Por Alberto García Marrder
Especial para Proceso Digital, La Tribuna y El País de Honduras
A Donald Trump, que comienza este 20 de enero su segunda presidencia de Estados Unidos, solo le falta una túnica para parecerse a un emperador romano, pero con más poder y dispuesto a rehacer la historia a su gusto.
Recientemente ha dicho en una rueda de prensa que no descarta usar la fuerza militar para recuperar el Canal de Panamá, comprar Groenlandia, convertir Canadá en un estado más de la Unión, imponer más aranceles a los productos mexicanos y a cambiar el nombre del Golfo de México por Golfo de América.
No, no son fanfarronadas de Trump, es una cosa seria y preocupante.
Como lo ha definido muy bien el diario ”The Wall Street Journal”, estas palabras de Trump sobre el Canal de Panamá, Groenlandia y Canadá, “refleja su fascinación por una versión moderna de una vieja idea: que las grandes potencias deben buscar esferas de influencia y defender sus intereses económicos y de defensa e imponer sus voluntades sobre sus pequeños vecinos”.
En pocas palabras, volver a la época del “gran garrote» del ex presidente Teddy Roosevelt.
De nada va a valer muestras de patriotismo y solidaridad latinoamericana, todo se va decidir o imponer en la Oficina Oval de la Casa Blanca.
Y no solo en la política exterior, también en la de interior. El diario “The New York Times” ha informado que Trump ha hablado por teléfono con Samuel Alito, un juez amigo del Tribunal Supremo, nada menos que días antes de que el alto tribunal decida sobre la petición del presidente electo para atrasar o anular una sentencia de un juez de Nueva York en contra suya. Eso implica la ética y la moralidad que para Trump no se aplica. (Finalmente el alto decidió , por una votación 5-4 ir en contra de Trump y la sentencia se hizo pública el viernes).
Trump tendrá también el dilema de cómo lidiar con unos cuantos congresistas republicanos que no obedecen sus “directrices” de cómo votar.
Y sobre el tema candente de las deportaciones masivas de los inmigrantes indocumentados, si está dispuesto a comenzarlo, cueste lo que cuesto. A unos 10.000 dólares por cada uno y a pesar de las protestas, especialmente en México y Centroamérica. A él le interesa complacer a sus fieles seguidores y ultras conservadores de Texas, que los tiene. Y además, porque está en sus promesas electorales.
Por ahora, tiene a los países miembros y supuestos aliados de la Alianza Atlántica (OTAN) echando chispas por las palabras de que, una vez tome posesión exigirá a los países miembros que destinen el 5 ciento de su Producto Nacional Bruto (GNP, en inglés) para gastos de defensa, cuando la mayoría no pasa del 2 por ciento y sólo Polonia llega al 4 por ciento.
Trump da a entender que el que no pague el 5 por ciento, que luego cuando sea invadido por Rusia, por ejemplo, que no pida que Estados Unidos salga en su ayuda , como estipula el tratado.
Otra “patata caliente” que tendrá Trump es la de Venezuela y la intención de un dictador como Nicolas Maduro, de perpetuarse en el poder, a pesar que en las pasadas elecciones perdió por cuatro millones de votos.
Trump quiere una mano dura contra Maduro y espera que caiga pronto con nuevas sanciones contra un régimen que ya no tiene las ayudas de Rusia ni de Irán, pero a la vez tiene las presiones de las petroleras americanas que quieren seguir haciendo negocio en Venezuela y que fueron buenos donantes en su campaña electoral. Vaya dilema!
Trump alega que tiene un mandato del pueblo americano con su aplastante victoria electoral y está dispuesto a tomar medidas extravagantes, tanto en política interior como exterior.