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¿Solidaridad?

Luis Cosenza Jiménez

Recientemente tomó posesión la nueva Asamblea Legislativa de El Salvador y en la primera sesión decidieron destituir al Fiscal General y a varios Magistrados de la Corte Suprema de Justicia.  La crítica internacional no se hizo esperar, acusando al Presidente Bukele de violar la separación de Poderes, necesaria en un régimen democrático.  Ante una reacción que obviamente no se esperaba, el Presidente convocó a los Embajadores de varios países para explicar su posición, y algunas personas opinan que el joven mandatario dio una lección a los Embajadores.  En realidad, el Presidente evidenció que no entiende la diferencia institucional entre el Fiscal General en Estados Unidos y nuestros Fiscales Generales.  Por otro lado, la línea general de su argumento fue explicar que los errores cometidos en el pasado en El Salvador justifican los errores que el comete ahora.  No es este un buen argumento ya que, como sabemos, un error no justifica otro.  Es cierto que el Presidente cuenta con una amplia mayoría en el Congreso, producto de una elección que no ha sido cuestionada, pero es igualmente cierto que en una democracia se debe contar con mecanismos que protejan a las minorías de los posibles abusos de la mayoría.  A muchos preocupa el rumbo que aparentemente está tomando El Salvador.  Muchos piensan que estamos frente a un autócrata que fácilmente podría reformar la Constitución para lograr su reelección.  En pocas palabras, muchos temen que podríamos estar frente a otro de los aprendices a dictadores que vemos en varios de nuestros países, ya sea en regímenes de “izquierda” o de “derecha”. Sin perjuicio de lo anterior, debo reconocer que el Presidente Salvadoreño es un sagaz populista.  Permítanme explicar por qué.

Como sabemos, en nuestro país seguimos sumidos en una profunda crisis sanitaria, exacerbada por la falta de vacunas contra la COVID 19.  Siguen llegando a cuenta gotas y la población, cansada del confinamiento y deseosa de volver a sus puestos de trabajo y a la normalidad, clama a gritos que se le vacune.  Ante la ausencia de vacunas, el COHEP y algunos alcaldes del país han comenzado a gestionar con agentes en el extranjero la dotación de vacunas, aunque a la fecha sin resultados tangibles, con una excepción.  Siete alcaldes hondureños han solicitado públicamente al Presidente Bukele que les done vacunas para proteger a una parte de los residentes en esos municipios. No ha faltado quienes piensen que se trata de alcaldes de la oposición, empeñados en dañar la ya maltrecha imagen de don Juan Orlando.  De hecho, uno de los siete alcaldes ha dicho públicamente que recibió una llamada amenazante de una persona cercana a don Juan Orlando.  No obstante, resulta evidente que es imposible oponerse a que los alcaldes obtengan vacunas para inocular a parte de la población de sus municipios, por lo que al final, y aunque no les agrade a los funcionarios del gobierno, tienen que aparentar colaborar con los esfuerzos de los Alcaldes.  Por supuesto que todo esto no pasaría de ser una anécdota interesante de la vida en los tiempos de la COVID, si al final sus gestiones no produjeran las ansiadas vacunas, y es aquí donde aparece el Presidente Bukele.  Rápidamente aprovechó la ocasión y por medio de Twitter giró instrucciones a su Ministro de Salud para que atendiera la solicitud de nuestros Alcaldes.  Por supuesto que no sabemos qué tan generoso será don Nayib, pero la noticia de este día se centra en el peregrinaje de nuestros Alcaldes a San Salvador.  Borrada ha quedado la imagen del autócrata que amenaza la democracia salvadoreña.  En su lugar aparece ahora la figura del sabio mecenas que, además de resolver los problemas de su pueblo, en un acto de hermosa solidaridad les tiende generosamente la mano a sus vecinos que, según él,  padecen gobiernos corruptos e incompetentes. 

Nuestros Alcaldes, inadvertidamente, le han sacado las castañas del fuego al Presidente Bukele.  Por mucho que le desagrade a la comunidad internacional, es difícil criticar a quien se muestra bondadoso con el vecino suplicante.  Por supuesto que este es tan solo un capítulo de un libro que está siendo escrito día a día.  Ya luego este gesto de solidaridad, o de sagacidad política, desaparecerá de las noticias y será suplantado por otro que concite la atención del público.  Por mi parte, continuo preocupado por las tendencias autoritarias que exhibe el Presidente Bukele.  Sin embargo, nadie sabe las vueltas de la política.  Don Nayib es ciertamente popular en estos momentos, pero también recuerdo a uno de nuestros políticos quien, después de la ilegítima reelección de don Juan Orlado exclamó que allí teníamos “Presidente para rato”.  Me pregunto si ese político diría lo mismo estos días.  La popularidad es efímera y puede disiparse fácil y rápidamente.  Ya veremos que sucede.  Por El Salvador, y por Centro América, ruego a Dios que nos guarde de los populistas autócratas, y más aún, de aquellos que quieren eternizar en el poder.

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