pudo constatar. (ag)