
La expresión que le da rumbo a este artículo, es del icónico personaje de la televisión mexicana, el Chapulín Colorado, interpretado por el escritor y comediante, Roberto Gómez Bolaños. La frase la acuñó e hizo famosa a principios de la década de los 70.
Ante una situación complicada, llegaba el personaje convertido en héroe, el cual solía estar a tiempo y aparecer de la nada, en la escena, había alguien que de manera desesperada lanzaba la pregunta: ¿Y ahora quién podrá defendernos?. Entonces aparecía el “yo” del Chapulín Colorado, el cual en acto seguido, hacia un desastre, quebrando, cayéndose, o produciendo disturbios en la escena actuada, generalmente haciendo el ridículo.
El programa fue tan apetecido, que niños, jóvenes y adultos mayores, repetían cada dicho del elenco, cuyo gran objetivo era entretener simulando una comunidad o vecindad en donde los adultos seguían muchas veces los caprichos de los niños o viceversa.
El programa era visto por millones de personas que se entretenían con cada una de las historias contadas, que no era más, que la dramatización de la cotidianidad en la vida de una vecindad, mexicana, pero, muy común en casi todo America Latina.
Por cierto, que en estos días, se presenta la miniserie, “sin querer, queriendo” o sea la vida de Roberto Gómez Bolaños, creada precisamente por Roberto Gómez Fernández, donde se narra su infancia, vida de familia, su incursión en la televisión, pantalla grande, y el éxito alcanzado a través del programa “El Chavo del 8” y “El Chapulín Colorado”. Debemos admitir, que hay miles de escritos referentes a esta expresión ¿Y ahora quién podrá defendernos?.
La verdad, es que, el mundo en el cual vivió el Chapulín Colorado, no es tan diferente, al que vivimos actualmente, 50 años o más después. Las incertidumbres, los fatalismos, fundamentalismos no han cambiado,al contrario, se han incrementado. Las sociedades polarizadas por cuestiones ya sean populistas o conservadoras, un sistema económico que se vuelve cada vez más deshumanizado, cruel y despiadado para todos. Además, los aranceles elevados e imposiciones derivadas de los que más tienen en detrimento de los que no tienen nada.
Un mundo en conflictos belicistas, hasta más no poder. Cada día se suman más situaciones realmente difíciles de entender, el odio, la segregación, las conductas fascistas, las situaciones de rechazo y de abandono de los metarrelatos de épocas pretéritas. ¿Y ahora quién podrá defendernos?.
Esta expresión de angustia, pareciera ser como el último hálito de vida que queda, ante tanta desesperanza, destrucción, muerte, descrédito, descalificación, discriminación, xenofobia, tratos crueles e inhumanos, violencia, CORRUPCIÓN, enfermedades mentales. Es decir, tenemos grandes problemas en la VECINDAD. Los caminos de la solidaridad, diplomacia y las relaciones inteligentes escasean, pareciera que vivimos en un mundo en donde se miden fuerzas a cuáles mejores. Lo anterior, pasa por un tema relevante, como es el de LIDERAZGO, es decir, gente sensata gobernando, personas civilizadas avizorando lo que está en el futuro.
Vivimos en una situación de confusión, sincretismos y contradicciones. Los imaginarios políticos, ideológicos y sociales cada vez se distorsionan y toman giros inesperados. Surgen preguntas y reflexiones alrededor de lo que estamos viendo, y a punto de ser testigos, no se sabe, si tendrá proporciones apocalípticas, destructivas, disruptivas, nefastas e insospechadas.
Tenemos un problema que se llama INTOLERANCIA, pues queremos que nuestros criterios, caprichos y encomiendas sean y tengan preeminencia por encima de la de los demás. En el campo de la política vernácula, decimos ser democráticos y lo que hacemos es un manoseo de la democracia, imponiendo intereses de tipo personal, ignorando las aspiraciones y sueños de las grandes mayorías. ¿Y ahora quién podrá defendernos de las malas decisiones, confrontaciones, guerras, amenazas arancelarias, discriminación, crimen organizado, politiquería barata, despilfarros, legalismos infundados, odios, violencia, anarquías, autoritarismos, nepotismo, burocratismos desmedidos, los desacuerdos y los no consensos en la toma de decisiones para llevar a cabo los procesos electorales internos y generales, como es el caso de Honduras en este momento, sincretismos religiosos, pobreza e ineficacia en la aplicación de la justicia, pecados sociales, daños socio emocionales, lacras, desplazamientos forzados, avasallamientos e intromisiones de unos gobiernos con otros, falsos populismos, indolencia y displicencia ante los grandes problemas en salud y educación, tráfico de drogas, extorsión clandestina e institucionalizada, el no alcance de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), cambio climático aunado a la contaminación, terrorismo internacional, asociaciones ilícitas, inseguridad cibernética, el problema ético en el uso de la inteligencia artificial, desigualdades, holocausto nuclear, pérdida de la biodiversidad?.
Estos son algunos de los problemas que afronta esta sociedad que vive en la era de la posverdad?. Para finalizar, sin duda, que saldrán muchos erigiéndose como héroes, salvadores, redentores y magos queriendo resolver la problemática de la Era presente, no obstante, mientras más se cultiven los narcisismos, los intereses personales y egoístas, tendremos una crisis más agudizada, una sociedad y familias divididas, demasiados entuertos que resolver, conflictos y situaciones irreconciliables, paises gobernados por enajenados, malgeniados, con actitudes energúmenas y con un pobre compromiso con la población que busca trabajo, paz, seguridad, salud, educación y lo más básico y elemental para vivir dignamente.
Tan solo, si los políticos escucharán, los que toman decisiones tuvieran en cuenta las necesidades de la población, los diferentes grupos de sociedad civil, religiosa, económica, tecnológica, fuerzas vivas, instituciones políticas, empresa privada y todos los actores importantes de nuestro país, asumieran un compromiso de cambiar la mentalidad pobre, cuidar los pocos recursos que tenemos, lograr conciencia del cambio climático, adecentar la institucionalidad, depurar las organizaciones, fomentar una política de anticorrupción, y una ética de trabajo responsable, entonces, podríamos enfrentar los retos y desafíos de los próximos años que le quedan a este Siglo XXI.