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Uso arbitrario del poder, la fuerza y la violencia, marcan miedos de los hondureños

Tegucigalpa (Especial Proceso Digital) – La construcción de la democracia hondureña en más de cuatro décadas no solo muestra los niveles de insatisfacción que ésta ha generado entre los hondureños por las desigualdades, discriminación, pobreza y desconexión de las elites políticas con la ciudadanía y población en general, también ha incidido en la construcción del miedo a lo largo de este tiempo.

Es el miedo al Estado, a sus instituciones, a los funcionarios, y a otros ciudadanos. Así lo revela en sus hallazgos el reciente estudio de cultura cívica y convivencia en Honduras.

En el proceso de construcción del miedo prevalece el papel del Estado a través de las respuestas de las instituciones y de los funcionarios frente a las denuncias ciudadanas.

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El miedo cumplió la función de inhibir, intimidar, y hasta de aterrorizar, de formar ciudadanos mansos, recoge el estudio.

El miedo al Estado ha sido una condición para la prevalencia de la desigualdad, la inequidad y el mantenimiento de un Estado atrapado por sus élites, para mantener un sistema político concentrador de poder, construir una democracia que ha negado derechos, incluyendo los derechos fundamentales de este sistema político. Una democracia para conservar los privilegios señala el informe, el primero de esta naturaleza realizado en Honduras y promovido por la Fundación Internacional para Sistemas Electorales (IFES), por sus siglas en inglés.

El estudio se realizó en un período de un poco más de ocho meses e incluye entrevistas a actores claves (62), grupos focales (30) en los 18 departamentos del país, análisis histórico y bibliográfico, observación y otros insumos que permitieran presentar los resultados de una investigación para aproximarse a la cultura cívica, democrática y de convivencia entre los hondureños.

Para este trabajo, el país se dividió en cinco regiones y cada una de ellas arrojó características muy particulares y comunes que permitieron ir descubriendo las identidades de los hondureños, qué les gusta, qué no les gusta, su visión de la democracia, los valores democráticos, los orgullos, los desafectos; y cómo valoran lo que el Estado les ha dado en esta transición inconclusa de la democracia hondureña.

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En las cinco regiones auscultadas el miedo ha sido un hilo común que destacan entre ellos. “Hay que ver, oír y callar”, “Hay que medir las palabras”, “El miedo nos ha hecho perder libertades”, expresan los consultados como parte de la construcción de un miedo que formó ciudadanos mansos en Honduras.

El miedo como construcción social y política

 El miedo es una construcción social y política, resultado de la relación de los ciudadanos con el Estado, con las instituciones, con los funcionarios y con otros ciudadanos. En este vínculo se identifican relaciones de desigualdad por el uso arbitrario del poder, por el uso de la fuerza y la violencia, por la impunidad, y por la indefensión de los ciudadanos frente al Estado.

De acuerdo con la investigación, el hondureño siente miedo y desconfianza en la policía, miedo ante la falta de confianza en el sistema de justicia, miedo a otras personas, y miedo ante la violencia contra la mujer. Tienen miedo también a denunciar la corrupción, y la confianza familiar y comunitaria también les ha generado miedos.

En cuanto a la policía, los miedos de los hondureños y hondureñas indican que: “No denunciamos por miedo, hay muchos policías corruptos”. “Se denuncia y llegan cuatro horas después, pasan encerrados en la posta”. “La policía informa a los delincuentes quién los denunció”.

Si del sistema de justicia se trata, esto fue lo que expresaron acerca de sus miedos: “No se denuncia a gente de dinero, porque la justicia no hace nada contra ellos”. “Las cárceles están llenas de gente pobre”. “Solo se llevan a los roba gallinas”. “A los poderosos los dejan libres, o andan en libertad”. “Los jueces se venden”. “La Fiscalía no resuelve”. “Llevaría un proceso a los Tribunales solo si tuviera dinero para ganarlo”.

En cuanto al miedo a otras personas, algunas de sus respuestas fueron las siguientes: “No denunciamos por miedo, después viene la venganza, más violencia”. “Si denunciamos peligra uno y la familia, el denunciado nos busca en la casa, el trabajo, donde estudiamos. Nos mata”. “Tenemos miedo de salir en la noche”. “Salimos y no sabemos si vamos a regresar”. “Nos encerramos temprano, salimos y nos pueden matar”.

Sobre la violencia contra la mujer, el miedo se hace presente de la siguiente forma: “No se denuncia, después es peor”. “La mujer queda más indefensa”. “No hay protección del gobierno, no hay asesoría”.

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El miedo a denunciar la corrupción es expresado de la forma siguiente: “No se puede hablar de corrupción, se corre peligro”. “Han matado periodistas por denunciar la corrupción”. “Si hablamos de temas políticos nos matan”. “Si denunciamos la corrupción nos matan”. “Mejor machete estate en tu vaina”.

Y la pérdida de confianza en los vecinos o algunos miembros de sus familias los ha llevado también a desarrollar miedos que los manifiestan de esta forma: “No confiamos en los vecinos”. “No sabemos quiénes son los vecinos”. “Solo confiamos en nuestra madre, padre y hermanas y hermanos”. “No confiamos en toda la familia, a veces no sabemos en lo que ellos andan”.

