
Sin duda, que los profesores harvarianos Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, después de un análisis e investigación en algunas regiones del mundo, publicaron el libro “Cómo mueren las democracias”, (2018), llegan entre otras conclusiones: que las democracias mueren por la actitud de gobernantes que subvierten el orden democrático, para tener y mantenerse en el poder. En la Antigua Atenas, allá por Siglo V, los ciudadanos atenienses, se dieron cuenta que esta forma de gobierno es completa ya que el poder reside en el pueblo. Cualquier sistema democrático, debe sustentarse en el derecho que tiene la población de elegir y ser electo, gozar de seguridad jurídica, personal y social. Una democracia fuerte, consistente en donde existe la equidad, igualdad y la aplicación de la justicia sin discriminación definitivamente, tiene más oportunidades, que otras democracias de permanecer y darle a los ciudadanos libertades, propias, de una sociedad que apuesta por el desarrollo y bienestar de las personas e instituciones.
Según el pensamiento de Levitsky y Ziblatt, ninguna democracia, muere de la noche a la mañana, es un proceso de desgaste y debilitamiento que de a poco como el agujero que hace una gota de agua que cae de manera permanente en cualquier superficie. Hay síntomas muy significativas, por ejemplo, cuando la democracia, le da la espalda a los ciudadanos, pierde el foco y se enfrasca en situaciones banales y sus líderes se dedican a la politiquería vacía. De ahí, que el individuo como elemento teleológico del Estado, pasa a un segundo plano, relegado e ignorado completamente. Cuando un gobierno, no representa al pueblo, podría estar cayendo en una crisis, que pone en precario el sistema democrático. La democracia, es tan importante porque tiene mecanismos de participación ciudadana, la toma de decisiones, creación de nuevas y mejores instituciones, fortalecimiento y aplicación correcta de la justicia y la participación de la organizaciones civiles a efecto de alcanzar mejores niveles de vida, propiciando oportunidades de trabajo, mejora ostensible en el sistema sanitario, un sistema educativo que le apueste a la excelencia para la competencia internacional, proyectos de vivienda dignos, uso racional de los recursos naturales, inversión en tecnología para un uso apropiado de la Inteligencia artificial, apertura y construcción de carreteras y vías de comunicación que no tengan nada que envidiar al primer mundo.
El problema en que puede caer un país, es anunciar con bombos y platillos que practica elecciones libres y transparentes, terminando en prácticas vergonzosas, convirtiendo los procesos eleccionarios en el hazme reír del mundo, en donde los observadores nacionales e internacionales, reporten e informen que las elecciones están permeadas y viciadas por el fraude. Honduras se aproxima a las elecciones este 30 de noviembre del 2025, para elegir presidente, diputados, alcaldes y regidores. Tenemos que dar un gran ejemplo a los demás países y al mundo que observa cada movimiento que se hace. Como hemos dicho en otra entrega, no debemos permitir que la incertidumbre nos gane. “Votar es hacer gobierno”. Es alargar la vida a las generaciones presentes y futuras. No podemos inaugurar un proceso cuestionado y desacreditado como se deja ver. Es increíble, vivir en el Siglo XXI, y todavía estar dando visos de barbarie, ignorancia y anarquía. Honduras tiene una gran oportunidad de dar lecciones de civismo, credibilidad y esperanza, tanto para los que vivimos aún en Honduras, como para los que emigraron y viven en España o en Estados Unidos, donde están las comunidades de hondureños más significativas.
Las democracias mueren cuando se pone en precario la libertad de expresión, cuando las instituciones se debilitan por los niveles insospechados de corrupción, además, el descrédito, calumnia, opiniones infundadas, un sistema de operadores de justicia, que muestran debilidad en la persecución del delito. No importa el color político, clase social política, económica, industrial o empresarial, el que comete un delito debe pagarlo. “La justicia engrandece a la nación…”. Las democracias mueren cuando hay una inexistencia de pluralidad, tolerancia, aceptación y apertura. Entre otros factores, que evidencian la muerte de las democracias es también cuando en vez de incrementarse las empresas, fábricas, industrias y negocios que son fuentes de trabajo, deciden abandonar el país, trayendo como aparejada consecuencia, la delincuencia, crimen organizado, tráfico de drogas, trata de personas y algo que es alarmante, un sistema judicial y educativo sin norte ni rumbo.
Sin igualdad no hay democracia, sin derechos humanos, no hay democracia, sin electores y sin elecciones, no hay democracia, sin educación, no hay democracia, sin justicia, no hay democracia, sin trabajo, no hay democracia, sin viviendas, sin seguridad, no hay democracia, sin participación ciudadana en la toma de decisiones, no hay democracia. Sin instituciones y líderes que no amen a Honduras, no hay democracia. La inexistencia de lo antes enunciado, la democracia se muere.
Los hondureños podemos ser ejemplo de democracia, no tan solo, por emitir un voto, y elegir gobierno, sino por los altos valores y principios democráticos en los que está fundamentada la República de Honduras. Es momento para demostrar, que podemos vivir en un mismo territorio a pesar de pensar diferente o de votar diferente. Es momento de hacer historia y que todo este proceso termine de la mejor manera, que no haya intromisión de ninguna naturaleza, que se quite la nebulosa que ha caído sobre este proceso, que es sin duda, histórico, decisorio para que desarrollemos y explotemos cada aspecto bello que tenemos como país. Nadie más que nosotros, somos y debemos comprometernos a ejercer el voto y que gane la democracia, para que permanezca vigente y no termine muriendo. Muere la democracia, se truncan los planes y proyectos de desarrollo humano, que van en beneficio de las grandes mayorías y minorías, es decir, la población en general.








