Finalmente sucedió lo que todos supusimos que sucedería. Nuestro gobierno rompió las relaciones diplomáticas con Taiwán y ahora se prepara para establecer esas relaciones con China. En el proceso, el gobierno se las arregló para exhibirnos ante la comunidad como ineptos chantajistas, ya que no logramos que Taiwán nos condonara la deuda que tenemos con ellos, o que nos asignara más recursos concesionales. Taiwán ha sido una nación amiga durante varias décadas y ha aportado fondos concesionales para nuestro desarrollo. Además, ha abierto su mercado y algunos de nuestros empresarios han aprovechado esa oportunidad. También ha abierto las puertas de sus universidades a muchos de nuestros jóvenes para que completen su educación universitaria gratuitamente. Nada de eso importó. Haciendo un triste papel nos hemos plegado ante China, quien tampoco nos ha condonado la deuda originada en la construcción del tristemente célebre proyecto conocido como Patuca III. Es una pena lo ocurrido y hemos sido avergonzados por nuestro propio gobierno. Pero veamos en más detalle la situación.
La historia de Taiwán comienza con su población originaria, pero en 1683 fue anexada por China, quien en 1895 la cedió a Japón. La derrota de Japón en la Segunda Guerra llevó a que renunciara a ella en 1952. El resultado de la guerra civil en China, y el triunfo de los comunistas sobre los nacionalistas, obligó a que el gobierno nacionalista se trasladara a Taiwán, y este es el punto de inicio del Taiwán moderno. De hecho, a partir de 1960 se da un proceso de rápido crecimiento y desarrollo, basado en la industrialización de la isla. Hoy en día Taiwán cuenta con una población de alrededor de 24 millones y un PIB per cápita de alrededor de $71,000, medido en términos de paridad del poder adquisitivo (PPP por sus siglas en inglés). Esa cifra se ubica entre las veinte más altas del mundo. En contraste, la cifra correspondiente a China es $12,500 y la referente a Honduras es $2,700. La economía de Taiwán es moderna y sofisticada y en algunos rubros, como en la producción de chips, son líderes mundiales.
Por muy impresionante que sea el desarrollo económico de Taiwán, resulta más extraordinaria si se recuerda que la transformación de la economía fue acompañada por la transformación política hasta convertirse en una democracia liberal. A partir de 1996 sus presidentes son electos en procesos abiertos, competitivos y limpios y honestos. Como resultado, ha habido alternabilidad en el poder. Paralelo a ello, se ha fortalecido el respeto a los derechos humanos. Se puede decir que hoy en día Taiwán es una democracia liberal que goza de una economía desarrollada, donde se respeta los derechos humanos y donde se satisface las necesidades básicas de la población.
En contraste, China es constantemente acusada de violar los derechos humanos, particularmente los de la etnia Uigur. También hemos visto como han atropellado la naciente democracia en Hong Kong. Se trata de un sistema más o menos abierto en el ámbito económico, pero cerrado en lo político. No hay libertad y el Partido Comunista controla la sociedad con un puño de hierro. No hay duda en cuanto a que destruirían la joven democracia Taiwanesa si llegaran a controlar la isla. Eso marcaría un significativo retroceso en la lucha porque se respete los derechos humanos y para asegurar la libertad.
A la luz de todo esto, la lógica nos diría que nosotros podemos identificarnos con Taiwán, y no con China, al menos si vemos a la democracia liberal como el modelo a adoptar y proteger. ¿Cómo explicar entonces lo que ha hecho nuestro gobierno? ¿Será que han decidido vender el país a China, tal y como si se tratara de una gigantesca Zede? Si no es esto, ¿será que el gobierno está ahora controlado por quienes piensan que nuestra salvación se logrará mediante la adopción de la ideología Marxista? Recuerdo que uno de los Ministros del gobierno ha declarado que su misión en la vida es la destrucción del sistema capitalista. Si aceptamos esta tesis, entonces podremos entender las medidas ideológicas implantadas por el gobierno.
Nuestro acercamiento a China, y la adopción de la ideología Marxista en la conducción del gobierno, tendrán como consecuencia el acompañamiento de posiciones y medidas que desagradarán a nuestros amigos y socios tradicionales. Es imposible quedar bien con Dios y con el diablo, y si adoptamos la agenda de la izquierda radical internacional, incomodaremos a nuestros principales socios comerciales y a los países donde residen nuestros migrantes. Las consecuencias son fácilmente previsibles y altamente negativas.
Por otro lado, una política exterior basada en congraciarnos con quien nos dé más equivale a practicar la política internacional sin contar con principios y valores morales. Gandhi decía que es un pecado participar en política sin contar con principios y valores, y ese sería precisamente nuestro caso.
No puedo concluir sin mencionar que cuando fui Gerente de la ENEE tuve la oportunidad de suscribir un convenio de asistencia técnica con la empresa eléctrica taiwanesa, la Taiwan Power Corporation, y como resultado de esto un experto de esa empresa, H. T. Wung, vino y vivió entre nosotros por varios años. H.T., como le llamábamos, fue una persona extraordinaria que adoptó a Honduras como su segunda patria. Ya no está entre nosotros, habiendo fallecido hace unos años. No obstante, por el aprecio que le guardé y guardo, me siento obligado a presentarle mis disculpas por la torpeza de nuestro gobierno. Con mucha vergüenza le ruego que perdone a quienes han actuado de manera nefasta. Quiero que H. T. y los amigos taiwaneses sepan que muchos de nosotros sentimos admiración y respeto por ellos. Siempre estaremos agradecidos con ellos.