Así ven los hondureños el valor de la tolerancia

Otro de los hallazgos de la investigación a cargo de la socióloga y exrectora de la UNAH, Julieta Castellanos, y la periodista e investigadora, Thelma Mejía, fueron lo que denominan “miedos generacionales”. El trabajo les permitió identificar los tipos de miedos que a lo largo de esta construcción democrática ha caracterizado a los hondureños y hondureñas.

La generación de los años 50 y 60 manifestó que tenían miedo al Ejército, porque ellos, sus padres o sus abuelos vivieron esos tiempos difíciles para Honduras. Tenían miedo a la represión porque lo vivieron o sus padres o abuelos les contaron, tenían miedo a la “policía montada” de la época, al “cabo cantonal”, al “comandante de armas”.

 La generación de los años 70 y 80 tenía miedo a la policía, a los militares, a tener libros sobre el marxismo porque se los confiscaban o los quemaban, o les armaban acusaciones; tenían miedo a ser dirigentes gremiales o sindicales porque podrían desaparecerlos por motivaciones político-ideológica. Más de 187 desaparecidos políticos hubo en los años ochenta, y así lo reconoció el Estado.

La generación del siglo XXI sus expresiones del miedo fueron a salir a caminar, miedo a no poder regresar a su casa, miedo para hablar públicamente de determinados temas como la corrupción, el narcotráfico, a poner una denuncia en la policía, en el Ministerio Público o a denunciar a un funcionario público. La gente también expresó sus temores a ser agredidos por los grupos de colectivos del partido en el poder, Libertad y Refundación.

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Los miedos también fueron consultados a los hondureños que conforman la diáspora, entrevistados para la investigación y sus miedos externados fueron los siguientes: tienen miedo a la policía de Guatemala, a las bandas del crimen organizado que operan a lo largo de la ruta del migrante, a la policía de Migración de Estados Unidos, a ir a un hospital, a realizar un trámite en un consulado.

Estos miedos que han caracterizado a lo largo de más de cuatro décadas a los hondureños, como reflejo de una construcción social y política, ha incidido para que la gran parte de los consultados conciba el valor de la Tolerancia, como sinónimo de “aguante”, de “agachar la cabeza”.

La tolerancia es un principio democrático vinculado al respeto a las ideas de otros ciudadanos, a las preferencias políticas, religiosas, ideológicas y sexuales. La toleranciacomo valor de la democracia solo excepcionalmente ha sido definido en su válida dimensión; para la mayoría de los participantes el uso del concepto es sinónimo de personas mansas y amansadas

La mayoría de las opiniones consultadas ubica el valor de la tolerancia desde la perspectiva de aguantar. De este modo ver el valor de la tolerancia como: “Paciencia con alguien que no nos cae bien”. “Tomar las cosas con calma”. “Aguantar a una persona cuando actúa de forma inadecuada”. “Aceptar todo hasta lo malo”. “Soportar lo que vemos, aguantamos mucho, demasiado”. “Aguantar, aguantar, una, dos, tres veces. Soportar”.

También, como: “Somos un pueblo noble, un pueblo pendejo”. “Somos tolerantes con todo lo que pasa, tenemos fe”. “Aguantar todo, hasta lo que no está bien”. “Pasar por alto varías cosas”. “Hay cosas que es mejor dejarlas pasar”. “No llevar la contraria, nos puede ir mal”. “Somos tolerantes porque tenemos miedo a los gobiernos militares, es una herencia que nos dejaron”.

A su vez, el concepto de libertades relativizado por el miedo al poder, a los políticos, a los funcionarios, todas estas circunstancias han conducido y siguen conduciendo a la pérdida de libertades y a la autocensura, expresan los consultados en el estudio.

El concepto del respetoidentificado tal cual la gente vive la falta de respeto entre los hondureños en la vida diaria. La condición de indefensión que más expresaron los consultados es frente a la violación de derechos humanos, la falta de respuesta ante la inseguridad ciudadana y los derechos laborales, incluyendo el cumplimiento del pago de salario mínimo que por ley corresponde.

La construcción de los miedos y sus apreciaciones sobre los valores de la tolerancia, la libertad y el respeto, lleva a que los hondureños y hondureñas muestren su insatisfacción con la democracia, aunque la siguen considerando la mejor forma de gobierno.

Pero a esta democracia construida a lo largo de más de cuatro décadas no les gusta Honduras:  los problemas económicos y de derechos laborales,los problemas de inseguridad, violencia, crimen e impunidad, los problemas de la política y la gestión del poder, el desempeño de las instituciones del Estado. En el proceso de construcción del miedo prevalece el papel del Estado a través de las respuestas de las instituciones y de los funcionarios frente a las denuncias ciudadanas.

Son los miedos de los hondureños que identifica y revela en este estudio la investigación de la Fundación Internacional para Sistemas Electorales que pretende ofrecer elementos que nutran la formulación de políticas públicas y estrategias de cooperación adecuadas a la realidad nacional, necesarias para el robustecimiento de un Estado democrático de derecho en Honduras. (PD)

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