Sin duda, Mariana Mazzucato se ha convertido en la intelectual de moda en Latinoamérica. La italiana -guapísima por demás- estuvo recientemente en Chile, se reunió con el presidente Boric y junto con el laureado Stiglitz, compartieron con el novel mandatario, sus ideas sobre cómo hacer del estado, un agente eficaz en la búsqueda de soluciones eficaces a los problemas de siempre.
Su libro “El estado emprendedor” busca desmitificar, mediante una investigación rigurosa, los argumentos liberales que alegan la inhabilidad del estado para generar riqueza pública y bienestar. Su retórica es concluyente y efectiva, hace apología de las contribuciones estatales a la modernidad.
La economista italiana se empeña en demostrar que ha sido precisamente gracias al gasto público que se han producido la mayoría de los avances tecnológicos y que es gracias al gasto estatal que gozamos hoy día, de la prosperidad que nunca tuvo el ser humano de antaño. Eso es música para los oídos de políticos como Boric y para otros más cercanos a nosotros.
¡Y no es para menos! Cada campaña electoral se atiborra de promesas grandilocuentes sobre cómo, de milagro, el gobierno cambiará nuestra horrible realidad por un paraíso vivible y fecundo. La gente, entusiasmada primero, decepcionada después, llega a tal punto de decepción que pierde la fe y la esperanza.
Pero ahora surge esta “iniciada” en la ciencia y nos dice -con argumentos fehacientes- que desde el estado se ha construido en buena medida, el bienestar contemporáneo. ¿Será posible tanta belleza?
Pues pareciera que sí. En lo personal disfruté mucho del capítulo 5 de su libro, en donde Mazzucato pretende clarificar el mito sobre el origen del éxito de Apple. Sin desmerecer el talento de Steve Jobs, la economista italiana destaca que el éxito se debe a que pudo “montarse en la ola de las elevadísimas inversiones del Estado en las tecnologías revolucionarias en las que se basaron el iPhone y el iPad (…)”.
Así, la autora pasa revista en este capítulo sobre cómo los diferentes componentes que utilizan los dispositivos de Apple fueron creados gracias a la ayuda del financiamiento estatal: magnetoresistencia gigante, discos duros, semiconductores de silicio, pantalla multitáctil, etc. También destaca el rol del gobierno de Estados Unidos en proteger la propiedad intelectual de Apple y asegurarle el acceso a los mercados globales de consumo (la autora cita el caso del acceso al mercado Japonés). En virtud de lo anterior comenta Mazzucato:
“En resumen, “encontrar aquello que uno ama” y hacerlo siendo “alocado” es mucho más fácil en un país en el que el Estado tiene un papel decisivo en el desarrollo de tecnologías de alto riesgo, en la realización de las inversiones iniciales, elevadas y de alto riesgo, y en su sostenimiento hasta una etapa posterior (…)”.
Suena bien y hay bastante verdad en ello. Se parece mucho a lo que los “Chicago Boys” nos han venido diciendo continuamente sobre la importancia de un estado subsidiario para alcanzar el bienestar.
Parece bueno para el caso de economías desarrolladas, cuya población promedio -incluídos políticos- gozan de escolaridad y salud consecuentes con las necesidades de una ciudadanía que exige una productividad burocrática consecuente con la de los empresarios que, al fin y al cabo, financian con sus impuestos ese “estado emprendedor”
Pero que decir de nosotros, los marginales, los que debemos conformarnos con asistir, en cada ciclo gubernamental, al amargo circo que montan políticos irresponsables y casi siempre ineptos, cuya formación y habilidades promedio, son inferiores incluso a los de las del pueblo llano, que día a día susbsiste como puede, sin contar con la mediación de este estado, que año con año gasta los exiguos recursos de los contribuyentes, en mantener oordas de activistas y enriquecer a empresarios y dirigentes corruptos abrazados en “santo contubernio” para eternizar la miseria y el hambre. Quizás nuestro actual liderazgo, convencido como está de llevarnos por el camino del “socialismo democrático” debería leer a Mazzucato. Su libro muestra algunos elementos útiles para hacer del estado un espacio en el que pudieran complirse algunas de las aspiraciones de nuestra sociedad. No será fácil, si, nada lo es, pero al menos leerla, servirá para comprender mejor por qué debemos caminar en el necesario balance entre lo público y privado. Al menos por ahora.