Tegucigalpa – Su rostro, desconocido hasta ahora para la mayoría de la sociedad hondureña, ya era familiar para ciertos operadores de justicia e incluso para algunos políticos de su zona de influencia y otras regiones hacia donde había expandido sus negocios. Para la autoridad, en especial la policía, según los relatos del The New York Times, el hondureño Wilter Blanco, era «El Señor», a quien se referían con reverencia.
Hoy este personaje empieza a experimentar el desmoronamiento de su estructura, golpeada por las últimas acciones fiscales y la petición de una corte de justicia estadounidense que quiere juzgarlo por narcotráfico, sin descartar que se sumen otros delitos, entre ellos el de terrorismo.
Wilter Neptaly Blanco Ruíz, es un hombre joven de apenas 39 años, oriundo del litoral atlántico. En las fotografías difundidas aparenta una edad mayor, contextura gruesa y algo tosco. Es hijo de un capitán de marina, identificado como Pedro José Blanco Hernández, sobre quien pesa también una orden de captura desde mayo de este año, según una comunicación oficial.
El oficio de Wilter Blanco, según las particularidades que describe la orden de su captura, es comerciante. Una de sus residencias estaba en la colonia La Ceibita, última calle, última casa de color rosado, de material, en el municipio de Tocoa, en el departamento de Colón. Así lo describe la orden de captura emitida también en mayo de este año.
Wilter Blanco, ese personaje que no llega a los 40 años, ha amasado una fortuna inimaginable en tan poco tiempo, según reportes fiscales. En los meses de abril a diciembre de 2015, le aseguraron a su organización 58 residencias y haciendas, 28 vehículos, 48 cuentas bancarias, cuatro embarcaciones y cuatro sociedades mercantiles, ubicadas en los departamentos de Colón, Atlántida y Yoro. Son las zonas de su comercio, porque el principal centro de operaciones ha sido La Mosquitia hondureña y La Mosquitia nicaragüense, según los reportes de inteligencia.
En La Mosquitia hondureña, las anécdotas sobre Wilter Blanco eran tales, que se asegura que, si llegaba a un hotel de la zona, lo mandaba a cerrar con todos sus huéspedes y se encerraba días celebrando y la gente hospedada tenía que hacerlo también con él. No había autoridad que impidiera sus deseos.
“Espere noticias…señor”
Tanto así, que según el reporte del diario estadounidense The New York Times (NYT), fue una “ponga” (jugada) que le hicieron con una droga lo que le costaría la vida al extinto zar antidroga, el general retirado Julián Arístides González.
En julio de 2009, Wilter Blanco quiso quedarse con un cargamento de droga de 143 kilos propiedad de Héctor Emilio Fernández, alias don H, último extraditado a Estados Unidos donde espera juicio en una corte federal.
La droga se encontraba en La Mosquitia. De acuerdo a los relatos del NYT, Blanco habría contactado a una alta autoridad policial para hacerle la “ponga” a don H. Éste asintió al negocio propuesto y se desplazó a la zona con un grupo policial, pero en el camino se les atravesó el zar antidroga, al interceptar primero el cargamento y botarles el negocio a Wilter Blanco y al jefe de la policía, según la publicación norteamericana.
La pérdida de esa droga enfurece a Blanco, a quien los informes oficiales policiales en poder del NYT y de otros medios periodísticos hondureños, achacan la responsabilidad de planificar con la alta cúpula policial de ese entonces la muerte del zar antidroga. Fue una operación casi perfecta, muy bien sincronizada y casi sin dejar huella, excepto un informe oficial que detalla, supuestamente, como se ejecutó al hombre que de acuerdo a Washington era “una esperanza” para Honduras en la lucha contra las drogas.
“Esté pendiente de la noticia mañana, mañana haremos todo, esté pendiente, señor”, habrían dicho tres altos oficiales de la cúpula policial a Wilter Blanco, un día antes de asesinar al general González.
“Señor” o “El Señor”, así se refería siempre la autoridad policial que habría sido presuntamente cooptada por quien llaman el líder del Cartel del Atlántico, una red de transportistas de droga que pese a los golpes dados por el Ministerio Público en 2015, logró recuperarse rápidamente porque abarcó parte del terreno dejado por el cartel de Los Cachiros y el de los hermanos Valle Valle, cuyos integrantes y principales cabecillas ya están en Estados Unidos.
Así el “Señor” del Cartel del Atlántico ha podido desplazarse con amplia impunidad por el territorio hondureño, pues entre sus socios claves no solo estaban autoridades de la cúpula policial de la época, también oficiales de las Fuerzas Armadas—según lo trascendido—jueces, fiscales y otros operadores de justicia.
El malestar de Washington
Parte de su estructura y de la cadena de operadores de justicia que le han colaborado han sido identificados, al parecer, por las autoridades del Ministerio Público que traen nuevamente el caso a la luz pública luego de la denuncia en la prensa local que Wilter Blanco—con orden de captura desde mayo de 2016—había sido aprehendido en un operativo en el litoral atlántico y dejado en libertad sin mayor contratiempo.
La liberación de Blanco molestó a las autoridades de la embajada de Estados Unidos en Honduras, que hace tres meses habían entregado a los cuerpos de inteligencia del Estado, información sobre las andanzas del presunto capo y su idea de planificar un atentado en contra del embajador James Nealon y del presidente Juan Orlando Hernández.
Las autoridades no dieron mayor importancia al reporte de los americanos, pero el presidente Hernández confirmó que en efecto estaría en marcha un atentado contra el embajador Nealon y su persona; que la inteligencia ya estaba investigando.
La osadía de Wilter Blanco de enfilar sus ojos hacia el representante de Washington en Tegucigalpa, aceleró la decisión de una corte federal de La Florida para abrirle una causa por el delito de narcotráfico, como un paso previo a lo que se considera una inminente extradición de Blanco.
La embajada de Estados Unidos también ha difundido de una forma inusual un listado de nombres de personas y oficiales de las Fuerzas Armadas a quienes investiga por supuesta corrupción y narcotráfico. Esos nombres, al parecer, estarían ligados también a la red que conforma el Cartel del Atlántico.
Debilitan estructura
Y las autoridades hondureñas también han reaccionado al capturar a dos de las seis personas a quien un juzgado de jurisdicción con competencia nacional ordenó su captura hace cinco meses. Se trata de las parejas sentimentales de Wilter Blanco, quienes son acusadas del delito de lavado de dinero.
Ellas son Yessica Michelle Matute y Denia Carolina García Ramírez. La primera fue capturada en la colonia Miramar de La Ceiba y la segunda en el hotel La Confianza, en Tocoa, según el Ministerio Público. Ambas están con detención judicial en una cárcel común.
Falta capturar al padre de Wilter Blanco, Pedro José Blanco, a su esposa Dunia Elizeth Melgar Paguada y a su cuñado Jaime Alexis Matute Cruz, último considerado el principal administrador de la red del Cartel del Atlántico.
Wilter Blanco aún no ha sido capturado, pero todo indica que le están cercando, que su estructura empieza a ser erosionada y que su caída podría acelerarse, a menos que su red de “captura” de la institucionalidad le colabore para protegerlo o para “cazarlo” antes de que llegue a una corte federal estadounidense.
Son las historias de los barones de la droga en Honduras que se conocen de a poco, a medida que se les descubre y a medida que se manifiesta también la opulencia del narco y sus redes de penetración en las estructuras del Estado.