
En tiempos de confusión social y política, cuando los discursos se entrecruzan y la gente parece perder el rumbo, se vuelve vital distinguir entre inteligencia y sabiduría. La inteligencia nos ayuda a resolver, a adaptarnos, a encontrar caminos; la sabiduría nos enseña hacia dónde vale la pena caminar.
No son lo mismo. Una puede existir sin la otra, pero cuando se unen, encontramos verdadera dirección. Por eso resuena con fuerza una antigua sentencia: “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia” (Proverbios 9:10). Dicho de forma sencilla: la sabiduría nace del respeto por lo que nos trasciende; la inteligencia se ilumina cuando comprende lo esencial. Si el corazón se orienta, la mente encuentra su norte.
Hace poco, en Honduras, ocurrió algo inédito: todas las iglesias del país decidieron caminar juntas en una sola expresión multitudinaria. No fue una demostración de fuerza ni una confrontación, sino una caminata de amor a la patria, de deseo de paz y de fe como lazo de unión. En medio del ruido y la desconfianza, ese gesto fue un recordatorio importante: todavía hay motivos para caminar lado a lado. Solo Dios es el autor de un acto así, parece que la sociedad entera decide, sin palabras, mirar en la misma dirección. Y al hacerlo, se enciende una certeza silenciosa: la unión no es un discurso, es un paso compartido.
La comunicación, lo digo desde la experiencia, no solo transmite información; transforma realidades. Una transformación auténtica empieza cuando entendemos lo que pasa, continúa cuando lo convertimos en experiencia compartida y se consolida cuando proyectamos una expectativa común. Primero interpretamos, luego lo vivimos y por último lo volvemos propósito. Cuando ese ciclo se repite, la conciencia crece.
Caminar juntos enseña que la división nos cansa y que vivir un mismo caminar, reúne y proyecta la idea de un país reconciliado. Aunque nadie “vivió” toda la caminata en su totalidad, porque los símbolos se viven hacia adentro, muchos sentimos que algo quedó grabado en la memoria colectiva.
Esa huella tiene consecuencias en lo íntimo y en lo público. En casa, nos recuerda que la paz se fabrica con gestos cotidianos: escuchar antes de responder, pedir perdón a tiempo, agradecer sin cálculo. En el barrio, se traduce en respeto por quien piensa distinto y en cooperación para resolver lo básico: el agua, la seguridad, el cuidado de los niños y los mayores. En la conversación pública, significa evitar el atajo de la burla y del insulto, y volver a la palabra que construye. Si una caminata fue capaz de juntar miles de pasos, una conversación honesta es capaz de recomponer puentes rotos.
También deja una advertencia: no basta con la habilidad para organizarnos o comunicar mejor. Esa es la parte inteligente. Si no hay un propósito limpio, la astucia se vuelve truco y la estrategia se convierte en máscara. Lo que necesitamos es que la inteligencia se ponga al servicio de la sabiduría. Y la sabiduría, en lo práctico, se parece mucho al servicio: cuidar sin humillar, corregir sin destruir, decidir pensando en el largo plazo. No se trata de ganar una discusión, sino de salvar una relación; no se trata de imponer una consigna, sino de abrir un camino.
Hoy Honduras necesita más que inteligencia. Necesita sabiduría. La inteligencia nos ha permitido organizarnos, planificar, incluso manipular; pero solo la sabiduría puede darnos dirección, reconciliación y esperanza. La sabiduría no consiste en dominar, sino en servir; y en ese servicio está la posibilidad de una Honduras reconciliada. Cuando entendemos, cuando lo vivimos juntos y cuando proyectamos una expectativa compartida, nace una conciencia capaz de transformar no solo la política, sino la vida cotidiana. La inteligencia nos dice cómo avanzar, pero la sabiduría nos enseña hacia dónde caminar.
No se trata solo de cambiar lo que está mal. Se trata de transformar nuestra conciencia como pueblo. Lo que vimos recientemente no debe quedar como un recuerdo, sino como un punto de inflexión: el inicio de un antes y un después donde la inteligencia esté al servicio de la sabiduría, y la sabiduría al servicio de la paz, la justicia y la unidad. Y ahora preguntémonos ¿hacia dónde queremos caminar como nación?